28/2/10

Sal de ti

Este es un tema que ya hemos planteado y hablado alguna vez. No es que nos queramos repetir constantemente, pero creemos que es algo fundamental que lo tengas siempre presente: la necesidad que tenemos todos de salir de nosotros mismos, en lugar de encerrarnos en nuestras pequeñas cosas.

Una tendencia común
Esta es una constante, señoras y señores, que se repite siempre y en todo homínido evolucionado que supera el grado de trepa-árboles. En incluso en la Historia de países y grupos humanos. Y es que está demostrado que cuanto más nos centramos en nosotros mismos, en nuestras historias y problemas, más frustraciones encontramos, y más infelices acabamos siendo.

Todos hemos vivido esto, y en el fondo de nuestro corazón lo sabemos. No hay nada peor que estar todo el día pendiente de uno mismo, de lo que apetece y no apetece hacer. Acabo uno convirtiéndose en una especie de niño mimado que patalea y llora porque le han puesto lentejas para comer. Y lo triste es que sabemos que ejemplos tan tontos muchas veces son verdad: nos podemos llegar a cabrear o a poner tristes por cosas que… en fin. Y es porque estamos tan centrados en que todo gire a nuestro alrededor, en que se nos trate como si fuéramos los amos y señores del mambo que, claro, cuando te das cuenta que no eres más que un ser humano más en un mundo un tanto cabroncete (permítaseme), entras en una crisis existencial de caballo.
Pero no sólo eso. Puede que seas un tipo que se esfuerza por hacer muchas cosas y consigas estar siempre ocupado en cosas que no tienen que ver directamente contigo. A pesar de ello, es todo un clásico que cuando llegue una crisis (laboral o de estudios, de amoríos, familiar o cualquier otro tipo) uno se encierra en sí mismo y pasa muchísimo tiempo lamiendo sus heridas. Aunque tenemos esa tendencia natural, es algo que poco menos que masoquismo: nos encanta estar solos en los momentos difíciles, comernos el pastel, y dar vueltas una y otra vez a lo mismo, metiendo el dedo en la llaga constantemente.

Si algo nos enseña Jesús, que creo que es una autoridad para esto de la vida, es a amar. Amar a Dios, y amar al prójimo como a uno mismo. Y amar supone, como bien sospechas, salir de uno. Salir de nuestra pequeña charca, de nuestros asuntillos particulares y que poco aportan al mundo y a uno mismo, y tratar de expandirse a los demás. No es que tus hobbies y tus cosas sean malas, ni que debas dejar de prestarles atención. No se trata de que salgas de tu cuerpo como el protagonista de Ghost y vayas atravesando puertas y paredes siguiendo a otras personas. El punto clave es que dejes de ser el centro de tu vida, para que pasen a serlo Dios y los demás. Si al cabo de un día, el 90% de tus pensamientos eran sobre tus movidas, es síntoma de que todas tus esperanzas y esfuerzos los dedicas para ti, sistema que como la vida demuestra, acaba siendo frustrante. Si consigues poner tu norte en salir de ti, y centrarte en el prójimo, en tus amigos, en tu familia, al final tus problemas son secundarios y te afectan. No porque sean menos importantes, sino porque tu felicidad no dependerá tanto de tu éxito personal como de la felicidad de los que te rodean. Y eso, sin duda, es lo más pleno de este nuestro mundo.

Es la oferta que te hace Dios hoy, ahora. Centrarte en los demás, olvidarte un poco de ti. No que abandones tus obligaciones y buenas pasiones, sino que no te pongas en el centro del planeta buscándote sólo a ti. Y qué mejor forma de entrenar esto un poco que en Cuaresma. La Iglesia propone, como bien sabes, ayuno, limosna y oración. Las tres supone salir de nuestras pequeñas esclavitudes y perezas para poder estar más pendiente de Dios (ayuno y oración), y del prójimo (limosna). Te ayudarán a relativizarte un poco, olvidarte de tus heridas y penas (que por más que las des importancia y te tortures con ellas no vas a resolverlas) para volcarte en ayudar a los demás. Sólo en Dios y en el prójimo encontrarás felicidad, ya sabes que el propio “yo” no da para mucho. No te encierres en ti, ¡¡sal, sal, sal!! Y respira un poco de Dios.

21/2/10

Ayuno 2.0

¡Qué buena es el desarrollo técnico y tecnológico! Cuando me levanto puedo ver ‘World Report’ de la CNN desde mi casa; cuando cojo el bus y –con mi iPod- Beyoncé me canta al oído; cuando llego a clase, mi chic@ me manda un mensaje bonito con corazoncitos que vuelan en mi pantalla del Nokia de antepenúltima generación; voy a la biblio y, después de estudiar, quedo para el finde con los del barrio por tuenti; chuto con Beckham y ganamos la Copa en el Pro, practico el mandarín con los amigos de Tokio gracias a Facebook; más tarde escucho mis canciones favoritas en la radio de los éxitos; antes de dormir vemos en familia una peli online en el portátil… y así hasta una lista interminable. La tecnología nos ha facilitado la vida, y está muy metida en nuestro día a día. De acuerdo, pero ¿te atreves a que la Cuaresma revolucione tu vida?

BXVI, en su mensaje cuaresmal del año pasado, nos habló de la Cuaresma como de un camino de preparación espiritual hacia la Pascua. Él, en nombre de la madre Iglesia, nos propuso –este año también, claro XD- los tres ingredientes para poder aprovecharla: la oración, el ayuno y la limosna. Ingredientes que “ahuyentan los pecados, lavan las culpas, devuelven la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsan el odio, traen la concordia, doblegan a los poderosos” (Pregón pascual).

La Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno que el Señor vivió en el desierto antes de emprender su misión pública. "Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno durante cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre" (Mt 4,1-2). Al igual que Moisés antes de recibir las Tablas de la Ley (cfr. Ex 34, 8), o que Elías antes de encontrar al Señor en el monte Horeb (cfr. 1R 19,8), Jesús orando y ayunando se preparó a su misión, cuyo inicio fue un duro enfrentamiento con el tentador. ¿Qué fuerte no! No eres el único que tiene tentaciones, al mismísimo Dios -que compartió tu condición humana- el demonio le tentó.

Sin embargo, no eres raro por ello, los cristianos de hoy, -y de ayer y de siempre, qué te crees- podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil. La respuesta, una vez más, está en tu Biblia.

No has sido el único en pasar la prueba del ayuno. Si desempolvas la Sagrada Escritura de tu casa, verás que en las primeras páginas el Señor impone al hombre que se abstenga de consumir el fruto prohibido: "De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio" (Gn 2, 16-17). San Basilio comentó al respecto que "el ayuno ya existía en el paraíso", y "la primera orden en este sentido fue dada a Adán". En el Nuevo Testamento, Jesús indica la razón profunda del ayuno: cumplir la voluntad del Padre celestial, que "ve en lo secreto y te recompensará" (Mt 6,18). Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que "no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4). El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el "alimento verdadero", que es hacer la voluntad del Padre (cfr. Jn 4,34). Si, por lo tanto, Adán desobedeció la orden del Señor de "no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal", con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia.

Podrás decir: Ya GC (grupocircular), os entiendo. A parte de los dos días oficiales de ayuno, ¿qué hago? Si es que no me cuesta nada en Cuaresma lo del ayuno. Porque pfff, es que hay veces que ni desayuno por las prisas o mil cosas parecidas. O, al revés, es que a mí a nada que no coma se me va la cabeza y son muchas horas de clases para aguantar.

Eso es cierto, por ello la Iglesia que es sabia y madre y que conoce a tus hijos, últimamente explica que también existen otros tipos de ayunos. ¿Recuerdas la lista del principio?, ¿cuántas veces has retraso y dicho que no al uso de algún mp3 o de internet? Todos nos conocemos y sabemos que uno cuando se pone con el Messenger o el tuenti se le va el santo al cielo y los 10 minutos que iba a estar se transforman en hora y cuarto. O cuántas veces, no te sientas mal por ello, no has aguantado y has tenido que ver el correo sin esperar al final del día o te has enganchado con la granja del facebook. Y, en definitiva, ¿cuántas veces te ha privado de hacer otras cosas o estar con tu gente la tecnología? Si eres humano, seguro que más de una. Y no pasa naaa, porque el Nuevo Moisés, te viene hoy a liberar de cualquier esclavitud que puedas tener en tu vida.

¿Y por qué no en esta Cuaresma un ayuno 2.0? En nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien, en una cultura marcada por la búsqueda del bienestar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo. En la Constitución apostólica Pænitemini de 1966, el Siervo de Dios Pablo VI identificaba la necesidad de colocar el ayuno en el contexto de la llamada a todo cristiano a no "vivir para sí mismo, sino para aquél que lo amó y se entregó por él y a vivir también para los hermanos" (cfr. Cap. I). La Cuaresma podría ser una buena época para mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo. Además, para dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor. San Agustín escribía: "Yo sufro, es verdad, para que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura" (Sermo 400, 3, 3: PL 40, 708). Privarse del alimento material o de internet algún día facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios.

Acercarse a los pobres
Al mismo tiempo, el ayuno tradicional o el 2.0 que te proponemos nos ayudan a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. En su Primera carta San Juan nos pone en guardia: "Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?" (3,17). Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre (cfr. encíclica Deus caritas est, 15). Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. Quizás podríamos sustituir una tarde de ordenata por estar con un colega o más tiempo con la abuela o tu hermano. Quizás el rato de Melendi a todo trapo en tu cuarto podría ser cambiado por un rato de lectura del Evangelio del día. Fíjate que poco eeeh, pero verás cómo cuesta y cómo el Espíritu Santo te hará una criatura más cercana a la voluntad de Dios si te privas a diario de cosas que te apetecen.

El ayuno, recordaba BXVI, representa una práctica ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos. Cuántas veces has visto al típico que estando en grupo se vicia a la Wii o a la Play sin soltarla para que el resto juegue. Privarnos por voluntad propia del placer del alimento y de otros bienes materiales, ayuda al discípulo de Cristo a controlar los apetitos de la naturaleza debilitada por el pecado original, cuyos efectos negativos afectan a toda la personalidad humana. ¿Serás capaz de preguntarle a Dios esta semana que espera Él de ti en esta Cuaresma?, ¿Le preguntarás si Él quiere que ayunes de algo en estos 40 días?

El ayuno tiene como último fin ayudarnos a cada uno de nosotros, como escribía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, a hacer don total de uno mismo a Dios (cfr. encíclica Veritatis Splendor, 21). Por lo tanto, busca todo lo que te puede alejar de Dios, de todo lo que distrae el espíritu y ofrece el privarte de algo que te cueste para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo.

Ojito, el ayuno tiene que ser por Dios. No por nosotros. Y ha de ir pegado a un mayor empeño en la oración, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical. Con esta disposición interior entremos en el clima penitencial de la Cuaresma.

Has oído bien, “clima penitencial”. Los cristianos de todo el Globo, en el día de hoy, han empezado un camino para profundizar en Dios. Y tú, ¿quieres un asiento en este viaje?

¿Quiero cambiar?

Voy a dejar de fumar, voy a ir al gimnasio, seré más paciente, estudiaré ingles… propósitos que hacemos al principio del año para conseguir ser mejor persona. Al menos en un principio, porque a medida que avanza el año se van presentando algunos enemigos que nos distraen del objetivo: la flojera, el pesimismo, el conformismo y el olvido.

Pero para combatir a esos enemigos, hay un plan que se puede poner en práctica durante la Cuaresma: “Sólo por hoy”

Y ¿por qué en Cuaresma? Bueno, porque es un tiempo establecido (40 días) que tiene un principio y un fin. Empiezan el Miércoles de Ceniza y concluyen el Domingo de Ramos (inicio de Semana Santa), tiempo suficiente para adquirir un buen hábito que, si se mantiene vigente, puede generar resultados ¡milagrosos! Estarás en común con la retirada al desierto de Jesucristo donde se preparó para cumplir la vocación a la entrega total a la que había sido llamado.

Por otro lado, es un tiempo en donde millones de personas tienen la voluntad de cambiar en presencia de Dios, de ser mejor persona, y se respira un ambiente de mejora. Se puede ver como un retiro colectivo donde se busca propiciar un cambio, así uno no se siente solo con su intención.

