No penséis nunca que sois desconocidos a sus ojos, como simples números de una masa anónima. Cada uno de vosotros es precioso para Cristo; Él os conoce personalmente y os ama con ternura, incluso cuando uno no se da cuenta de ello.
Juan Pablo II
Hoy ya se ha encendido la cuarta y última vela del adviento. A los cirios les va quedando poco mientras, a medida que menguan, se acerca la venida de nuestro Salvador. Sin embargo, ¿para quiénes es la Navidad?, ¿Para quién va dirigida?, ¿acaso es a ti?
Normalmente, cuando contemplas los belenes que hay por tu ciudad y por tu barrio, cuando contemplas las figuritas, te sorprendes de lo normales que eran los que se enteraron de la venida del Señor. Es gracioso que el Rey de reyes tuviese como público de su venida a gente tan corriente. Gente que trabajaba en el campo, que no era perfecta, que no eran los grandes "cracks" a los ojos del mundo, que no eran los más famosos ni los más ricos. Eran gente como tú y como yo.
Sabes por qué se enteraron de su llegada, porque se sabían enfermos , conocían sus defectos, eran ciegos y sordos, estaban muertos y eran pobres. Si somos sinceros con nosotros mismos también descubriremos esas carencias que hay en nosotros . Porque nosotros también estamos enfermos cuando nos gana nuestro egoísmo frente al amar y dedicar tiempo a un amigo, nosotros también estamos ciegos cuando observamos que hay algo que no marcha bien en nuestra vida, en nuestra relación con Dios, y miramos hacia otro lado. Somos sordos cuando nuestra conciencia nos dice que es hora de cambiar, tiempo de revolución interior, y nos dejamos atrapar por las garras del sofá de la comodidad y la pereza. Estamos muertos cuando no terminamos de vivir nuestras miserias de cara al Señor, cuando nos encabezonamos en vivir la vida como si Él no existiera. Somos pobres cuando negamos nuestra riqueza, el Señor.
Tú y yo, mañana y pasado mañana, tenemos que hacer un poco de examen interior. Y, cuando estemos viendo nuestra realidad, darnos cuenta que el Señor es médico, y los médicos no han venido para sanar a los que están sanos sino que llaman y están al lado de los enfermos. Enfermos como tú y como yo.
Si lo deseas la Navidad puede recordarte uno de los profundos misterios de nuestra Fe: el que Dios se haya hecho hombre. Se dice fácilmente, pero al profundizarlo ¡Caemos de espaldas! Dios mismo, presente en la tierra, naciendo del seno purísimo de María, se hace carne, una carne que amará, y que sufrirá todo lo que un humano puede amar y sufrir.
Normalmente, cuando contemplas los belenes que hay por tu ciudad y por tu barrio, cuando contemplas las figuritas, te sorprendes de lo normales que eran los que se enteraron de la venida del Señor. Es gracioso que el Rey de reyes tuviese como público de su venida a gente tan corriente. Gente que trabajaba en el campo, que no era perfecta, que no eran los grandes "cracks" a los ojos del mundo, que no eran los más famosos ni los más ricos. Eran gente como tú y como yo.
Sabes por qué se enteraron de su llegada, porque se sabían enfermos , conocían sus defectos, eran ciegos y sordos, estaban muertos y eran pobres. Si somos sinceros con nosotros mismos también descubriremos esas carencias que hay en nosotros . Porque nosotros también estamos enfermos cuando nos gana nuestro egoísmo frente al amar y dedicar tiempo a un amigo, nosotros también estamos ciegos cuando observamos que hay algo que no marcha bien en nuestra vida, en nuestra relación con Dios, y miramos hacia otro lado. Somos sordos cuando nuestra conciencia nos dice que es hora de cambiar, tiempo de revolución interior, y nos dejamos atrapar por las garras del sofá de la comodidad y la pereza. Estamos muertos cuando no terminamos de vivir nuestras miserias de cara al Señor, cuando nos encabezonamos en vivir la vida como si Él no existiera. Somos pobres cuando negamos nuestra riqueza, el Señor.
Tú y yo, mañana y pasado mañana, tenemos que hacer un poco de examen interior. Y, cuando estemos viendo nuestra realidad, darnos cuenta que el Señor es médico, y los médicos no han venido para sanar a los que están sanos sino que llaman y están al lado de los enfermos. Enfermos como tú y como yo.
Si lo deseas la Navidad puede recordarte uno de los profundos misterios de nuestra Fe: el que Dios se haya hecho hombre. Se dice fácilmente, pero al profundizarlo ¡Caemos de espaldas! Dios mismo, presente en la tierra, naciendo del seno purísimo de María, se hace carne, una carne que amará, y que sufrirá todo lo que un humano puede amar y sufrir.
La natividad del Señor es una celebración al "si" de la Santísima Virgen , que sin reparos ha aceptado la Voluntad del Altísimo. Ahora, con la Navidad, ese sí da un fruto, un bebé, pequeñito, indefenso, vulnerable. El Rey de reyes nace en un humilde rincón. Casi podríamos llamarla "humildad suprema", de no ser porque el Señor quiso humillarse aún más, ser más vulnerable todavía, y quedarse por siempre entre nosotros escondido en un pedacito de pan. Hoy, cada día, en el Santísimo Sacramento está también presente aquel niño.
