24/10/10

Deja de lado las zarandajas














Cuentan los estudiosos sobre los guerreros japoneses conocidos como samuráis, sí, sí, los de la katana y el harakiri, que solían tener una costumbre que llamaba mucho la atención a los hombres de su tiempo que no seguían su filosofía de vida. Consistía en que cada mañana, este orgulloso hombre de armas, planeaba y se enfrentaba al día que le esperaba con una conciencia muy clara: ése sería el último día de su vida. No significa, obviamente, que así lo fuese. Pero adoptaba esa mentalidad. Y esto significa que vivía todo de una forma radicalmente distinta respecto de los demás. Saboreaba las cosas con una mayor conciencia, porque se planteaba seriamente que ése podía ser la última vez que hiciera o viese tal cosa o tal otra. Sobre todo, priorizaba. No se detenía en tontadas ni en pequeñeces; al ser su último día, sólo lo dedicaría a lo importante, a lo que realmente tenía peso en su corazón.

Aprendiendo a vivir
Los motivos para hacer esto eran distintos y responden a otra época. Pero esconde esta forma de pensar algo bello, y es el aprender a vivir cada día y cada oportunidad de ésta como algo único e irrepetible, y por lo tanto, de enorme importancia. Hoy queremos que te pares un momento en presencia del Señor y, hablándolo con Él, te plantees tu vida como si fuera hoy la última jornada que estarás entre nosotros. No, no os estamos preparando para ningún apocalipsis ni la aceleración del cambio climático es tan grave como para ir pensando en el otro barrio. Es simplemente un ejercicio de reconsiderar qué es lo verdaderamente importante y en qué pones sinceramente tus esfuerzos y empeños. Descubrirás, probablemente, que existe una desproporción peligrosa entre tiempo dedicado a lo importante y tiempo dedicado a lo accesorio, a favor de lo último.

A todos nos suele pasar, no hay que agobiarse. Una de las primeras lecciones magistrales que dará el Demonio a sus pequeños diablitos podría ser algo parecido a ésta: “seamos realistas, mis aprendices. No podemos evitar que el ser humano se sienta atraído hacia la Verdad, la Belleza, el Bien y el Amor. No podemos competir con Dios. Por lo tanto, nuestro primer objetivo para alejarlo de lo que realmente le hace feliz es… distraerlo. Distraigámosle con toda clase de asuntos nimios, carentes de verdadera importancia. Agotemos todas sus fuerzas en ello. Así, cuando tenga que dedicarse a lo que importa, como son su familia, amistades, relaciones de pareja… estará extenuado, cansado, lleno de desidia e indiferencia, cuando no irritable. De esta forma fracasará en lo importante pero no podrá dejar de dedicar tiempo a lo intrascendente, porque estará embebido por ello. Será un círculo vicioso”. Alguno de sus retorcidos alumnos preguntará preocupado: “¿Y qué pasa con Dios?”, él responderá: “no te preocupes, lo fundamental es hacerles creer que dedicar tiempo a Dios es una tontería inútil, un rollo, algo que no soluciona nada y que no tiene nada que ver con ellos. No se acordarán de Dios porque lo terminarán viendo como un obstáculo para su felicidad, su ocio y sus relaciones humanas”.

¿Te suena? Sí, como se suele decir el Diablo sabe más por viejo que por Diablo. Pero más allá de la gracia, nos ocurre. Nos quemamos con las tonterías y dejamos para después lo que realmente nos importa en la vida. ¿Cómo cambiar esta tendencia? Pues como siempre, lo primero es hablarlo con Dios. Dedícale unos momentos a esta operación con Él. Cuéntaselo con confianza, de corazón a corazón. Un buen amigo mío suele ayudarme con esto con el siguiente desafío: imagina que te queda una semana de vida (ya no es tan apremiante como un día, ¿eh?)… ¿qué harías esa semana? ¿En qué o quiénes emplearías tu última semana de vida? Pues justo en esas cosas y en esas personas debes poner todo tu empeño y esfuerzos a lo largo de tu día a día, aunque te queden 60 años por vivir (aunque por cierto, nunca se sabe). ¿Te has fijado lo curioso que es cómo de lo primero en lo que piensas es en Dios? ¡Claro! Con una sola semana delante pierdes tus falsas seguridades y te hacen fijarte en Aquel de quien depende tu vida. Entonces, ¿por qué generalmente ocupa nuestra prioridad número 8? Una vez más, tenemos demasiada paja en los primeros puestos. Todo lo que distraiga de Dios es paja. Sólo a través de Dios podemos dar sentido a lo que viene después: familia, amigos…y ya por último todo lo demás accesorio.
¡Ánimo! Rézalo con el Señor. Nadie va a hacerlo por ti.