Programa "Solo por hoy"
Este método consiste en programar una buena acción a diario, acciones sencillas, cotidianas, fáciles de medir. El primer paso del programa es ir a la oración y “Ponernos una meta”. Para escoger la meta adecuada, es necesario preguntárselo al Señor. Antes que nada hay que conocerse uno mismo y estar convencido de lo que se desea cambiar, a dónde se quiere llegar.

Para ello, se pueden formular algunas preguntas y darles respuestas, por ejemplo: ¿Cómo te sientes contigo mismo? ¿Qué has hecho con lo que tienes? ¿Le has sacado el máximo provecho?

Algunas preguntas más concisas:
¿Cuánto se apodera el mal genio de ti? ¿Te cuesta mucho mantenerte en silencio cuando estás a solas? ¿Eres tolerante y le encuentras el lado positivo a las situaciones? ¿Vives criticando a los demás y quieres tener siempre la razón? ¿Eres capaz de reconocer tus errores y pedir perdón? ¿Tienes alguna idea de hacia dónde vas?

Lo más probable es que al responder las preguntas, si se es sincero, se encuentren algunos aspectos negativos, tendencias erróneas o malos hábitos que son necesarios erradicar si se desea ser mejor persona.

Y para ello se continua con el paso dos: “Agenda de buenas acciones”. Aquí marcarás tus objetivos diarios para mejorar, siempre pidiendo ayuda al Espíritu Santo para que te ilumina. No es tender al perfeccionismo, es crecer en el estado de enamoramiento hacia Dios y sus criaturas. Conociendo que si fallamos, la misericordia y el ánimo de nuestro Padre Dios siguen siendo infinitos.

Algunas sugerencias de acciones para realizar son:
1. Si alguien te debe dinero o no te ha entregado algo que te gusta mucho, regálaselo.
2. Haz algo que sea bueno para otros y que te cueste esfuerzo hacerlo.
3. Háblale o visita a tu madre/padre/abuelos hoy. Dedícales un buen rato de calidad.
4. Piensa en alguien que te ayudó de alguna manera importante en tu vida, algún familiar, maestro…, llámale y dale las gracias.
5. Tómate 5 minutos este día para hacer una lectura positiva, haz un propósito que te lleve a mejorar en algo relacionado con lo que has leído.
6. Pídele perdón a una persona a la que hayas ofendido.
7. Ahorra ese dinero que te ibas a gastar en… y dalo de limosna a una institución que ayude a personas necesitadas.
8. Lee algún vía crucis que te preparé para la Semana Santa
9. Convive más con el compañero o vecino que menos te simpatiza.
10. Entrega a tiempo el trabajo y se puntual en tus compromisos.

Cambiar no es tarea fácil, pero cuando uno se deja ayudar por Dios, está decidido y pone medios específicos para hacerlo, alcanzar la meta es más sencillo. Decídete a hacerlo y pon manos a la obra… decídete a no quedarte a mitad de camino.

Daos fraternalmente la paz

Hoy quisiera hacerte pensar. Pero no mucho, ¡tranquilidad! Sé que algunos estáis de exámenes y tenéis que conservar las neuronas para hincar los codos. Sabes, hace un tiempo fui a misa en mi universidad –sí, aún queda algunos universitarios lunáticos que hacemos eso- y me quedé un poco trastocado. Llegó el momento de darnos la paz y recuerdo que fui a dársela a la persona que tenía al lado. ¿A que no sabes qué pasó?

Le di mi mano con buena cara mientras decía “la paz esté contigo”. Mi compañero de reclinatorio me respondió dándome la mano sin ni siquiera mirarme, sin desearme la paz, con desgana, como deseando que acabase antes de empezar, como si fuese mero trámite hasta llegar a comulgar. Me quedé un poco roto. Dirás tú: estos de CIRCULAR están un poco tocados. Qué más da cómo te den la paz. Es posible, ¿o quizás no?

Mira, recuerdo que hace –no lo sé con exactitud- 5 años invité a mi mejor amigo a ir a misa. Era un buen chaval que había dejado de practicar y de creer desde hacía tiempo. Ya sabéis: que si la edad del pavo, que si la misa es pa’ viejos, que si voy por mis padres… qué os voy a contar que no sepáis. Total, a la salida del templo me dijo que no recordaba muy bien la estructura de la misa pero que hubo un momento que fue muy especial para él: el momento de la Paz.

“Daos fraternalmente la paz”, dijo el sacerdote. Y todas las personas demostraban un gesto de cariño con quien tenían cerca. Algunos se conocían entre sí o eran familia, pero otros no. Era la primera vez que se veían. Sin embargo, se trataban como hermanos. Como un solo pueblo de Dios. No había superiores ni inferiores, todos con conciencia de pecadores se daban la paz porque Cristo les había liberado de la Muerte.

No sé si te ha pasado, a mí sí, recuerdo que a veces en el colegio te enfadabas con un compañero pero luego teníamos una misa para la clase y ahí –providencia- te sentabas al lado del chico con el que te habías peleado y le tenías que desear la paz. Cuando eso ocurría, te dabas cuenta de las estupideces de nuestros enfados, perdonabas y le deseabas lo mejor.

El momento de la paz no debe ser para ningún cristiano un acto rutinario. ¿Para ti lo es? Tenemos que recordar que al final de la misa y de la confesión se nos dice: podéis ir en paz, vete en paz. ¿Por qué? Porque tenemos un Dios que ha entregado su cuerpo, su vida, por nosotros -por ti-. Tenemos un acta de delitos, de deudas, y de repente viene un Hombre que ve que no podemos pagar nuestras facturas y nos dice: tranqui, ya lo pago yo por ti. Vete en paz. Te amo, te perdono, olvídate, yo me encargo. ¿A caso no es suficiente motivo para vivir en paz?, ¿no es ese un motivo para desear la paz a todo el que se nos cruce?

En una vida llena de disgustos, a veces de cruces fuertes, el único que no se ha escandalizado de nosotros ha sido Jesús. Está tan enamorado de ti que te quiere como eres. No tienes que demostrar nada. En el seno de tu madre te bordó célula a célula, te preparó un camino para encontrarte con Él. Te dice día a día: Sal de tu angustia, yo no te condeno, te amo. Ven y sígueme.

Con ese motivo de alegría, el momento de desear la paz en la Misa se convierte en una oportunidad de recordar al prójimo que Cristo les ama. Cada uno tiene su costumbre –según el país, la zona, la personalidad de cada uno-. Unos dan la mano, otros un abrazo, otros un beso. Da igual lo que hagas, lo importante es que pongas verdadera intención de bendecir a quién te ha tocado –o, mejor dicho, a quien Dios ha puesto en tu camino para que le recuerdes que Él le ama-. En un mundo que nos repite diariamente lo torpes que somos, un mundo que nos maldice, sale una voz discrepante que te desea la paz. Si Dios está contigo quién puedo contigo, escuché una vez. Por eso, desea la paz con fervor desde ahora. Aprovecha ese momento. Dile con ese gesto a tu prójimo que la vida merece la pena, que no estás sólo, que Dios se preocupa por ti.

“¡No tengáis miedo! ¡Llevad por doquier, a tiempo y a destiempo, la potencia de la Cruz para que todos, también gracias a vosotros, puedan seguir viendo y creyendo en el Redentor del hombre!” Juan Pablo II

Ten buena semana, sigue en paz.

El Dios que se revela

Como bien sabrás, una de las grandes búsquedas de una persona en su vida es la búsqueda de lo trascendente, de Dios. Todos podemos imaginarnos esto en grandes personalidades que, tras años leyendo, meditando en plan monje tibetano, y siendo una especie de Gandalf el gris, acaban un día saliendo de la bañera y, recorriendo las calles de su barrio tal y como vino al mundo, grita a voz en cuello “¡eureka! He encontrado a Dios”.

En este caso, la búsqueda de Dios parece cosa de freaks. Uno tiene otras preocupaciones más reales, como para perder el tiempo en algo que, total, tampoco da para tanto.

Y sin embargo, el tema es totalmente distinto. No es el hombre el que busca a Dios (si no seguiríamos buscando), sino Dios el que sale al encuentro del hombre. Es Dios el que se revela a los torpes hombres. Es el mismo Creador el que se le aparece a Abraham, o a Moisés, o al resto de profetas. Es el mismo Hijo de Dios, Jesucristo, quien se hace carne para ser más cercano al ser humano. Para decirnos: soy Dios, y Dios está contigo, hasta tal punto que lo puedes ver y tocar.

Pero esto, damas y caballeros, es un escándalo. Que sea Dios el que viene a visitarnos es un escándalo. Y lo colgamos del Madero por ello. Y a pesar de ello, no sólo vino a vernos, sino que sigue viniendo a verte todos los días. El mismo Dios está todos los días a la puerta de tu corazón, de tu vida, llamando para que le dejes entrar. Pero hay que escucharlo, hay que estar dispuesto a acoger esa llamada. Llamada diaria a que vivas, a que seas feliz. ¿Cómo escuchar ese reclamo de Dios?
Está claro que el Señor tiene conexión wifi y puede conectar con nosotros en cualquier circunstancia. En el metro, en clase, con tus amigos, delante del odiado libro que entra mañana en el examen… en todos esos momentos Dios está llamándote a que vivas, a que seas más alegre, a que te preocupes de los que te rodean, etc. No obstante, hay una serie de cosas que nos acercan a Dios de una manera especial. Vamos a destacarte tres, que todo usuario nivel medio de la red debe conocer y utilizar.
Los sacramentos: esto es algo impepinable. A través de todo sacramento recibimos una gracia muy especial, que nos llena del Señor. Es una inyección muy fuerte de Amor de Dios, como dormir 12 horas tras terminar tu último examen. Como no podemos casarnos todas las semanas, ni bautizarnos cada 15 días, los sacramento que debemos frecuentar son la Eucaristía y la Confesión. Es como quedar con la novia, si no lo haces la relación se marchita.

La oración: si quieres ser su amigo debes hablar con Él. Si quieres oírle debes ponerte delante suya para que te cuente. Esto es algo básico. Y todo cristiano nivel usuario debería, al menos, dedicarle al Señor 5 minutines de nada al día para conversar con Dios.

Las Sagradas Escrituras: de poco serviría tratar de querer a Jesús, de escucharle, de confiar en Él… si ni siquiera le conocemos. Todos tenemos una Biblia en casa (es el libro con más éxito de la Historia, te será fácil encontrarlo si no está por casa, pregunta en tu parroquia o librería), así que, además de para ponerlo debajo de la pata de la mesa, es hora de que lo desempolves y lo leas. Puedes llevártelo a la oración un rato, o dedicar un hueco al día para leerte un par de páginas. Se te ofrece mucha gama, tanto de Antiguo como de Nuevo Testamento. Lee lo que te brote, todo es Palabra de Dios.
Si sigues este itinerario sencillito, irás conociendo más a Dios, y conociendo más Su voluntad cada día. Yo creo que tampoco es muy duro, ¿no?

Que todos sean uno

Homilía en las Vísperas conclusivas de la Semana por la Unidad de los Cristianos

Queridos hermanos y hermanas,

reunidos en fraternal asamblea litúrgica, en la fiesta de la conversión del Apóstol Pablo, concluimos hoy la anual Semana de oración por la Unidad de los cristianos. Quisiera saludaros a todos con afecto y, en particular, al cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, y al Arcipreste de esta Basílica, monseñor Francesco Monterisi, con el Abad y la comunidad de los monjes, que nos acogen. Dirijo también mi pensamiento cordial a los señores cardenales presentes, a los obispos y a todos los representantes de las Iglesias y de las Comunidades eclesiales de la Ciudad, aquí reunidos.

