Un gran deseo de ser santo, es el primer peldaño para
llegar a serlo; y al deseo se ha de unir una firme resolución
San Alfonso María de Ligorio
Déjame que te cuente una pequeña historia. Una historia de alguien que en principio no debería haber hecho mucho ruido en el mundo, de alguien que en condiciones normales no habría sido conocida en el mundo entero. Es la historia de Santa Teresa de Lisieux.
Santa Teresa era una joven monja, de aspecto tranquilo y sencillo. Cuando tenía escasos 23 años enfermó gravemente, y pronto supo que la quedaba poco tiempo de vida. Su Superiora la pidió entonces un favor: escribe la historia de tu vida. En un principio Teresa no tenía ningún interés en hacerlo, no veía qué interés podía tener para los demás su vida, qué podía aportar a nadie. Sin embargo aceptó, y escribió un libro que tituló "historia de un alma". Al poco tiempo murió.
"Bien, genial, muy bonito pero… ¿y?" gracias a este libro Santa Teresa fue canonizada. Pero la cosa no quedó ahí, porque con Juan Pablo II la nombraron doctora de la Iglesia. Ahí es nada, colega. Junto con personalidades como S. Agustín, S. Tomás de Aquino, etc. estaba ella, una humilde monja de 23 años. "¿¿¿Cómo es posible???, ¿¿¿descubrió la fórmula de la Coca-cola o qué???. No exactamente.
S. Teresa hablaba de "la infancia espiritual". ¿Te acuerdas de cuando Jesús dice que "hay que ser como niños delante de Dios"? pues ésta era la idea. Muchas veces, cuando nos ponemos a hablar con Dios, podemos ser los más enrevesados del mundo. Es más, muchas veces no somos sinceros con Jesús y le contamos unas historias que no se las cree nadie (y Él, que lo sabe todo, menos). Se nos olvida en muchas ocasiones que es nuestro Padre, y que no está con nosotros para ponernos "negativos" con nuestras faltas, sino para darnos consejo, fuerzas y ayuda.
Por eso, S. Teresa decía que tenemos que comportarnos con el Señor como niños con sus padres. Los niños, cuando tienen miedo de algo o se sienten inseguros, lo primero que hacen es irse corriendo con su padre. Con él, saben que están protegidos, que él les defenderá. Los niños, cuando quieren algo lo tienen muy claro: se ponen a pedírselo machaconamente a su padre hasta que se lo dé. Cuando se caen y se hacen daño, lloran en los brazos de su padre, esperando que él los cure. No tienen ningún reparo en mostrar sus heridas. Si tienen dudas acerca de cómo hacer algo, se fían de su padre y hacen lo que él les diga.
"Ya, pero es que yo ya soy mayorcito". Es verdad, pero la realidad es que esta vida se nos queda grande si luchamos solos. Si no preguntamos, si no pedimos ayuda, si no nos apoyamos en Alguien, si no nos dejamos aconsejar y guiar…acabamos perdidos y sin rumbo. Dios es nuestro Padre, y no descansará hasta salvarte (si no te lo crees mira a la Cruz). Por eso, no dudes nunca en acudir a Él siempre. No dudes en ser sincero, en decir las cosas sin tapujos. No dudes en abrir tu corazón y dejar que Él te cure. No dudes en dejarte guiar por Él. No dudes nunca en sentirte hijo de Dios, un Dios que ha dado Su vida en rescate por la tuya.
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