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Corto: Puntos de Encuentro

20/10/10

VXM - Vocaciones X el Mundo: Pilar Gálvez

¿Echabas de menos el Circular? Aquí nos tienes de nuevo, más fuertes que nunca. Queremos compartir contigo hoy –y siempre- la alegría de la Vocación. Sea cual sea: laico, sacerdote, religioso, matrimonio... Lo importante es atender a la llamada de Dios. Y para ello necesitamos ese encuentro personal con Jesucristo que promovemos desde Grupo Circular. Esperamos que este video que hemos hecho de una amiga que también entró el pasado día 12 de octubre al convento de las clarisas de la Aguilera te sirva para preguntarte por la voluntad de Dios en tu vida. DALE AL PLAY!


10/10/10

"Cuando le preguntas, Él contesta". Vocación de Pilar Gálvez

Soy Pili, tengo 29 años, vivo en Torrejón de Ardoz, y el Señor me hace el gran regalo de poder empezar una nueva vida: el 12 de octubre entro en el monasterio de Clarisas de la Aguilera (Burgos).

Yo soy una persona que a “ojos del mundo” lo tenía todo, una plaza fija en la Administración Pública, mi casa, mi coche, una buena familia, amigos, un grupo de gente joven en la parroquia. Pero realmente mi corazón seguía buscando porque en eso no encontraba la verdadera felicidad.

Cuando el corazón busca, intentas saciar los deseos que surgen de él con las cosas que te ofrece el mundo, la moda, las fiestas,… pero me daba cuenta que así iba encontrando más vacío. Sólo cuando me puse delante de Jesús en la eucaristía y le pregunté para que me dijera qué era lo que mi corazón anhelaba, cuál era el plan que tenía proyectado para mi, fue cuando mi corazón empezó a descansar.

Cuando le preguntas en serio a Jesús Él contesta, y poco a poco a mi me fue preparando el corazón para decirme que me quería para Él. Fue un tiempo muy bonito estar siempre abierta a la voluntad del Señor, de no tener ninguna pretensión y de no buscar en ningún momento mi propia voluntad, cosa que a veces no es fácil, porque me gusta fantasear un poquito y me ponía a imaginar mi futuro y por supuesto eran mis planes y no los de Dios.

La eucaristía y la oración se volvieron fundamentales en mí día a día. Organizaba mi horario en función de la hora a la que ese día podía ir a misa. Y fue poco a poco como un soplo de viento, el Espíritu Santo me fue envolviendo y haciéndome cada día más suya.

Yo nunca me había planteado ser monja, pero cuando te “dejas hacer” por el Señor y descubres la felicidad y libertad plena, ya no puedes vivir por menos de lo que has encontrado. Eso fue lo que me paso cuando conocí esta comunidad, mi corazón botó de alegría, yo en ese momento no supe reconocerlo pero después de pasar una Pascua con ellas yo no quería vivir por menos de lo que allí había vivido. Jesús me había arrebatado el corazón. Poco a poco seguí avanzando en mi relación con Él y, como un novio con su Amada, a través de cientos de detalles me fue conquistando, siempre tratándome con total libertad, todo me lo presentaba con un: ¿si tu quieres…? Él no impone nada, te lo da todo para que tú lo acojas en plena libertada.

Me siento tan pequeña y a la vez tan dichosa por el don recibido, de poder empezar a vivir en esta comunidad de consagradas contemplativas, que sólo doy gracias a Dios por haberse empeñado en mi, por su paciencia conmigo y por todo el amor que me tiene.

No hay nada mejor que hacer el plan que Dios tiene para cada uno de nosotros. No tengáis miedo de preguntarle a Dios qué quiere de cada uno de vosotros, Dios no quita nada lo da todo.


Estamos todos unidos y sostenidos por la oración. Cuento con la oración de cada uno y por supuesto yo desde el convento os sostengo a cada uno con mi oración.

Que nuestro corazón arda cada día más de amor por Cristo.

PILI

Pilar Gálvez
San Juan Evangelista, Torrejón de Ardoz
Diócesis de Alcalá de Henares
España

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La Iglesia en las 3.000 viviendas



3/10/10

La fuerza de la Cruz

Ya ha llegado hasta nuestra Diócesis de San Sebastián la Cruz de los Jóvenes, también conocida como la Cruz peregrina de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Fue el inolvidable Juan Pablo II quien la confió a los jóvenes católicos del mundo entero hace más de veintiséis años. Se trata de una cruz de madera austera y sencilla, de cerca de cuatro metros de altura, que desde entonces ha peregrinado por todos los rincones del planeta, y que ha sido testigo de los avatares de nuestra historia contemporánea: consiguió entrar en los países de la Europa comunista, para terminar pasando por la Puerta de Brandeburgo, una vez caído el muro de Berlín; visitó la Zona Cero de Manhattan tras el atentado de las Torres Gemelas, sin dejar por ello de hacerse presente en los países más pobres (Burundi, Rwanda, etc); presidió en el año 2000 el memorable Vía Crucis de Juan Pablo II en el Coliseo romano…