No han pasado muchos meses desde que se concluyó el Año dedicado a San Pablo, que nos ofreció la posibilidad de profundizar en su extraordinaria obra de predicador del Evangelio, y, como nos ha recordado el tema de la Semana de oración por la unidad de los cristianos – “Vosotros sois testigos de esto” (Lc 24, 48) –, nuestra llamada a ser misioneros del Evangelio. Pablo, a pesar de conservar viva e intensa memoria de su propio pasado como perseguidor de los cristianos, no duda en llamarse Apóstol. En fundamento de este título, hay para él un encuentro con el Resucitado en el camino de Damasco, que se convierte también en el comienzo de una incansable actividad misionera, en la que consumirá todas sus energías para anunciar a todas las gentes a ese Cristo que había encontrado personalmente. Así Pablo, de perseguidor de la Iglesia, se convertirá él mismo en víctima de la persecución por causa del Evangelio del que daba testimonio. Escribe en la Segunda carta a los Corintios: “Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno; tres veces fui azotado con varas, una vez apedreado... Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias” (2 Cor 11,24-25.26-28). El testimonio de Pablo alcanzará el culmen en su martirio cuando, precisamente no lejos de aquí, dará prueba de su fe en el Cristo que vence a la muerte.

La dinámica presente en la experiencia de Pablo es la misma que encontramos en la página del Evangelio que acabamos de escuchar. Los discípulos de Emaús, tras haber reconocido al Señor resucitado, vuelven a Jerusalén y encuentran a los Once reunidos junto con los demás. El Cristo resucitado se les aparece, los consuela, vence su temor, sus dudas, se hace comensal suyo y les abre el corazón a la inteligencia de las Escrituras, recordando todo lo que tenía que suceder y que se convertirá en el núcleo central del anuncio cristiano. Jesús afirma: “Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día, y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén” (Lc 24,46-47). Estos son los acontecimientos de los cuales darán testimonio ante todo los discípulos de la primera hora y, a continuación, los creyentes en Cristo de todo tiempo y de todo lugar. Es importante, sin embargo, subrayar que este testimonio, entonces como hoy, nace del encuentro con el Resucitado, se nutre de la relación constante con Él, está animado por el amor profundo hacia Él. ¡Solo quien ha hecho experiencia de sentir a Cristo presente y vivo - “Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo” (Lc 24,39) -, de sentarse a la mesa con Él, de escucharle para que haga arder el corazón, puede ser Su testigo! Por esto, Jesús promete a los discípulos y a cada uno de nosotros una poderosa asistencia de lo alto, una nueva presencia, la del Espíritu Santo, don del Cristo resucitado, que nos guía hacia la verdad completa: “Mirad, voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre” (Lc 24,49), dice a los Once y a nosotros. Los Once consumieron toda la vida en anunciar la buena noticia de la muerte y la resurrección del Señor, y casi todos sellarán su testimonio con la sangre del martirio, semilla fecunda que ha producido una cosecha abundante.

La elección del tema de la Semana de oración por la unidad de los cristianos de este año, es decir, la invitación a un testimonio común del Cristo resucitado según el mandato que Él confió a los discípulos, está unida al recuerdo del centenario de la Conferencia misionera de Edimburgo, en Escocia, que es considerada por muchos como un acontecimiento determinante para el nacimiento del movimiento ecuménico moderno. En el verano de 1910, en la capital escocesa, se encontraron más de mil misioneros, pertenecientes a diversas ramas del Protestantismo y del Anglicanismo, al que se añadió un huésped ortodoxo, para reflexionar juntos sobre la necesidad de llegar a la unidad para anunciar creíblemente el Evangelio de Jesucristo. De hecho, es precisamente el deseo de anunciar a los demás a Cristo y de llevar al mundo su mensaje de reconciliación el que hace experimentar la contradicción de la división de los cristianos. ¿Cómo podrán, de hecho, los incrédulos acoger el anuncio del Evangelio si los cristianos, a pesar de referirse todos al mismo Cristo, están en desacuerdo entre ellos? Por lo demás, como sabemos, el mismo Maestro, al término de la Última Cena, había rezado al Padre por sus discípulos: “Que todos sean uno... para que el mundo crea” (Jn 17, 21). La comunión y la unidad de los discípulos de Cristo es, por tanto, condición particularmente importante para una mayor credibilidad y eficacia de su testimonio.

A un siglo de distancia, desde el acontecimiento de Edimburgo, la intuición de aquellos valientes precursores es aún actualísima. En un mundo marcado por la indiferencia religiosa, e incluso por una creciente aversión hacia la fe cristiana, es necesaria una nueva, intensa, actividad de evangelización, no sólo entre los pueblos que nunca han conocido el Evangelio, sino también en aquellos en los que el Cristianismo se difundió y forma parte de su historia. No faltan, por desgracia, cuestiones que nos separan a unos de otros, y que esperamos que puedan ser superadas a través de la oración y el diálogo, pero hay un contenido central del mensaje de Cristo que podemos anunciar todos juntos: la paternidad de Dios, la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte con su cruz y su resurrección, la confianza en la acción transformadora del Espíritu. Mientras estamos en camino hacia la comunión plena, estamos llamados a ofrecer un testimonio común frente a los desafíos cada vez más complejos de nuestro tiempo, como la secularización y la indiferencia, el relativismo y el hedonismo, los delicados temas éticos respecto al principio y al final de la vida, los límites de la ciencia y de la tecnología, el diálogo con las demás tradiciones religiosas. Hay además ulteriores campos en los que debemos desde ahora dar un testimonio común: la salvaguarda de la Creación, la promoción del bien común y de la paz, la defensa de la centralidad de la persona humana, el compromiso por vencer las miserias de nuestro tiempo, como el hambre, la indigencia, el analfabetismo, la desigual distribución de los bienes.

El compromiso por la unidad de los cristianos no es sólo tarea de algunos, ni actividad accesoria en la vida de la Iglesia. Cada uno está llamado a dar su aportación para llevar a cabo los pasos que lleven hacia la comunión plena entre todos los discípulos de Cristo, sin olvidar nunca que ésta es ante todo don de Dios que hay que invocar constantemente. De hecho, la fuerza que promueve la unidad y la misión surge del encuentro fecundo y apasionante con el Resucitado, como sucedió con san Pablo en el camino de Damasco, y con los Once y los demás discípulos reunidos en Jerusalén. Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, haga que cuanto antes se pueda realizar este deseo de su Hijo: “Que todos sean uno... para que el mundo crea” (Jn 17,21). Amén.

Nuevo año. 2010

Nuevo año. Nuevos proyectos, nuevas ilusiones, el famoso “dejo de fumar”, este año “me pongo a estudiar”….bueno sí, sí. Lo típico. ¿Te lo crees? Yo tampoco. Volvamos al mundo real. El 1 de enero te levantaste igual que siempre. Con las mismas legañas de siempre (más si cabe), los mismos problemas y las mismas luchas. No hay que fliparse, caballeros. La vida sigue igual.

Por eso, porque nos gusta ser realistas, y porque la lucha cristiana es realista, proponemos cosas reales. Nada de utopías imposibles sobre cómo vas a salvar el mundo este año. Nada de “voy a ser bueno”. Todo eso es importante (hay que ser un buen tipo, digo más, el mejor de los tipos posibles, y hay que salvar el planeta), pero para el día a día de nada nos sirven los proyectos imposibles y poco concretos. Es bueno que uno se haga sus propósitos bonitos a inicio de año pero es probable que de la mitad ni te acuerdes. El que avisa no es traidor.

Hoy en Circular, por todo esto, te traemos una propuesta diferente. Una propuesta realista. Algo en lo que te puedes concentrar y en lo que puedes luchar. Lo que podríamos bautizar como… (redoble de tambores)…la renovación de la lucha. Ya, sé que te has quedado igual, por eso vamos a explicártelo.

No sé si recordarás, o incluso si has visto (y si no lo has hecho, éste puede ser tu primer propósito para el año, verla), la escena de Matrix en la que Neo es apresado en la oficina por los agentes y llevado a una sala de interrogatorio. Allí, el siempre trajeado agente Smith, sentado delante del asustado Neo, le propone lo siguiente: si colabora con ellos, el agente Smith se compromete a lo que llama “borrón y cuenta nueva”, esto es, todos los delitos anteriores de Neo (o señor Anderson, como no parará de llamarle) son olvidados y archivados para siempre. “Vida nueva, señor Anderson”. Desde luego, es una propuesta curiosa.

Sí, claro, ya sé que el agente Smith es el malo malísimo de la película, y que Neo nunca aceptará el trato. Pero era una forma más entretenida para ofrecerte un trato. Total, ¿a quién no le gustaría ser el agente Smith alguna vez? La propuesta que te hace Dios es parecida, aunque no lleve gafas de sol (o sí): está dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva con lo sucedido el pasado año, y a que empieces de 0 otra vez. Todos lo proyectos fracasados, todas las cagadas, todos los errores…se archivan. Todo queda olvidado. Y empiezas otra vez. Otra vez en las mismas luchas, las mismas metas. Si quieres dejar de fumar o forrarte a matrículas, genial. Pero sobre todo céntrate en lo que sabes que debes mejorar y que nunca te sale. Concéntrate en esa pereza al levantarte, en no ser tan borde en casa, en no quedarte “anclao” toda la tarde en la televisión en lugar de estudiar, en rezar ese rato todos los días que te propusiste 230.458 veces, etc. Todos sabemos todas las cosas que tenemos que hacer, que mejorar. Y eso mismo es lo que Dios te propone para este año. Que sigas luchando con más ganas, con más ahínco. Que renueves la lucha, a machete.

Tres pasos sencillos para todos los públicos. El primero es que reces un rato y le preguntes a Dios en qué tienes que mejorar, en qué quiere que trabajes. Que te ayude a hacer examen de conciencia. Una vez que lo sepas llega el segundo paso: reconciliarte con Dios, limpiarte la cara de la mugrecilla del año. Asalta a un cura y confiésate bien. Es como cuando Rocky Balboa iba a su esquina después de un asalto; se le limpia la cara, se cierran las heridas… para poder empezar el siguiente al máximo posible. Y el último paso, el más difícil pero emocionante. Es el manos a la obra. Comenzar día a día a trabajar en lo que te has propuesto. Siempre pidiendo ayuda al Señor, que para eso está, para ayudarte. “That easy”, que dicen nuestros amigos del té.

Ya sabe lo que tiene que hacer. Usted decide. Buena suerte, señor Anderson.

Entra en el mundo por el establo

Homilía de Benedicto XVI en la Misa de medianoche
25 de diciembre de 2007


Queridos hermanos y hermanas:

«A María le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada» (cf. Lc 2,6s). Estas frases, nos llegan al corazón siempre de nuevo. Llegó el momento anunciado por el Ángel en Nazaret: «Darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo» (Lc 1,31). Llegó el momento que Israel esperaba desde hacía muchos siglos, durante tantas horas oscuras, el momento en cierto modo esperado por toda la humanidad con figuras todavía confusas: que Dios se preocupase por nosotros, que saliera de su ocultamiento, que el mundo alcanzara la salvación y que Él renovase todo. Podemos imaginar con cuánta preparación interior, con cuánto amor, esperó María aquella hora. El breve inciso, «lo envolvió en pañales», nos permite vislumbrar algo de la santa alegría y del callado celo de aquella preparación. Los pañales estaban dispuestos, para que el niño se encontrara bien atendido. Pero en la posada no había sitio. En cierto modo, la humanidad espera a Dios, su cercanía. Pero cuando llega el momento, no tiene sitio para Él. Está tan ocupada consigo misma de forma tan exigente, que necesita todo el espacio y todo el tiempo para sus cosas y ya no queda nada para el otro, para el prójimo, para el pobre, para Dios. Y cuanto más se enriquecen los hombres, tanto más llenan todo de sí mismos y menos puede entrar el otro.

Juan, en su Evangelio, fijándose en lo esencial, ha profundizado en la breve referencia de san Lucas sobre la situación de Belén: “Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron” (1,11). Esto se refiere sobre todo a Belén: el Hijo de David fue a su ciudad, pero tuvo que nacer en un establo, porque en la posada no había sitio para él. Se refiere también a Israel: el enviado vino a los suyos, pero no lo quisieron. En realidad, se refiere a toda la humanidad: Aquel por el que el mundo fue hecho, el Verbo creador primordial entra en el mundo, pero no se le escucha, no se le acoge.

En definitiva, estas palabras se refieren a nosotros, a cada persona y a la sociedad en su conjunto. ¿Tenemos tiempo para el prójimo que tiene necesidad de nuestra palabra, de mi palabra, de mi afecto? ¿Para aquel que sufre y necesita ayuda? ¿Para el prófugo o el refugiado que busca asilo? ¿Tenemos tiempo y espacio para Dios? ¿Puede entrar Él en nuestra vida? ¿Encuentra un lugar en nosotros o tenemos ocupado todo nuestro pensamiento, nuestro quehacer, nuestra vida, con nosotros mismos?

