Con la Cuaresma a la mitad y la Semana Santa asomándose a la esquina, parece lógico que uno se pare con honestidad y analice un poco ciertos detalles importantes. Y es que en este mundillo de ser cristiano a veces uno relaja ciertas prácticas, o simplemente nunca le han explicado brevemente algunas notas esenciales en torno a esta nuestra fe. Sí, sí, ya sabemos que no hay que caer en formalismos vacíos, pero tranquilo que en GRUPO CIRCULAR estamos vacunados de eso (y si no, por favor, acuda rápidamente a la web para dejarnos reclamaciones).
La Comunión también se prepara
Nos referimos hoy a la Comunión. No a la Primera Comunión, sino a todas en general. El centro de nuestra vida cristiana y de nuestra relación con Dios. El verdadero derby que todos ansiamos cada semana se juega en tu parroquia el domingo (y si quieres, también a diario o algún día entre semana). Y digo más, no sólo el centro de tu vida cristiana (“jeje, esa vida que ocupa entre las 12.00 y las 13.00 del domingo” puede pensar mucha gente, temo…) sino de toda tu vida. Recuerde, caballero, que no tenemos cajitas, nuestra vida es un todo, aunque a veces uno (servidor, como todos) pueda diferenciar su vida cara a Dios con su “otra vida” (la de los amigos, aficiones…). Pero es algo que tenemos que trabajar día a día: la unidad de vida.
En fin, ya estoy desparramándome otra vez. Decía que hablamos de la Comunión. Y en concreto, vamos a tratar en pocas líneas cómo debemos encarar la Comunión. Es decir, los pasos previos que uno debe considerar antes de recibir al mismo Jesús en su interior. Es algo que mucha gente… en fin, como que no se plantea. Y sin embargo, la Iglesia lleva siglos haciendo hincapié en esto. Recibir al Señor no es como tomarse unas galletas nada más levantarse uno, o como probarse unos vaqueros en el In-side. Es comulgar con la Plenitud, con el Todopoderoso, con el Salvador de TU vida.
“Bueno, bueno, ya estamos poniendo pegas a todo, qué coñazo. Seguro que tampoco es tan necesario prepararse nada… ”
Fíjate bien. En nuestra vida tenemos “rituales” para todo tipo de cosas absurdas. En serio, ¿cuántas veces antes de un partido de fútbol, que llevas toda la semana esperando, no te tiras un rato antes mirando la alineación en internet, leyendo declaraciones, tomándote la “cañita pre-partido”…? ¿Cuánto tiempo gastas antes de salir de casa mirándote en el espejo, haciéndote la raya de los ojos, tocándote y retocándote el pelo…? Podríamos poner más ejemplos, pero seguro que entendéis lo que quiero decir. Para nuestras cosas importantes, no tenemos reparo en dedicar el tiempo que haga falta. Mayor aun debería ser nuestra disposición cuando hablamos de lo más importante: recibir a Cristo en nuestro corazón.
Algo accesible para todos los públicos
¿Y cómo me preparo? Hay varios puntos. El primero y más acuciante, querido colega, es el de no tener conciencia de pecado mortal sin confesión. Es decir, si un pavo se acerca a la Comunión sabiendo que ha cometido un pecado mortal del cual no se ha confesado todavía, está cometiendo otro pecado más grave: un sacrilegio. ¿Y por qué? Porque, damas y caballeros, uno no puede ir a una boda en chanclas y bikini. Uno no puede dar una clase en la Universidad en pijama y sin afeitar. Cuánto más uno no podrá presentarse y acoger en su interior a Dios, cuando no ha pedido perdón por su último escupitajo en la cara al Señor. No hay que ir hecho un santurrón sin haber cometido maldad alguna. Claro que no, en tal caso nadie iría a comulgar. Al menos yo no. Pero pecados mortales sin perdón son cosa grave y seria. No pasa nada si vas a Misa y, en el momento de la Comunión, te quedas rezando en tu sitio pidiendo a Dios la gracia para confesarte lo antes posible y poder recibirle el próximo día.
En segundo lugar, la Iglesia nos propone como condición para comulgar un ayuno de una hora. Venga tío, UNA HORA. Está tirao… la razón es bien simple: una hora antes hacer un cierto recogimiento en tu interior para preparar también a tu cuerpo para lo que está a punto de ocurrir. Sí, agua y medicinas todas las que quieras. Pero... no más. Y es que, sinceramente, a veces se ve gente que llega con el chicle en la boca a la fila de la comunión, o que ha estado comiendo pipas antes de entrar. Y no es serio. Muchacho, ni siquiera es lo del dentista, que son varias horas. Ánimo, que no cuesta nada.
Por último, te dejamos una recomendación. Esto es como las lentejas, puedes pasar de ellas. Pero sería bonito/recomendable/deseable que uno esta Cuaresma y Semana Santa cuide especialmente la Comunión. Si lo haces el resto del año, pues como que mejor. Pero al menos estos días tan cruciales en tu vida, prepara de manera especial la Comunión. Reza un poco antes de Misa, unos minutillos. Pídele al Señor que entre con fuerza dentro de ti, que te prepare. Y después de Misa, en lugar de salir corriendo para enganchar a Juanito y rajar media hora con él (que es muy sano, nadie lo duda), espera unos minutos en silencio dentro del templo para hablar con el Señor. Pídele por tu gente, tus empresas, tus preocupaciones… dale gracias por haber venido otro día más a tu interior.
Ya, ok, me callo. Bueno, parece fácil lo propuesto, ¿no? A ver si todos nos proponemos más fuertemente el tomarnos de verdad en serio el recibir a Cristo. Esto…no es sólo de curas y monjas. It’s your bussines too, que dirían nuestros socios ingleses.
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