No penséis nunca que sois desconocidos a sus ojos, como simples números de una masa anónima. Cada uno de vosotros es precioso para Cristo; Él os conoce personalmente y os ama con ternura, incluso cuando uno no se da cuenta de ello.
Juan Pablo II
Normalmente, cuando contemplas los belenes que hay por tu ciudad y por tu barrio, cuando contemplas las figuritas, te sorprendes de lo normales que eran los que se enteraron de la venida del Señor. Es gracioso que el Rey de reyes tuviese como público de su venida a gente tan corriente. Gente que trabajaba en el campo, que no era perfecta, que no eran los grandes "cracks" a los ojos del mundo, que no eran los más famosos ni los más ricos. Eran gente como tú y como yo.
Sabes por qué se enteraron de su llegada, porque se sabían enfermos , conocían sus defectos, eran ciegos y sordos, estaban muertos y eran pobres. Si somos sinceros con nosotros mismos también descubriremos esas carencias que hay en nosotros . Porque nosotros también estamos enfermos cuando nos gana nuestro egoísmo frente al amar y dedicar tiempo a un amigo, nosotros también estamos ciegos cuando observamos que hay algo que no marcha bien en nuestra vida, en nuestra relación con Dios, y miramos hacia otro lado. Somos sordos cuando nuestra conciencia nos dice que es hora de cambiar, tiempo de revolución interior, y nos dejamos atrapar por las garras del sofá de la comodidad y la pereza. Estamos muertos cuando no terminamos de vivir nuestras miserias de cara al Señor, cuando nos encabezonamos en vivir la vida como si Él no existiera. Somos pobres cuando negamos nuestra riqueza, el Señor.
Tú y yo, mañana y pasado mañana, tenemos que hacer un poco de examen interior. Y, cuando estemos viendo nuestra realidad, darnos cuenta que el Señor es médico, y los médicos no han venido para sanar a los que están sanos sino que llaman y están al lado de los enfermos. Enfermos como tú y como yo.
Si lo deseas la Navidad puede recordarte uno de los profundos misterios de nuestra Fe: el que Dios se haya hecho hombre. Se dice fácilmente, pero al profundizarlo ¡Caemos de espaldas! Dios mismo, presente en la tierra, naciendo del seno purísimo de María, se hace carne, una carne que amará, y que sufrirá todo lo que un humano puede amar y sufrir.
La navidad para nosotros tiene que ser una invitación a recordar con el corazón en la mano que Dios nos ama tanto , que nos ha dado a su Hijo Unigénito. ¿Cómo le estamos correspondiendo?
Esta época del año, en la que convivimos en familia haciéndonos regalos, abrazándonos unos a otros es un momento de pausa para reflexionar seriamente sobre nuestras vidas, sobre el papel que tiene Dios en nuestra existencia diaria. Es un momento para pensar en el Sumo Pontífice y amarlo profundamente, porque es el Vicario de Cristo. También es un momento para dar gracias a María, madre nuestra por aquel "si" que cambio el curso de nuestra existencia. Es un momento para rezar por la Iglesia, por su unidad. La Navidad es ese momento que todos necesitamos de Esperanza y de Fe, que debe convertirse en caridad, en amor hacia Dios, hacia nuestros Padres, hacia nuestros hermanos, una caridad para el amigo y para el enemigo por igual. Y también un momento para la conversión.
El año está por terminar, y aún tenemos tiempo en esta Navidad de realizar una profunda conversión en nuestras vidas . La Navidad, época de milagros, debe lograr nuestra conversión. Una conversión basada en conocer nuestra Fe, en comprenderla, en asumirla. Esta navidad puede ser diferente a cualquier otra. Solo basta con que tú y que yo reflexionemos profundamente en todos los misterios de nuestra Fe. Dios, que todo lo puede, sembrará en nuestra alma (quizá un poco marchita) con el soplo de su espíritu, una conversión para ser cristianos-católicos verdaderos. Eso que quizá pueda parecer tan difícil, lo puede hacer quien fue alguna vez una solo un pequeño bebé. Pídele al Niño Jesús esta Navidad que te conceda la gracia de la conversión hacia una vida en la fe plena, congruente y comprometida. Y si todo esto no te ha inspirado un poco, esta noche busca la estrella que revolotea por tu vida, y quizá como a los pastores, salte a tu vista y te dice "ven, sígueme". Si esto ocurre, sin duda será la Luz de Jesucristo.
Buena semana !!
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