Gracias a Dios, la noticia negativa no es la única ni la última que hallamos en el Evangelio. De la misma manera que en Lucas encontramos el amor de su madre María y la fidelidad de san José, la vigilancia de los pastores y su gran alegría, y en Mateo encontramos la visita de los sabios Magos, llegados de lejos, así también nos dice Juan: «Pero a cuantos lo recibieron, les da poder para ser hijos de Dios» (Jn 1,12). Hay quienes lo acogen y, de este modo, desde fuera, crece silenciosamente, comenzando por el establo, la nueva casa, la nueva ciudad, el mundo nuevo. El mensaje de Navidad nos hace reconocer la oscuridad de un mundo cerrado y, con ello, se nos muestra sin duda una realidad que vemos cotidianamente. Pero nos dice también que Dios no se deja encerrar fuera. Él encuentra un espacio, entrando tal vez por el establo; hay hombres que ven su luz y la transmiten. Mediante la palabra del Evangelio, el Ángel nos habla también a nosotros y, en la sagrada liturgia, la luz del Redentor entra en nuestra vida. Si somos pastores o sabios, la luz y su mensaje nos llaman a ponernos en camino, a salir de la cerrazón de nuestros deseos e intereses para ir al encuentro del Señor y adorarlo. Lo adoramos abriendo el mundo a la verdad, al bien, a Cristo, al servicio de cuantos están marginados y en los cuales Él nos espera.

En algunas representaciones navideñas de la Baja Edad media y de comienzo de la Edad Moderna, el pesebre se representa como edificio más bien desvencijado. Se puede reconocer todavía su pasado esplendor, pero ahora está deteriorado, sus muros en ruinas; se ha convertido justamente en un establo. Aunque no tiene un fundamento histórico, esta interpretación metafórica expresa sin embargo algo de la verdad que se esconde en el misterio de la Navidad. El trono de David, al que se había prometido una duración eterna, está vacío. Son otros los que dominan en Tierra Santa. José, el descendiente de David, es un simple artesano; de hecho, el palacio se ha convertido en una choza. David mismo había comenzado como pastor. Cuando Samuel lo buscó para ungirlo, parecía imposible y contradictorio que un joven pastor pudiera convertirse en el portador de la promesa de Israel. En el establo de Belén, precisamente donde estuvo el punto de partida, vuelve a comenzar la realeza davídica de un modo nuevo: en aquel niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. El nuevo trono desde el cual este David atraerá hacia sí el mundo es la Cruz. El nuevo trono –la Cruz- corresponde al nuevo inicio en el establo. Pero justamente así se construye el verdadero palacio davídico, la verdadera realeza. Así, pues, este nuevo palacio no es como los hombres se imaginan un palacio y el poder real. Este nuevo palacio es la comunidad de cuantos se dejan atraer por el amor de Cristo y con Él llegan a ser un solo cuerpo, una humanidad nueva. El poder que proviene de la Cruz, el poder de la bondad que se entrega, ésta es la verdadera realeza. El establo se transforma en palacio; precisamente a partir de este inicio, Jesús edifica la nueva gran comunidad, cuya palabra clave cantan los ángeles en el momento de su nacimiento: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama», hombres que ponen su voluntad en la suya, transformándose en hombres de Dios, hombres nuevos, mundo nuevo.

Gregorio de Nisa ha desarrollado en sus homilías navideñas la misma temática partiendo del mensaje de Navidad en el Evangelio de Juan: «Y puso su morada entre nosotros» (Jn 1,14). Gregorio aplica esta palabra de la morada a nuestro cuerpo, deteriorado y débil; expuesto por todas partes al dolor y al sufrimiento. Y la aplica a todo el cosmos, herido y desfigurado por el pecado. ¿Qué habría dicho si hubiese visto las condiciones en las que hoy se encuentra la tierra a causa del abuso de las fuentes de energía y de su explotación egoísta y sin ningún reparo? Anselmo de Canterbury, casi de manera profética, describió con antelación lo que nosotros vemos hoy en un mundo contaminado y con un futuro incierto: «Todas las cosas se encontraban como muertas, al haber perdido su innata dignidad de servir al dominio y al uso de aquellos que alaban a Dios, para lo que habían sido creadas; se encontraban aplastadas por la opresión y como descoloridas por el abuso que de ellas hacían los servidores de los ídolos, para los que no habían sido creadas» (PL 158, 955s). Así, según la visión de Gregorio, el establo del mensaje de Navidad representa la tierra maltratada. Cristo no reconstruye un palacio cualquiera. Él vino para volver a dar a la creación, al cosmos, su belleza y su dignidad: esto es lo que comienza con la Navidad y hace saltar de gozo a los ángeles. La tierra queda restablecida precisamente por el hecho de que se abre a Dios, que recibe nuevamente su verdadera luz y, en la sintonía entre voluntad humana y voluntad divina, en la unificación de lo alto con lo bajo, recupera su belleza, su dignidad. Así, pues, Navidad es la fiesta de la creación renovada. Los Padres interpretan el canto de los ángeles en la Noche santa a partir de este contexto: se trata de la expresión de la alegría porque lo alto y lo bajo, cielo y tierra, se encuentran nuevamente unidos; porque el hombre se ha unido nuevamente a Dios. Para los Padres, forma parte del canto navideño de los ángeles el que ahora ángeles y hombres canten juntos y, de este modo, la belleza del cosmos se exprese en la belleza del canto de alabanza. El canto litúrgico –siempre según los Padres- tiene una dignidad particular porque es un cantar junto con los coros celestiales. El encuentro con Jesucristo es lo que nos hace capaces de escuchar el canto de los ángeles, creando así la verdadera música, que acaba cuando perdemos este cantar juntos y este sentir juntos.

En el establo de Belén el cielo y la tierra se tocan. El cielo vino a la tierra. Por eso, de allí se difunde una luz para todos los tiempos; por eso, de allí brota la alegría y nace el canto. Al final de nuestra meditación navideña quisiera citar una palabra extraordinaria de san Agustín. Interpretando la invocación de la oración del Señor: “Padre nuestro que estás en los cielos”, él se pregunta: ¿qué es esto del cielo? Y ¿dónde está el cielo? Sigue una respuesta sorprendente: Que estás en los cielos significa: en los santos y en los justos. «En verdad, Dios no se encierra en lugar alguno. Los cielos son ciertamente los cuerpos más excelentes del mundo, pero, no obstante, son cuerpos, y no pueden ellos existir sino en algún espacio; mas, si uno se imagina que el lugar de Dios está en los cielos, como en regiones superiores del mundo, podrá decirse que las aves son de mejor condición que nosotros, porque viven más próximas a Dios. Por otra parte, no está escrito que Dios está cerca de los hombres elevados, o sea de aquellos que habitan en los montes, sino que fue escrito en el Salmo: “El Señor está cerca de los que tienen el corazón atribulado” (Sal 34 [33], 19), y la tribulación propiamente pertenece a la humildad. Mas así como el pecador fue llamado “tierra”, así, por el contrario, el justo puede llamarse “cielo”» (Serm. in monte II 5,17). El cielo no pertenece a la geografía del espacio, sino a la geografía del corazón. Y el corazón de Dios, en la Noche santa, ha descendido hasta un establo: la humildad de Dios es el cielo. Y si salimos al encuentro de esta humildad, entonces tocamos el cielo. Entonces, se renueva también la tierra. Con la humildad de los pastores, pongámonos en camino, en esta Noche santa, hacia el Niño en el establo. Toquemos la humildad de Dios, el corazón de Dios. Entonces su alegría nos alcanzará y hará más luminoso el mundo. Amén.

Vuelve tu rostro sobre el pesebre

En la plenitud de los tiempos …, cuando el anhelo ardoroso de la humanidad por un Libertador asaltaba ya los mismos cielos… , en una silenciosa noche de diciembre…, en la gruta de Belén…, desconocido de todos…, rechazado de todos…, nació Nuestro Señor Jesucristo.

Lo pregonan hoy todas las campanas: ¡Ha nacido Cristo! Lo repiten hoy todos los corazones: ¡Ha nacido Cristo! Brilla hoy en todas las miradas la luz de este pensamiento: ¡Ha nacido Cristo!

¿Por qué se hizo hombre el Hijo de Dios?
Se hizo hijo del hombre para que podamos ser hijos de Dios. Se hizo débil para robustecernos. Se dejó envolver en pañales para librarnos de los lazos del pecado. Se hizo pequeño para que fuéramos más grandes. Se hizo pobre para enriquecernos. Nace llorando para secar nuestras lágrimas. Viene a la vida en país extraño para conducirnos a la patria verdadera de los cielos. No encuentra lugar en toda la ciudad para prepararnos lugar en el reino de los cielos.

No puedes negar ante este hecho el sumo amor de Dios. Dios te ama muchísimo. Aquí está la contestación a la pregunta: ¿Por qué se hizo hombre el Hijo de Dios? Antes de que tú existieses te miraba ya con amorosos ojos, y te llamaba por tu nombre… En caridad perpetua te amé, dice el Señor, que es como si te dijera: “Desde que soy Dios te amo; desde que me amo a Mí, te amo a ti; tan eterno es el amor que te tengo, como eterno soy Yo y el amor con que me amo” … En esto reconoce su caridad, porque El te amó primero antes que tú le amases y le pudieses amar.

Y porque te amó se comunicó a ti, se derramó a ti, y te atrajo a Sí con infinita bondad y misericordia de la nada. Te hizo ser racional, en el cual se resumen las cualidades de todos los seres creados: libre, inteligente, con capacidad de amar y ser amado. No eres un ser inanimado, no eres planta, no eres animal irracional. Por amor te hizo hombre y por amor Él se hizo hombre para amarte como hombre, como hermano, como hijo.

Porque te amó, está aquí. Ven… mira, pasa a contemplar una de las escenas más sublimes que han admirado los siglos, los ángeles, los hombres.


Vamos, acércate, entra al desmantelado portal, y verás a un Niño, envuelto en pobres y limpios pañales… recostado sobre paja en un pesebre… ¿Sabes quién es, cómo se llama?… Es Jesús…

Mira donde está el Niño, en un pesebre, el lugar donde se guardan a los animales. Recostado sobre paja, Áquel que es Rey de reyes y Señor de señores. Vestido sólo con unos pañales.



¿Cómo nos comportamos nosotros? ¿Buscamos el confort? ¿El primer lugar con calefacción, aire acondicionado, asientos cómodos? ¿Cuán de acuerdo está mi vida con la del Niño Jesús, pobre, desnudo, desprendido de todo?

Vuelve tu rostro sobre el pesebre, allí verás a una joven que es su Madre, María, Virgen Inmaculada.

Un varón respetable llora de ternura al contemplar este cuadro y es ¿no le conoces? el glorioso San José… el más feliz de todos los mortales que mereció ser tenido por padre de Jesús…

Y tú ¿qué haces? … ¿qué le dices a ese Niño?… ¿No te atreves a llegar por respeto a su cuna?

Acércate con humildad; no temas, que nadie te dirá: Atrás.

Párate un poco al lado del pesebre. Mira y remira a tu Niño Jesús, ¿No observas que te sonríe?… es que piensa en ti. Pensaba en ti antes que tú nacieras. Piensa en los designios que tiene para ti, los inmensos regalos que quiere hacerte, el amor con el que te quiere colmar. Te ama desde toda la eternidad. Piensa en todo lo que puedes hacer por El. Piensa en el apostolado que tienes en la palma de la mano, piensa en las almas que espera recibir mediante tu labor, ve tu alma y arde en deseos de reinar en ella. ¡Qué dicha la tuya Jesús piensa en ti!

Pero escucha ahora : ¿oyes sus gemidos? ¿no ves correr sus lágrimas por sus mejillas? Pues es que llora por ti … Él ve claramente las veces que le has de traicionar, que le vas a dar la espalda, que te mirara de frente y tu dirás: No, no te conozco.