Llega hasta nosotros una cruz humilde, que sin embargo ha sido besada y adorada por millones de personas… ¡He aquí el “signo” que la Iglesia continúa presentando ante las nuevas generaciones! Ciertamente, sigue teniendo plena actualidad aquella pregunta que aprendíamos en el Catecismo de nuestra infancia: “¿Cuál es la señal del cristiano? –La señal del cristiano es la Santa Cruz”.
No cabe duda de que Juan Pablo II era un hombre de Dios, con un carisma muy especial que le permitió sintonizar con el corazón de los jóvenes. Él sabía que la cultura posmoderna sufre un notable déficit en cuanto a la razón discursiva se refiere; pero, sin embargo, era conocedor de la gran sensibilidad de los jóvenes hacia el lenguaje simbólico. Juan Pablo II fue un convencido de la importancia de “simbolizar nuestra existencia”, así como de la necesidad de presentar el mensaje de la fe con un lenguaje accesible y significativo para las nuevas generaciones. Por esto no dudó en recurrir al signo de la Cruz…

¿Pensamos acaso que este “lenguaje” le resulta extraño o insignificante al hombre o a la mujer de nuestros días? Me permito indicar cuatro “pistas” que nos dan a entender lo contrario:

1.- Nada hay que pueda “hermanar” tanto al hombre con Dios, como el hecho de compartir el mismo sufrimiento. Recuerdo aquella frase inolvidable de Juan Pablo II en uno de sus libros-entrevista: "Si no hubiera existido esa agonía en la cruz, la verdad de que Dios es Amor estaría por demostrar". El ser humano parte de la experiencia de que la solidaridad en el dolor es la prueba inequívoca del amor; y por ello, conecta existencialmente con el lenguaje de la Cruz. No podemos dudar del amor de Dios hacia cada uno de nosotros, desde el momento en que nos adentramos en el misterio que encierra la Cruz de Cristo: “Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13); “Esta es mi sangre que se derrama por el perdón de los pecados” (Mt 26, 28).

2.- En la Cruz, Jesús se identifica con los que sufren. Por lo tanto, se trata de un signo que nos invita a servir a los crucificados de este mundo, descubriendo así el mismo sentido de nuestra existencia. Frente a la tentación del egoísmo y del narcisismo en el que estamos inmersos, la Cruz nos llama a liberarnos de la preocupación obsesiva por nuestro propio “yo”, saliendo al encuentro de los que sufren. El signo de la Cruz es una llamada a la vivencia del mandamiento del amor al prójimo.

3.- En la Cruz, Cristo perdonó a sus enemigos; y de esta forma pasó a ser el signo de la compasión y de la misericordia… Pocas experiencias pueden ser más autodestructivas para nosotros que nuestro propio odio. Lo peor que nos puede ocurrir, no es tanto el que seamos víctimas del mal, cuanto que ese mal padecido pueda llegar a hacernos “malos”. Por ello, ante la Cruz estamos invitados a perdonar y a reconciliarnos con nuestros enemigos. Solamente así podrá edificarse la paz tan anhelada…

4.- La Cruz de Cristo fue la antesala de su Resurrección; y, por lo tanto, se convierte también en el signo de la esperanza. En nuestra vida no hay “gloria” sin “cruz”, pero al mismo tiempo, tenemos también la plena confianza en que no hay “cruz” sin “gloria”. Por ello, San Pablo puede llegar a decir: “Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rm 8, 28). En consecuencia, estamos llamados a afrontar las cruces de la vida con la determinación propia que se deriva de la esperanza en la resurrección. Así lo dice una saetilla carmelitana: "Lleva la cruz abrazada y apenas la sentirás; porque la cruz arrastrada es la cruz que pesa más".

He aquí el mensaje de la Iglesia, tan actual y existencial como el propio deseo de felicidad que anida en nosotros. Se trata de un signo que no se impone, sino que se propone; de forma que podamos pronunciar nuestro “sí” personal a la Cruz de Cristo: Te invitamos a acoger el amor de Cristo y a descubrir la alegría de ser amado. Te invitamos a llevar ante la Cruz tus sufrimientos, y a que recibas la paz. Te invitamos a desenmascarar tus pecados, y a recibir así una nueva libertad. Te invitamos a que dejes al pie de la Cruz tus rencores y a que te entregues a servir a los que sufren. Te invitamos a que le confíes al Crucificado tus fracasos, para recibir de Él la esperanza. Te invitamos a presentar ante Cristo muerto y resucitado los seres queridos que has perdido. En definitiva, ¡te invitamos a experimentar la fuerza de la Cruz!

Al mismo tiempo que llega la Cruz de los jóvenes a nuestra Diócesis de San Sebastián, presentamos en este domingo el Plan Pastoral para este curso 2010-2011. Pedimos al Señor que bendiga el esfuerzo de cuantos colaboran activamente con la labor pastoral de la Iglesia: seglares, religiosos y sacerdotes. ¡Que la Cruz de Cristo haga fecundos nuestros proyectos pastorales y derrame muchas gracias sobre nuestra Diócesis!

+Mons. José Ignacio Munilla
Obispo de San Sebastián

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Mi Fortaleza - LVD