Para ti, esta debe ser una fecha de profunda y alegre reflexión. Hemos sido bautizados en nombre de ese niño pequeñito, y con ello hemos recibido el privilegio del perdón de la falta original. Porque Jesucristo nació en Belén, hoy podemos salvarnos.
Ese hermoso niño, menudo y tierno como todos los bebés, algún día sorprendería a sus padres en el Templo hablando con los Doctores; convertiría el agua en vino; dominaría tempestades; convertiría a unos humildes pescadores en santos; multiplicaría unos cuantos panes y peces para alimentar a miles; proclamaría las bienaventuranzas; entraría triunfante en Jerusalén; sería traicionado por uno de los suyos, arrestado, flagelado y asesinado en una cruz; ese bebé un día conocería la muerte, pero triunfaría sobre ella. Ese pequeño niño sería quien removería la historia del mundo, liberando a los esclavos y humillando a los soberbios.
Y hoy, aquí, ahora, entre tecnología, entre las ventanas del Windows –o del Linux (ejem )-, entre iPod´s y TDT´s, Jesús sigue con nosotros. ¡Y nosotros que seguimos viviendo sin pensar en él!
La navidad para nosotros tiene que ser una invitación a recordar con el corazón en la mano que Dios nos ama tanto , que nos ha dado a su Hijo Unigénito. ¿Cómo le estamos correspondiendo?
Esta época del año, en la que convivimos en familia haciéndonos regalos, abrazándonos unos a otros es un momento de pausa para reflexionar seriamente sobre nuestras vidas, sobre el papel que tiene Dios en nuestra existencia diaria. Es un momento para pensar en el Sumo Pontífice y amarlo profundamente, porque es el Vicario de Cristo. También es un momento para dar gracias a María, madre nuestra por aquel "si" que cambio el curso de nuestra existencia. Es un momento para rezar por la Iglesia, por su unidad. La Navidad es ese momento que todos necesitamos de Esperanza y de Fe, que debe convertirse en caridad, en amor hacia Dios, hacia nuestros Padres, hacia nuestros hermanos, una caridad para el amigo y para el enemigo por igual. Y también un momento para la conversión.
El año está por terminar, y aún tenemos tiempo en esta Navidad de realizar una profunda conversión en nuestras vidas . La Navidad, época de milagros, debe lograr nuestra conversión. Una conversión basada en conocer nuestra Fe, en comprenderla, en asumirla. Esta navidad puede ser diferente a cualquier otra. Solo basta con que tú y que yo reflexionemos profundamente en todos los misterios de nuestra Fe. Dios, que todo lo puede, sembrará en nuestra alma (quizá un poco marchita) con el soplo de su espíritu, una conversión para ser cristianos-católicos verdaderos. Eso que quizá pueda parecer tan difícil, lo puede hacer quien fue alguna vez una solo un pequeño bebé. Pídele al Niño Jesús esta Navidad que te conceda la gracia de la conversión hacia una vida en la fe plena, congruente y comprometida. Y si todo esto no te ha inspirado un poco, esta noche busca la estrella que revolotea por tu vida, y quizá como a los pastores, salte a tu vista y te dice "ven, sígueme". Si esto ocurre, sin duda será la Luz de Jesucristo.
Buena semana !!
No te olvides de ver este VIDEO ê
La navidad para nosotros tiene que ser una invitación a recordar con el corazón en la mano que Dios nos ama tanto , que nos ha dado a su Hijo Unigénito. ¿Cómo le estamos correspondiendo?
Esta época del año, en la que convivimos en familia haciéndonos regalos, abrazándonos unos a otros es un momento de pausa para reflexionar seriamente sobre nuestras vidas, sobre el papel que tiene Dios en nuestra existencia diaria. Es un momento para pensar en el Sumo Pontífice y amarlo profundamente, porque es el Vicario de Cristo. También es un momento para dar gracias a María, madre nuestra por aquel "si" que cambio el curso de nuestra existencia. Es un momento para rezar por la Iglesia, por su unidad. La Navidad es ese momento que todos necesitamos de Esperanza y de Fe, que debe convertirse en caridad, en amor hacia Dios, hacia nuestros Padres, hacia nuestros hermanos, una caridad para el amigo y para el enemigo por igual. Y también un momento para la conversión.
El año está por terminar, y aún tenemos tiempo en esta Navidad de realizar una profunda conversión en nuestras vidas . La Navidad, época de milagros, debe lograr nuestra conversión. Una conversión basada en conocer nuestra Fe, en comprenderla, en asumirla. Esta navidad puede ser diferente a cualquier otra. Solo basta con que tú y que yo reflexionemos profundamente en todos los misterios de nuestra Fe. Dios, que todo lo puede, sembrará en nuestra alma (quizá un poco marchita) con el soplo de su espíritu, una conversión para ser cristianos-católicos verdaderos. Eso que quizá pueda parecer tan difícil, lo puede hacer quien fue alguna vez una solo un pequeño bebé. Pídele al Niño Jesús esta Navidad que te conceda la gracia de la conversión hacia una vida en la fe plena, congruente y comprometida. Y si todo esto no te ha inspirado un poco, esta noche busca la estrella que revolotea por tu vida, y quizá como a los pastores, salte a tu vista y te dice "ven, sígueme". Si esto ocurre, sin duda será la Luz de Jesucristo.
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