Mira al Niño Jesús y vuélvele a mirar… ¡Qué bueno es Jesús! ¡Qué hermoso! ¡Cuánto te ama!… ¿Y aún continuarás negándole o regateándole tu amor?

Toma el Niño Jesús en tus brazos como María y José. Le ves qué hermoso es. Dile, dile cuánto deseas amarle, dile cuanto has de hacer por su amor, dile de tus proyectos en el apostolado, dile que harás todo por cumplir su voluntad. Niño Dios, haz que te ame cada día más, no permitas que me separe de Vos.

Mira al Niño Jesús en tus brazos, a quien arrullan unos pobres padres y festejan unos sencillos pastores en un establo, es al propio tiempo adorado y alabado como Dios de cielos y tierra por miles de Ángeles…Y mientras padece frío, viste los campos de flores, y esmalta de verdor las praderas y cubre de hojas los árboles…Y duerme en un establo, es honrado en un trono de gloria eterna en lo más excelso de los cielos…

Ahora, acércate a su pecho, escucha los latidos de ese Sagrado Corazón, que siempre ardió en amor a los hombres. Tú viniste a poner fuego en la tierra de mi corazón, y nada deseas tanto como verlo abrasado en las llamas de tu amor…Te humillaste Señor por mí hasta hacerte hombre por mi amor.

Hoy Jesús mío estás nuevamente aquí en el Santísimo Sacramento, humillándote nuevamente por conquistar mi amor. Señor quiero en este día pedirte que me alcances la virtud de la humildad que Tú me has enseñado tantas veces especialmente, al hacerte hombre, al nacer en un pesebre pobre y frío y también quedándote aquí en el Santísimo Sacramento.

María y José, preparad una cuna en mi corazón, que quiero albergar en ella a vuestro hijo Jesús…
No la desprecies, Jesús; ven y acepta, tal cual es, la casa pobrecita de mi corazón… Adórnala Tú, purifícala Tú con todas las virtudes especialmente la virtud de la humildad, y conságrala para tu morada, y sea mi corazón tu lugar de descanso y recreo eternamente. Amén.
Padre Antonio Rivero LC

Sólo el amor es digno de fe

Reproducimos la carta de felicitación que el Obispo Munilla ha colgado en su web enticonfio.org

Las tecnologías modernas han disminuido, en no pequeña medida, el tradicional envío de tarjetas postales de felicitación de Navidad. Los “SMS”, los “emails”, diversos tipos de “chat”, etc., son hoy el género de comunicación en alza.

Sabemos de sobra que lo importante es el mensaje, y que el medio utilizado es secundario. Por ejemplo, algunos de los “PPT” navideños que solemos recibir en nuestro correo electrónico, suelen transmitir un testimonio de fe incluso más profundo que el expresado en muchas de las tarjetas postales…

Sin embargo, es un hecho incuestionable que la extensión de la secularización ha coincidido en el tiempo con la introducción de las nuevas tecnologías, aunque entre estos dos hechos no haya una relación de causa-efecto. Y cuando ambas cosas coinciden (la vaciedad del mensaje y la nueva tecnología), entonces, parece como si pudiésemos ser testigos, de una forma particularmente elocuente, de la pobreza espiritual de nuestra generación...

Mientras que la tradicional felicitación navideña –independientemente del medio utilizado para transmitirla- nace de la necesidad de testimoniar y de comunicar la alegría de la fe de la que somos portadores; no pocos de esos “mensajes” que en estos días colapsan los terminales de la comunicación (y, de paso, llenan las arcas de las compañías telefónicas), son la expresión de las carencias afectivas que anidan en nuestra generación. En realidad, parece como si no supiésemos qué decir, pero a la vez, tenemos la necesidad de expresar que “estamos aquí”, y requerimos saber que no estamos solos…

La mayor pobreza generada por nuestra cultura materialista, es un profundo sentimiento de soledad y de orfandad moral… Llenamos nuestras calles de luces de colores, en formas geométricas sin significado alguno; como expresión de una “llamada oculta” que nace de nuestra profunda soledad, y que no hace sino generarnos más sufrimiento, si cabe, al comprobar cómo esos sentimientos sinceros son manipulados desde la vorágine consumista… No lo dudemos, tras el compulsivo envío de millones de SMS en estos días, se encierra el deseo de ser “algo” para “alguien”…

Paradójicamente, el mensaje cristiano al que la secularización da la espalda, transmite la gran noticia de que el hombre no está solo. Dios está con nosotros para siempre: es el Emmanuel, el “Dios con nosotros”. Desde la encarnación en Nazaret y la natividad en Belén, Dios comparte su vida con nosotros, y nos bendice con su entrañable “presencia”. El rechazo de este mensaje de salvación, condena al hombre a padecer las duras consecuencias de una soledad existencial, incluso, óntica…

Los cristianos tenemos una fe que nos rescata de la soledad, y con gozo y alegría damos testimonio de ello. Esta es la caridad más preciosa: el testimonio de la comunión con Dios y con el prójimo. Felicitar la Navidad es algo tan importante como necesario…

Este año, he pensado felicitaros la Navidad de una forma especial. Quiero compartir con vosotros una felicitación que he seleccionado, de entre las muchas recibidas. Se trata de un mensaje de fe que me han hecho llegar a mí, y que yo también quiero extenderos a todos vosotros. Es la tarjeta navideña que me ha enviado –y, ahora, también a vosotros- D. Manuel Ureña, Arzobispo de Zaragoza. La transcribo literalmente:

“Sólo el amor es digno de fe; sólo el amor nos sacará de este túnel y de todos los túneles, también del túnel de la muerte y de la vida sin Dios y sin prójimo. Pero nos salvará no un amor cualquiera. ¡Hay tantas formas de amor que son indignas de ese nombre! Nos salvará el Amor en mayúscula, esto es, la caridad en la verdad y desde la verdad. Ese Amor no está a nuestro alcance. Pero nos ha sido entregado en Cristo por el Espíritu. Vayamos a Belén para ser encontrados por el Amor. ¡Feliz Navidad 2009!”

Con el deseo de que durante esta Navidad, este Amor sea una realidad en cada una de nuestras familias, con cariño os envío mi bendición,
+ José Ignacio Munilla

De narcotraficante a sacerdote

Ivan se marchó a Alemania con 18 años. Tenía ansias de libertad, aunque no sabía qué significaba y terminó traficando y drogándose con heroína. «Dormía en los mejores hoteles, cambiaba de coches y de chicas cuando quería», confiesa. Hasta que fue a Medjugorje.


Ivan Filipovic fue el amo del narcotráfico en Frankfurt. Durante unos siete años no había garito que no controlara, negocio del que no supiera y marco que se escapara de su control. Hoy, a sus cuarenta años, es sacerdote católico. Su asombrosa historia se puede leer de forma extensa en el libro «Medjugorje» (LibrosLibres). Este es un pequeño extracto.

- Padre Ivan, ¿puede contarnos algo de su vida?
Desde pequeño he sido un rebelde que andaba en busca de la «libertad». Nunca pude aceptar una manera normal de vida. Escuela, Facultad, mujer, hijos, trabajo, carrera, las vacaciones en la playa… me parecía demasiado estrecho. Así que me fui de casa muy pronto. Con dieciocho me marché a Alemania en busca de esa libertad que tanto ansiaba.

- ¿Qué le esperaba en Alemania?
En principio nada, la aventura. Allí conocí el mundo criminal, el mundo del dinero y la prostitución. Digamos que todo lo que el mundo te ofrece hoy. Muy pronto prosperé en la calle. Con dieciocho años ya ganaba muchísimo dinero para vivir.

- ¿Cómo?
Empecé a traficar con droga. Ese dinero luego lo gastaba en discotecas privadas y en una vida que tal vez muchas veces los jóvenes sueñan con tener porque han visto demasiadas películas americanas. Yo dormía en los mejores hoteles, cambiaba de coches y de chicas cuando quería.

- Hábleme de su ruina.
Cuando me drogaba no estaba en estado de trabajar ni de nada más, de verdad. Ese era mi estilo de vida. La música, los conciertos, los clubes… yo tenía mi mundillo. Pero muy pronto llegó el fin a todo eso. Tenía veinticinco años y estaba muy cansado de la vida. Los míos sabían que me drogaba. Yo tenía todo el cuerpo marcado, ¿sabe? Ya no tenía venas, y hoy, quince años después, sigo sin tenerlas.

- ¿Cómo conoció la Comunità?
Teníamos un primo que estaba viviendo en la casa que la Comunidad tiene en Medjugorje. Al principio entré para descansar. Pensé quedarme unos meses. Entonces conocí a sor Elvira, la fundadora de la comunidad.

- ¿Qué ocurrió en aquella catequesis?
En un momento dado nos preguntó quien quería llegar a ser bueno. Todos a mi alrededor levantaron la mano, pero yo no podía. Me impresionó tanto la hermana Elvira que no tuve coraje de mentir y aquella noche no pegué ojo. Lloré toda la noche. Salio mucha furia, mucha amargura. Aquella noche decidí que quería hacer el programa de la Comunità hasta el final. Creí a sor Elvira. Por fin encontré a una persona a la que creía del todo.

- Algo muy fuerte tuvo que hacer o decir para que una persona como tú, diga que aquella monja italiana fue la primera persona en el mundo a la que creyó de verdad.
Sor Elvira dijo aquella tarde que nosotros no sabíamos quienes éramos, y eso me hizo daño, como si alguien me hubiera pinchado. Recuerdo que yo pensé: «¿Ésta monja de qué va? Tengo 26 años, ¿cómo que no se quien soy?». Nos dijo entonces que solamente podríamos saber quienes éramos si teníamos el valor suficiente para arrodillarnos ante Jesús en la Eucaristía.
Luego pasé aquella noche llena de lágrimas y al día siguiente fui a la capilla y dije: «Si es verdad lo que dice la hermana, que yo no sé quien soy, y si es verdad que tú estás vivo en la Eucaristía, quiero ver la verdad, quiero saber la verdad sobre mí, sobre quien soy yo». Y le puedo decir que desde aquel día, con la ayuda de Jesús, empecé a mirar en mi corazón y empecé a ver muchas cosas que antes no quería ver. Mis mentiras, injusticia, la sabiduría de la calle que había acumulado a lo largo de los años.

Recuerdo que cuando veía mis debilidades me quedaba muy apenado. Sentía un fuerte arrepentimiento y decía: «Jesús, no quiero ser así, perdóname, ayúdame», y vivía la experiencia del perdón de rodillas, tan fuertemente, que muchas veces surgía con lágrimas, con sentimientos y pensamientos que venían del corazón. Aprendí que la oración no es solamente lo que me enseñaron en las clases de religión. Aprendí que a través de la verdad ante mí mismo, a través del arrepentimiento, yo vivía el perdón de Dios. Yo fui perdonado y amado por Dios. Comprendí que la oración influye en la vida. Que la oración tenía mucha influencia en mi relación con las personas de mi entorno, y creí en la oración. Creí en ese Dios que me ha tocado el corazón.

- ¿Quedaron realmente sanadas todas las heridas de su vida pasada?
La droga es un drama de la vida. En la comunidad se pueden vivir grandes experiencias espirituales, pero la droga sigue siendo un gran drama. La droga le hace al hombre muy frágil. Le cuento un ejemplo. Cuando llevaba cuatro años en la comunidad y mucha experiencia espiritual acumulada, sor Elvira me permitió que empezase los estudios y me marché a Pisa. Fui en tren hasta allí y cuando bajé de aquel tren en Pisa, en dos minutos yo tenía una imagen bien clara de la estación. Lo había reconocido todo. Reconocí al policía de paisano, a las prostitutas y a los chulos que las vigilaban, a los traficantes de droga, a los que buscaban la droga y a los que no tenían dinero para comprarla y que necesitaban robar. Todo eso en dos minutos. Llevaba cuatro años fuera del mundo, pero me bastaron solo dos minutos para verlo todo, porque a lo largo de mi vida, las expresiones de la cara, de los ojos, la manera en que las personas cogían el cigarrillo, el paso, los movimientos… todo fue memorizado profundamente en mi interior. Entonces comprendí lo frágil que era, porque todo mi pasado estaba memorizado.

