6/6/09

Clases particulares

Tres pliegues en una sola tela, pero no hay más que una tela. Tres falanges en un dedo,pero no hay más que un dedo. Tres hojas en un trébol,pero no hay más que un trébol.Escarcha, nieve, hielo..., los tres son agua.Tres personas en Dios son asimismo un solo Dios.

Oración popular irlandesa

Imagínate que los primeros días de colegio, en el primer curso, con tus seis años, el profesor te hubiese dicho todo lo que tenías que aprender en tu vida de estudiante: conocer toda la historia del país y mundial, logaritmos, ecuaciones, música, traducción de latín, ríos, leyes físicas, tablas de valencias y reacciones químicas, raíces cuadradas, redacción... El efecto en los pobres niños podría ser:

a) en los responsables y cumplidores, agobio y sensación de impotencia, de no poder y de desanimo;

b) y en el resto, el resultado sería el de no entender y pasar: 'eso no es lo mío, y no me importa; ¡el profesor está loco!, vamos a divertirnos y no le hagamos demasiado caso'.

Sin embargo, todo ese "imposible" de aprender tantas cosas resulta llevadero y extraordinariamente fácil: no tienes más que ir atendiendo, escuchando y dejándote llevar por lo que te explican los profesores día a día. Se empieza haciendo barrotes, luego letras, después palabras... se aprende a leer y a escribir; sumas, restas, fracciones, ecuaciones...; una lección de historia, este problema de física, la segunda declinación de latín, traducir esta frase al inglés ... y con muchos pequeños esfuerzos bien dirigidos por el profesor, uno acaba sabiendo todo.

Con frecuencia nos ocurre lo mismo a los cristianos: nos proponen desde el principio ser santos y ser como Jesucristo -nuestro Modelo-, otros Cristos; nos cuentan impresionantes historias y anécdotas de santos y mártires. Y pienso que el efecto es el mismo que en los niños de antes:

a) agobio y sensación de impotencia de no poder y desánimo, en los que quieren;

b) y en el resto, la reacción es no entender y pasar: ¡esto no es lo mío y no me importa!

¿Te encuentras en uno de estos grupos?¿En cuál?

Planteárselo así es un error. Entiéndelo bien. Mi alma, tu alma, es un aula en la que tú eres el único alumno. Y tienes un profesor particular; el Espíritu Santo, que te va explicando en cada momento lo que tienes que hacer. Y va lección a lección: barrotes, una letra, otra, te enseña a leer y escribir... y si le sigues la clase particular; con muchos pequeños esfuerzos, acabas siendo un verdadero santo, acabas siendo el mismo Cristo.

¿Y cuándo da esas lecciones? Quizá pienses que tú no has tenido todavía ninguna clase particular. Y seguro que no es así.

Las lecciones las da cuando Él quiere. Y las da dentro de ti: en tu conciencia. Insinúa que eso lo puedes hacer mejor; en su momento te recuerda un propósito para que lo realices; te da la idea de hacer un favor a un amigo o ayudar en casa en una cosa concreta; hace que se te ocurra hablar con un amigo diciéndole una cosa que le puede ayudar; te advierte que evites una situación que te pueda venir mal; te recuerda que tienes que ponerte a estudiar o no interrumpir el trabajo porque no está terminado; te recuerda que te peines, te limpies los zapatos o dejes ordenado ese libro; te sugiere hacer un sacrificio concreto; te ofrece la posibilidad de entregarle la vida de un modo concreto; te da un toque haciéndote ver que estas dejándote llevar por la soberbia o el amor propio; te grita que lo que haces es egoísmo puro; te da la alegría o satisfacción de haber hecho eso bien; te anima a que seas generoso; te avisa que puedes o debes confesarte ahora ...

Esas son lecciones que da el directamente en el alma. Aparte, da otras muchas lecciones para las que se sirve de instrumentos, de otras personas: el consejo de un familiar, el ejemplo de un conocido, la conversación con un amigo, lo que te dicen en la confesión o en la dirección espiritual, una homilía, algo que lees o que ves por la calle...

Y mira lo que dice el Evangelio:

Los que son movidos por el Espíritu de Dios, esos son los verdaderos hijos de Dios. Juan 20, 22

Ahora, reza conmigo: Santo Espíritu, gracias por tus clases particulares. Quiero ser un verdadero santo, una verdadera santa, pero no me planteo más que hacer lo que hoy me enseñes: Tú eres mi profesor. Quiero llevar las lecciones al día, y Tú me irás llevando. Como sabes, no voy muy bien de oído del alma: por eso, por favor, grítame tus lecciones y dame tu fuerza para hacer siempre lo que me enseñes. Aparta de mí el agobio o la sensación de no poder: que cada día te diga sí a las lecciones que me des, que cada día haga mis deberes, que lleve las lecciones al día. ¡Gracias!

//Extraído de “Manglanitos: Espíritu Santo”//

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