Yo creo que ahí está la fragilidad de un adicto. Nosotros tenemos memorizado cómo huir de los problemas, cómo huir de la cruz hacia un mundo ilusorio. Tenemos memorizado el flash de la cocaína, tenemos memorizado lo que significa tener sexo libre con una mujer… todo eso está en nosotros y esa es la fragilidad de un adicto. Y a pesar de todas mis experiencias espirituales, esa fragilidad sigue existiendo.

Por eso le digo que el adicto nunca puede actuar como un hombre «normal». Cada hombre necesita de Dios. El hombre sin Dios, con el tiempo ya no es hombre, es un animal. Y el adicto necesita más de Dios que los demás. Por ello, Dios, respondió a las necesidades del hombre con una comunidad como ésta. A través de esta comunidad, Dios ha descendido para acoger a los últimos, y únicamente Él es capaz de ello, de pasar por nuestro pasado y convertir la tiniebla en luz, la desesperanza en esperanza, la tristeza en alegría.

A través de oración me reconcilié con mi pasado. Hoy, cuando reflexiono los sucesos de mi pasado, tengo paz. Ya no hay más agitación, ya no hay impulsos negativos, no hay incomodidad, no hay vergüenza, ya no existen esos impulsos grandes y fuertes. Solo hay paz, porque Dios ha atravesado todo ello a través del sacramento de la Confesión. Me ha reconciliado con mi pasado, ha convertido la oscuridad en la luz. Hoy mi pasado es una riqueza de donde saco la sabiduría para ayudar a las personas que están en el camino.

- ¿Entonces cobra sentido la cruz de Cristo?
Sí. Lo veo así. Pero no soy tonto. La droga es una desgracia y un mal. Yo no me hubiera drogado nunca si pudiera volver al pasado, ahora bien: Dios es muy grande. Dios sabe volver y coger al último marginado. Y si se lo permites, Él puede atravesar tu vida a pesar de lo difícil y dramática que fue. Puede transformar todo eso en la luz.

Una ayuda más

Hoy te traemos, como dice el título, otra ayuda más para tu vida. Bueno, en realidad es Dios quien te la trae, nosotros te la explicamos un poco. Y es que, y no hace falta que se te diga, la vida es muy complicada. Ya no sólo por las cosas externas (el trabajo, problemas en casa, con los amigos, etc), sino sobre todo por nuestra propia lucha interior. Sí, aunque a veces no seamos muy conscientes, en nuestro interior hay una lucha muy dura, y todos los días estamos tomando decisiones, haciendo cosas, que influyen enormemente en esta lucha y por ello, en nuestra vida.

Esta lucha interior, que es la más importante, la hemos encontrado en los dibujos animados; cuando aparece al lado de la cabeza del personaje un diablillo por un lado, y un angelito por otro. Es una imagen simplista, pero es verdad que, ante determinadas situaciones, uno tiene un debate interno muy parecido: “debería estudiar pero….estoy cansado…no sé…” “tendría que pedir perdón a juanito, pero me da vergüenza” “toca decir la verdad y reconocer mi error, pero si miento…tampoco se van a enterar…” y un larguísimo etcétera. Todos lo hemos vivido.

Hoy vamos a hablarte de un aliado en esta lucha que tenemos muy olvidado: el ángel de la guarda. Claro, lógicamente hay que contar primero con nuestra oración a Dios, con la Virgen…pero sería bueno que también cogiésemos el hábito de tratar con esta ayuda que Dios ha puesto a nuestro alcance.

La idea del ángel de la guarda todos la conocemos. En muchas películas salen ángeles de la guarda por ahí, que si han perdido las alas, que si patatín… películas. En realidad, es algo más sencillo que todo eso. Podríamos pedalear sobre verdades teológicas elevadas, pero vamos a intentar ser sencillos. Lo que llamamos teología nivel usuario. Los ángeles de la guarda son ángeles a los que Dios les ha encomendado una misión específica; que nos acompañen allá donde vayamos para cuidarnos, protegernos y ayudarnos. No, lo siento, no van a recoger tu cuarto por ti, ni tampoco harán tu trabajo. Pero sí te ayudarán a ti a hacerlo. Su ayuda es muy efectiva (Dios no pierde el tiempo), pero como hace el mismo Señor, respeta tu libertad. Te puede recomendar que no acuchilles al vecino por poner la música alta en época de exámenes, pero si te empeñas…

¿Cómo puedes tratar a tu ángel de la guarda? Bueno, empieza por ponerle un nombre. Ya que es tu ángel de la guarda, puedes llamarle como prefieras. Está ahí para ti. Una vez decidas como llamarle, puedes tratarle como a un compañero de viaje, que es lo que es. Si necesitas ayuda para hacer un trabajo, para derrotar a una tentación, para tomar una decisión…cuenta con él. No es Dios, pero es otro link para llegar a Él, y si el mismo Señor te lo ha puesto, para algo será, ¿no crees? Te ayudará a rezar, a vencer tentaciones, a recordarte qué tienes que hacer, cómo debes tratar a los demás. Un Pepito grillo, vaya.

Pero además de eso, es bueno recordar que toda persona tiene su propio ángel de la guarda. Y todos tienen el mismo objetivo: acercar al ser humano a Dios. Por eso, ellos pueden ayudarte en ciertas situaciones concretas. Imagina que tienes un amigo que lleva un tiempo muy mal. Ha caído en algún vicio que le está haciendo daño, o está en un momento difícil de su vida y necesita ayuda. Pero por lo que sea, no está dispuesto a escuchar a nadie. Un buen día consigues quedar con él para charlar. Antes de llegar a la cita puedes armarte bien para ayudarle; reza a Dios, pídele intercesión a la Virgen, pide un capote a tu ángel de la guarda y…¡¡¡también al suyo!!! Si es algo bueno lo que tienes que decirle, su ángel de la guarda estará encantando de ayudarte. Así, pasa de ser 1 contra 1, para ser 4 contra 1.

Esto a veces nos puede sonar a ciencia ficción, pero es real. El ángel de la guarda te puede ayudar de verdad, y se nota su auxilio, aunque uno mismo se sume los tantos como suyos. No pierdas el tiempo, ¡hazte amigo de tu ángel de la guarda!

La Fuerza del ejemplo

Quisiera plantearte una cuestión. No sé si alguna vez lo habrás pensado. Piensa ahora mismo en tu ciudad o en tu barrio. En ese San Sebastián, Madrid, Vallecas, Rivas, Málaga… el que sea. Imagina ahora el total de la población de esos lugares. Cientos, miles y, en algunos casos, millones de personas.

Ahora, piensa en tu zona. La más próxima a tu domicilio. Quizás ahí cerca esté tu parroquia. Cada ciudad tiene, en algunos casos, más de una parroquia. Otras sólo una. A esa parroquia le corresponde la labor de llevar a Cristo a todas esa gente. Pero, escucha, se todos los habitantes a los que corresponde una parroquia, sólo el 10 % acude. ¿Por qué? Te lo has preguntado alguna vez. Una ciudad de 20.000 personas y sólo 2.000 o 1.000 acuden a la iglesia. ¿qué pasa con los 19.000 restantes? La razón es sencilla, para acudir al templo hace falta tener fe.

Pues vaya faena, dirás. Es muy difícil que todos ellos tengan fe. De nuevo, te pregunto. ¿Existe algún signo para que una persona pueda ver a Jesús sin fe? La respuesta es sí, de dos formas distintas.

La primera, mediante un milagro físico
Todos somos los cojos del Evangelio. Ese paralítico de las escrituras somos nosotros. Hoy Dios sigue diciendo a mucha gente, Levántate y camina. Será el caso de algún familiar tuyo que se repuso de una enfermedad, la conversión de una amiga tuya, el que tu primo haya seguido estudiando en vez de frecuentar esos ambientes extraños. No lo sé. Los milagros hoy sigue dándose. Otra cosa es que sepamos apreciarlos. Un milagro es que sigas siendo cristiano en medio de una sociedad que te invita a dejarlo. Milagro es celebrar la amistad con unos amigos de cañas. O quizás por cosas inexplicables que nos hayan sucedido o por cosas tan elementales que no valoramos. Tan milagro es que mañana aparezcan siete soles en el cielo cuando despiertes como que vuelva amanecer. La limitación de los milagros es que los tienes que vivirlos tú en primera persona. Si alguien no los vive no le van a decir nada. Es algo muy limitado.

La segunda forma, mediante el mandamiento nuevo
En S. Juan, "Un Mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo es he amado. Así conocerán que sois mis discípulos". Ese es otro signo para creer sin fe, para que el mundo pueda ver a Jesucristo sin creer en Él. Cuando Jesús dijo eso hablo de amar hasta la muerte, hasta dar la vida por nosotros. De los primeros cristianos se solía decir: "mirar cómo se aman". ¿Se puede decir eso mismo de nosotros hoy en día?, ¿de tu parroquia o grupo? Si tu vives este mandamiento, el amor de Jesucristo radia a todo el mundo que esté cerca de ti.

También en el mismo Evangelio se repite esta invitación al amor, "que todos sean uno". Cuando eso lo vean, creerán en Jesucristo.

No sé cuál es tu nivel de implicación en tu parroquia, centro, movimiento o asociación cristiana. Aunque sí te digo de primeras que la fe no se puede vivir en soledad, necesitamos de otra gente con la que renovar fuerzas para seguir luchando. Si tú te entregases con fuerza a echar un cable en tu iglesia, si pusieses el esfuerzo de vivir ese mandamiento nuevo del amor entre los que estén contigo. Si eso fuese así, te aseguró que habrá una renovación en tu ambiente.

¿Cuánta gente que jamás pasará por la iglesia de tu zona?, ¿cuántos vecinos jamás sabrán que allí estaba Dios por ellos? Por eso Jesús dijo esas palabras, porque por ver ese amor entre los tuyos podrán acercarse a Cristo. Eso llevará a que tu grupo, tu parroquia crezca. Pero si la iglesia pierde su misión de llevar a Jesús a los demás... Y si los propios grupos pierden a Jesucristo no se hará nada. ¿Estamos perdiendo el tiempo?

Quizás te entre miedo involucrarte en esta aventura. Recurrimos así al antiguo Papa, Juan Pablo II.”No tengáis miedo a ser santos”. ¿Por qué conformarnos con la mediocridad, con hacer lo mínimo de lo mínimo? Un hijo sabe que su padre no quiere nada malo para él. Vamos a abrirnos esta semana más al Padre. Vamos a buscar cuál es la misión que nos corresponde. Vamos a luchar por sembrar un ambiente cristiano en nuestra diócesis, parroquia o institución. Te animas. Vamos a rejuvenecer la Iglesia.

Finde por la VIDA y los NECESITADOS


Ha sido un fin de semana intenso. El viernes 16 hubo una manifestación para erradicar la pobreza en el mundo bajo el lema: “Rebélate contra la pobreza. Más hechos, menos palabras.”. El sábado 17 se celebró en Madrid, Medellín, Dublín, Santiago de Chile, San José y Varsovia una gran fiesta y manifestación por la vida. Familias con carritos, jóvenes, ancianos gritaron alto el valor de la vida.


Y hoy domingo, la Iglesia católica celebra el día del DOMUND. Acontecimiento que se celebra el penúltimo domingo de octubre y hoy vamos a intentar conocerla un poco más

Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND)

“ Id por todo el mundo a predicad el Evangelio ”

En todos los países del mundo hoy se hace oración por las misiones y por los misioneros que se encargan de llevar la palabra de Dios a los que no lo conocen o a los que lo han olvidado.

¿Por qué se dedica este día a las misiones?

Se tiene un domingo dedicado a las misiones porque todas las personas necesitamos de Dios para poder llegar al cielo. Los misioneros tienen como tarea enseñarnos el Evangelio para poder alcanzar la vida eterna. Su labor es de capital importancia.

Un poco de historia

Los misioneros son personas que van a otros lugares para hablar a los hombres de Jesús, para enseñarles a rezar, para decirles que todos debemos amarnos y ayudarnos los unos a los otros, para anunciarles la buena nueva: que Dios nos ama y quiere que todos los hombres se salven.
En el mundo existen actualmente 983 "territorios de misión" y en ellos trabajan casi 50 mil sacerdotes y 370 mil catequistas, casados o solteros, que trabajan a tiempo completo o parcial.
Todos estos misioneros se han comprometido a anunciar el Evangelio a los 3,500 millones de hombres que todavía no lo conocen y que representan las dos terceras partes de la humanidad.

¿Cuál es su labor?

Atienden leprosarios, hospitales, hogares para huérfanos y ancianos, dispensarios, colegios, universidades. Su labor no es fácil, se les presentan muchas dificultades que tienen que vencer para lograr transmitir la palabra de Dios a los demás. Necesitan de nuestra ayuda espiritual, humana y material.

Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Jornada mundial de las Misiones 2009




Oración para el inicio de curso

¿Cómo va el comienzo del curso 2009/10?, ¿qué cambios vas a dar en tu vida?, ¿cuáles son tus objetivos?, ¿de dónde vas a beber el agua de la fe?, ¿cómo será tu relación con Dios este año?, ¿dónde puedes mejorar?, ¿sabes ya cuál es Su Voluntad? Hoy te damos en CIRCULAR una oración para que la recites despacio durante los días de esta semana, y todas las veces que quieras. A ver qué te puede decir Cristo a través de ella:

Tú me llamas, Señor,
y yo tengo miedo a pronunciar el sí.
Me quieres,
y yo trato de escaparme.
Me pides que te permita adueñarte de mí,
y yo pongo resistencia.
Tu gracias me empuja desde dentro
y, entonces, todo me parece fácil.
Pero llegan las dudas,
cuando pienso en todo a lo que debo renunciar.
Señor, dame fuerzas para no negarme.
Sea cual sea mi edad, Señor,
quiero seguirte con la prontitud de Pedro y de Andrés,
de Santiago y Juan,
como los obreros
que fuiste a buscar a la plaza, a todas las horas,
para trabajar en tu campo.
Quiero seguirte, Señor,
aunque tenga miedo de mis posibilidades,
aunque el mundo no comprendo lo que hago.
Quiero seguirte, para realizar la obra
Que Tú has comenzado
Sin buscar más premio que Tú y tu amor, Señor.
AMÉN

Con misericordia eterna te amo

No sé si alguna vez te ha pasado, a mí desde luego sí, que cuando has cometido un error, uno gordo, nos cuesta comprender el amor tan grande que Dios nos tiene -que Dios te tiene- pese a estos fallos. Cuando confesamos nuestros pecados se nos queda ahí un pequeño resquemor en el corazón. Creemos que Dios en el fondo nos mira mal, está defraudado. Pero hoy te digo que eso no es cierto, nuestro problema es que no sabemos vernos a través de los ojos de Dios.

La mirada de Dios
Decía el jesuita Jesús María Granero, “Dios no olvida aquello de lo que no le has pedido perdón; pero no recuerda aquello que te perdonó”. ¿Te es difícil de creer? Mira a la Cruz, vete a tu cuarto o una iglesia y mira un crucifijo. Ese hombre ha sido entregado por ti. Tu alma ha sido comprada a un gran precio: el sacrificio nuevo y eterno de Jesucristo. Ya eres una criatura nueva, no eres propiedad de las tinieblas.

¿Tú te sientes amado con tus pecados?, ¿sabías que Dios, pese a tus errores, está loco por ti?, ¿qué ha podido ver en nosotros –en ti-? Te responde el profeta Isaías (Is 43, 1-4). “No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. Si pasas por las aguas, yo estoy contigo, si por los ríos, no te anegarán. Si andas por el fuego, no te quemarás, ni la llama prenderá en ti. Porque yo soy Yahveh tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. He puesto por expiación tuya a Egipto, a Kus y Seba en tu lugar dado que eres precioso a mis ojos, eres estimado, y yo te amo”.

Lo has oído bien. TÚ ERES AMADO. Eres precioso a sus ojos. El sentirse amado revoluciona la vida. Lo habrás podido ver en poemas, películas, en tus amigos. Cuando llega el amor, todo se renueva. Pues esa transformación puede llegar a ti hoy, ahora mismo, de la mano de Dios.

Suele decir el refrán que el que la hace la paga. ¿Cuántos platos rompimos tú y yo hasta el día de hoy? Seguro que más de uno… ¿y qué? Dios no sigue esas normas humanas. Él te dice, no cargues más con tus pecados. Déjamelos a mí. Yo pagué por ti, por tus heridas, en la Cruz. Mira esta semana los crucifijos, llévate la Pasión a tu oración y no te centres en ¡ayyyyy, cuánto he pecado! No, sino ¡ayyy, cuánto he sido amado!

Si quieres profundizar más en esta realidad ponte un doble objetivo esta semana:
1. Métete en el Evangelio como un personaje más
2. Pedirle las siguientes gracias:
a. Poder ver mis pecados como Jesús los ve
b. Que sienta dolor por mis faltas pero no con idea de regodearme en ellas
c. Agradece su amor por ti
d. Humildad. No mirar a Dios con soberbia
e. Amor a Jesús, que salga más enamorado
Vale, de acuerdo. Pero ¿qué leo? Desde Circular te recomendamos trabajar el tema de la misericordia de Dios con estos pasajes:
- Mt 5
- Mt 18, 21-35
- Mt 21, 28-32
- Lc 7, 36-50
- Lc 15
- Lc 19, 1-10
- Jn 8, 1-11
- Texto de Tengo sed ti (pincha aquí para tenerlo)

No hace falta que te los lleves todos. Empieza por uno y párate donde sientas que la Escritura te dice algo. Trabaja esa diferencia entre el pecado de Pedro y de Judas. Pedro acepta que Dios le ha perdonado. Es tu turno. Dios perdono tus culpas, olvídate de ellas. Dios no quiere que nos odiemos. Judas tuvo soberbia, creía que no se podía perdonar lo que hizo, que él era lo peor. Pide esta semana el don de perdonarte a ti mismo. Si somos capaces de aceptar nuestras caídas veremos que no son obstáculos para nuestra santidad. Dios todo lo puede.

¿Por qué nos cambian al cura?

Cada año, el final del verano trae consigo una cierta revolución en algunos pueblos y ciudades de nuestra geografía española. Es la reacción ante algo que en todas nuestras parroquias sucede cada ciertos años, más tarde a más temprano: el traslado del párroco. Un hecho ante el cual -sobre todo cuando los feligreses están satisfechos de la labor de su sacerdote-, surge muchas veces esa famosa pregunta: "¿Por qué nos cambian al cura?".

Hagamos un poco de historia: Antiguamente, las parroquias y otros puestos eclesiásticos eran ocupados por oposiciones, al estilo de los funcionarios. Se hablaba incluso de parroquias de primera, de segunda o de tercera, según su tamaño a sus ingresos. Los sacerdotes empezaban su ministerio en lo que se llamaba una parroquia “de inicio”, de poca importancia. Con los años, si les convenía, iban opositando a las parroquias de mayor importancia que iban quedando vacantes. En cualquier caso, al ser un oficio ganado en oposición, el párroco no podía ser removida de su parroquia salvo por una causa grave, siendo prácticamente el "dueño" del puesto.

EI Concilio Vaticano II suprimió este sistema de provisión parroquial porque presentaba varios inconvenientes: En primer lugar, era injusto al hacer distinciones de rango entre los fieles de las distintas parroquias, pertenecientes todos al mismo Pueblo de Dios. En segundo lugar, podía dar lugar a un excesivo acomodamiento de los párrocos, que tras pasar toda su vida en un mismo pueblo podían caer (ellos y sus fieles) en una especie de "rutina religiosa". En tercer lugar impedía que el obispo pudiera proveer a las necesidades pastorales de las distintas parroquias
enviándoles al párroco más idóneo para cada caso particular.

Actualmente, por tanto, los sacerdotes son enviados a una u otra parroquia según su idoneidad y según las distintas necesidades de la diócesis, que quedan a la prudente discreción del obispo diocesano, oído el parecer de sus consejeros.

Ciertamente, el derecho canónico procura dotar de estabilidad al oficio del párroco. Sin embargo también prevé su movilidad "cuando el bien de las almas o la necesidad o la utilidad de la Iglesia requieren que un párroco sea trasladado de la parroquia que rige con fruto a otra parroquia o a otro oficio". EI párroco puede alegar sus motivos en contra del traslado. Pero tengamos en cuenta que una de las promesas que los sacerdotes hacen al obispo en su ordenación es la obediencia, por lo que también prevé el derecho que "si a pesar de los motivos alegados, el Obispo estima que debe hacerse el traslado, emitirá el decreta correspondiente, disponiendo que la parroquia
quede vacante al término del plazo que determine".

Hay que decir, por tanto, que el traslado de un párroco no es un castigo ni para el sacerdote ni para sus fieles. Debemos dejar a un lado nuestro "egoísmo" (aunque sea movido par el cariño mutuo) y entender que el bien de la Iglesia, la misión universal que Cristo le encomendó ("Id y haced discípulos por todos los pueblos'') requieren de la disponibilidad y movilidad de sus ministros, que no pueden estar "atados" a un lugar concreto.

Algunas actuaciones imprudentes que tristemente se están poniendo de moda entre algunos fieles con un sentido deformado de la democracia (manifestaciones, recogida de firmas, quejas contra el obispo en los medias de comunicación) no sirven sino para dar una pésima imagen de la Iglesia, mostrando muchas veces a los obispos
como déspotas que utilizan a los sacerdotes y a las parroquias a su capricho, cuando lo único que les mueve a actuar es el bien de las almas, que es la primera ley de la Iglesia. Este tipo de actuaciones no dejan de ser un arma puesta en manos de los que atacan a la iglesia, y un escándalo para los más débiles en la fe. Además, son un flaco favor para el sacerdote que lleno de ilusión viene a hacerse cargo de su nueva parroquia. No olvidemos que el sacerdote al que con tanta pena despedimos, también fue en algún momento "el cura nuevo".

Extraído de la Revista Diocesana de Cuenca “Iglesia Diocesana”

En medio del mundo

Muchas veces, los jóvenes de hoy nos admiramos cuando vemos que una persona cercana a nosotros ha decidido abandonar este mundo, voluntariamente por una llamada de Dios [Véase el artículo en el siguiente artículo]. Es el caso de muchos chicos y chicas jóvenes de entre 15 y 30 años que notan una llamada especial de Dios a dejar todas las cosas y seguirle en un monasterio. Sin duda, responder a esta llamada de Dios cuando se está en plena juventud supone sacrificio, porque cuesta dejar a los padres, a los amigos, las ilusiones profesionales…, por Dios. Pero uno descubre la alegría de esas personas que han sabido ser generosas, una alegría que ni ellas mismas son capaces de expresar, porque es inefable, porque han sabido responder que sí y Dios no se deja ganar en generosidad. Estas entregas nos impactan enormemente.

Pero Dios no llama solamente a la vida consagrada. Hoy en día existen vocaciones divinas y caminos cristianos en medio del mundo a los cuales Dios también llama. La vocación es un don de Dios que llama y el hombre, que responde con generosidad. Por eso se dice que la vocación es personal y que Dios llama a cada uno a la vida que sabe que es la que más le gusta, en la que más feliz va a ser. Pongamos un ejemplo para que se entienda.

El año pasado el F. C. Barcelona dejó atónitos a todos los seguidores del fútbol logrando un triplete histórico. Todos parecen coincidir en que gran parte de ese éxito se debe a la labor del entrenador, Pep Guardiola, que supo sacar de cada jugador lo mejor. Guardiola ponía a cada uno en su sitio, le pedía lo máximo que podía dar en su puesto y conforme a sus capacidades. Si se le hubiera ocurrido poner a un defensa como Puyol de delantero y llevar de central a Eto´o, otro gallo hubiera cantado. Cada uno era imprescindible, eso sí, en su sitio.

Dios hace igual con los cristianos, poniendo a cada uno en su lugar, pidiéndole lo máximo ahí, para hacer rendir sus talentos. A veces nos podemos admirar de la vocación de un amigo o de una amiga porque se ha apartado del mundo para dedicarse a la contemplación. Esa es su vocación y ahí es donde va a ser más feliz. Pero no tienen porqué ser esos los planes que Dios tiene pensados para nosotros. Dios nos puede pedir que seamos santos en medio del mundo, con nuestro trabajo, sin hacernos religiosos o sacerdotes, porque ahí no íbamos a ser felices. Si es así, nuestra entrega no es menor que la de los que han hecho votos o se han ordenado, sino diferente.

Una vez leí la historia de un amigo de Juan Pablo II en la universidad, que el mismo Papa ponía de ejemplo. Era un chico joven, estudiante de buenas notas y católico. Descubrió que su manera de servir a Dios no era en un monasterio o como sacerdote, sino en el matrimonio. Desde entonces, le pedía a Dios que le mostrara a la esposa que Él le había preparado, a la vez que intensificaba su vida de piedad para prepararse para el matrimonio. Hoy, está abierto su proceso de Beatificación.
No podemos pensar que, como Dios no me llama a la vida consagrada, mi entrega y mi generosidad son menores. No, sino que Dios puede tener pensados otros planes que debo de descubrir en mi oración personal y con una vida cristiana exigente. Sólo así, descubriremos, cuando Dios tenga pensado decírnoslo, nuestro camino. Pero si hacemos de nuestra vida de piedad algo aguado, si dejamos entrar la comodidad, entonces estamos cerrando las puertas a lo que Dios nos pida, que es sin duda, el lugar donde más felices vamos a ser. Sería engañarnos el pensar que la vida cristiana “de a pié” supone una menor entrega, que entramos por la puerta de atrás del cielo o que sólo es para los que se han comprometido en una institución.

¿Qué quiero decir con todo esto? Pues es sencillo, que no hace falta que todos seamos religiosos, ni sacerdotes. Lógicamente, hacen falta muchos religiosos y sacerdotes buenos y santos, pero es posible que, a la mayoría, Dios le llame a servirle con su trabajo, con su familia, entre sus amigos y colegas. Para algunos en una institución, congregación o movimiento de laicos, y para otros sin tener que pertenecer a nada en especial. Eso sólo Dios lo sabe. Eso sí, hay que esforzarse por alcanzar ahí la santidad, con una exigencia igual para todos, que es la exigencia del Evangelio, de la santidad. Descubrir la propia vocación, allí donde nos llama Dios, y decidirse a vivirla plenamente, pues la santidad es una cosa para todos y de la decisión de ser santos, tú y yo, dependen muchas cosas importantes para la Iglesia.
Mariano Almela
Colaborador de grupocircular

De gogó a monja por la gracia de Dios


Anna Nobili bailaba habitualmente como bailarina-gogó en un club nocturno pero por la gracia de Dios, admite ella fácilmente, pudo poner fin a su prisión.

Esta es su historia.
La conversión de Anna a Cristo fue tan radical como hermosa. Ella es actualmente religiosa en las Hermanas Operarias de la Sagrada Familia de Nazaret.

Anna creció en Milán. Junto a sus dos hermanos menores tubo dificultades y turbulencias en su infancia. Sus padres se peleaban mucho y la vida familiar era a menudo muy tensa. Reconoce las fuertes palabras que se intercambiaban sus padres. A la vez, ella recibió la primera comunión y, más tarde, la confirmación. Sin embargo, poco tiempo después dejó de ir completamente por la Iglesia. Cuando tenía 13 años, sus padres se separaron finalmente.

Para mantener a su madre (con sólo 13 años), Anna tuvo que trabajar en un bar por las noches, dejando así de ir al colegio a sus 15 años. Toda su familia vivía en una pequeña habitación. “Yo no era consciente de la presencia de Dios durante todo este tiempo –comenta ella-. Dios me parecía estar muy lejos. Yo tenía un novio, pero nuestra relación estaba basada solamente en sexo. Nos usábamos el uno al otro. Ahora sé que yo en ese momento estaba buscando amor. Sufría fuerte bajones de autoestima y no creía que podía ser amada o que valiese para algo”.

“Comencé a frecuentar las discotecas a los 19 años y continué hasta los 21. Fueron tres años muy intensos durante los cuales perdí totalmente la cabeza. Iba todas las noches y me quedaba hasta las ocho de la mañana – recuerda- . Sólo había una cosa que le divertía y se le daba bien, bailar. Anna tiene un ritmo natural y es muy atlética y ágil. Fue a una escuela de danza donde aprendió funk, punk y modern jazz. No sabía realmente que hacer con su vida, por aquel entonces decía: “Empecé siendo una bailarina profesional e hice un pequeño trabajo en televisión pero los fines de semana bailaba en los cubes”

Un cube es una especie de caja elevada dentro de las discotecas donde ella debería de bailar provocativamente para atraer a los chicos, para que así entrasen al local. Desde medianoche hasta las 4 de la madrugada se exhibía en una discoteca, y desde las 4 hasta las 8 iba a bailar a otra. Viajaba incluso fuera de Milán; por ejemplo, a Amsterdam, donde se quedaba cuatro o cinco días. “Exploté mi sexualidad ante muchos chicos jóvenes”. Ella llegó a ser toda una conquista para ellos, su actitud era básicamente: “Vaya pivón. Yo tengo que pillar a esa chavala y llevármela a la cama”. Ella trataba de llenar su terrible vació interior. Nunca llegó a ser drogadicta o amante de la bebida. Para ella su droga era la música, el baile y el sexo.

¿Dónde empezó el viaje de vuelta a Dios?
Todo empezó gracias a su madre. La madre de Ann había tenido una fuerte experiencia de conversión y de encuentro con el Señor. Hasta entonces ella había sido indiferente hacia Dios y mientras Ann estaba creciendo nunca fue a la Iglesia. En cambio, después de su conversión iba a la Iglesia todas las tardes.

Ann recuerda que en cierta ocasión, cuando estaba a punto de irse al club nocturno, su madre llegó y le dijo señalando un salmo: “Anna, mira lo maravillosa que es la Biblia. ¿Por qué no te vienes a misa conmigo?”. Anna reconoce que fue una situación muy violenta y que gritó a su madre diciendo que las misas son para gente vieja, que no quería ir. En ese momento se encontraba en el momento álgido de su carrera como bailarina. Iba a irse a Amterdam durante cinco o seis semanas. “Para ser honesta, yo estaba buscando un hombre. Alguien que pudiese amarse y que me amase. Cuanto más buscaba, cuanto más me metía en las relaciones sexuales, más vacía me sentía por dentro. El mundo me estaba alumbrando y dándome posibilidades pero siempre volvía el vacío, la confusión y la frustración. Era como si el mundo me estuviese diciendo: “Ven y te daré lo que estás buscando”. Pero cuando buscaba aquel lugar todo era una ilusión. Nunca encontré lo que estaba buscando y mi insatisfacción crecía todavía más. No satisfacía ni me daba amor. Sentía que usaba a la gente y ellos me usaban a mí.

Una Noche Buena por no sé qué razón fui a la Iglesia y me encontré a mí misma llorando durante la misa. Cada vez que entraba en la Iglesia me sentía envuelta por una presencia que no entendía. Veía a los jóvenes, que se querían de manera muy sencilla y estaban serenos. Un mundo auténtico, no falso como el que yo frecuentaba. Un domingo, el sacerdote en su homilía empezó a repetir “Dios te ama”. Yo estaba muy conmovida. Sentí que Dios me lo estaba diciendo personalmente a mí. Durante cinco meses estuve yendo a esa iglesia para estar allí y llorar. La parroquia era maravillosa, ellos no me juzgaban. Simplemente me querían. “Después de 8 meses yo sentí que tenía dos vidas: cuando iba al discoteca por la noche y cuando acudía a la parroquia durante el día”.

Durante ese tiempo las cosas empeoraron con los hombres. Sé que suena a locura pero me relacionaba con más. Todo esto hasta que un día dije: “Esto tiene que parar. Si Dios es el centro de mi vida, entonces tengo que poner todo entorno a Dios”, entonces me di cuenta de que era yo misma quien estaba en el centro de mi vida. Viendo esto le dije a Dios: “Si Tú estás ahí, mi vida tiene que cambiar. Si existes, dímelo personalmente”.

“Entonces empecé a buscar a Dios en serio. Dios me había dejado saber que existió de una forma real y tangible, sin la ayuda de un sacerdote. El paso siguiente fue un retiro espiritual en Spello, en la ermita de Carlo Carretto (Asís). Recé, hice largas meditaciones. Hasta que una tarde, en la plaza de Santa Clara en Asís, contemplando el cielo y la naturaleza, tuve una percepción clara de que Dios es el Creador y nosotros somos sus criaturas. Sentí en el corazón un gozo indescriptible -describe- y me puse a bailar. Esta vez no para conquistar a los hombres, sino para agradecer y alabar. Había encontrado lo que buscaba. Sin embargo, esto no era suficiente. En el camino a casa desde mi retiro, mientras estaba en el tren, seguía lloviendo; no había nada que me hiciese feliz. Salí fuera del habitáculo y de repente sentí la presencia de Dios dentro de mí y empecé a llorar de la felicidad que notaba en mi interior. Estaba muy dolorida”.

“Me sentí tan avergonzada que me fui al servicio del tren y me miré en el espejo. Estaba en estado de shock por lo que vi, ya que hacía mucho que no me miraba en el espejo. Estaba asustada y luchando –es difícil de explicar- en una especie de revolución. Y es así como entendí que Dios realmente existía dentro de mí. San Agustín dijo: ‘Yo estuve buscándote fuera pero Tú estuviste siempre junto a mí en mí’. Había descubierto el tesoro que era Jesús. Yo quería estar unida a Jesús. Esto fue como si yo me enamorase de Cristo”.

Anna quería dedicar más de su vida a Dios y a la Iglesia. En su camino le atrajo el testimonio de las Hermanas Operarias de la Sagrada Familia de Nazaret, una orden fundada por Don Arcangelo Tadino (1846-1912), que fue canonizado por el Papa Juan Pablo II en 1999. La Congregación de las Hermanas Operarias de la Sagrada Familia de Nazaret fue fundada en 1900 en el norte de Italia y hoy cuenta con 200 religiosas. El Instituto trabaja en situaciones de marginación, como la recuperación de ex prostitutas, y se ocupa de los problemas relacionados con la inmigración.


Anna entró en la orden y empezó el periodo de los cinco años de formación. “Cuando decidí consagrarme a Jesús en esos cinco años de formación, Él había hecho un poderoso trabajo en mí. Yo recuerdo que le dije a Dios: ‘Si Tú no sanas mi necesidad de dar y recibir afecto, no voy a ser capaz de seguir adelante para ser consagrada’. Fue bastante parecido a cuando San Francisco le dijo a Dios: ‘Yo amo a Clare y a todas sus hermanas, y a todas las cosas hermosas’. Y el Señor le dijo a San Francisco: ‘No te preocupes. Yo también amo a Clare, a sus hermanas y a todas las cosas hermosas’”.
“Yo busqué entrar en una comunidad que viviese el Evangelio. Vi que las Hermanas Operarias eran muy felices y muy humanas. Ahora trabajo en el mundo y tengo contacto con la gente. Tenemos un trabajo y ganamos un salario”. Ahora el proyecto de la religiosa es vivir el carisma de su Congregación al servicio, incluso a través de trabajos manuales, de los menos afortunados.

“Mi madre está contentísima. Nosotras estamos más unidas, como una familia. Mis hermanos no entienden cómo es posible que viva sin sexo. Ellos dicen también que tiene a Jesús como su ‘cuñado’. Nos reímos y bromeamos pero saben que mi vocación es algo muy importante para mí”. Y a la pregunta de si entre los «menos afortunados» figuran también los que frecuentan las discotecas, su respuesta es que el problema no es tanto de ir o no ir a la discoteca, sino de dejarse envolver en relaciones humanas insatisfactorias. Vayamos a la discoteca, pero con Jesús. Es normal que los jóvenes busquen sensaciones y que éstas se intensifiquen por la noche. Pero a menudo la vida nocturna se vive como una rebelión que lleva a la perversión.

Alguna gente me dice: ‘Eres muy guapa, ¿por qué te haces monja? Yo les digo que Dios mira nuestros corazones y que de todas formas: ‘¡Dios no elige a gente fea!’
La superior de las Monjas Obreras de la Santa Casa de Jerusalén, sor Paula, afirmo que después de una bella conversión, sor Anna es ahora una monja santa que ama muchísimo al Señor. Además ha creado una escuela que se llama Holy Dance (Danza Sacra) por la que ayuda a los niños a hacer la catequesis a través de la danza.