Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar, te enseña a que hagas cuantopuedes, y a que pidas lo que no puedes San Agustín
¿Cómo llevas el empacho de vacaciones? Entre fichaje y fichaje de Florentino y las victorias de Contador, sería bueno que nos parásemos un domingo más a pensar. Ya, ya sé que es verano y tienes el cerebro en ahorro de energía, pero ya verás cómo lo que te proponemos desde Circular no es para tanto. Sólo requiere hacerte un hueco para hablar con Dios. Unos minutos. Y sabes que te sobran a patadas.
“¿Unos minutitos para qué?” pues ya que estamos de vacaciones, con menos estrés y agobios y más tiempo para pensar en serio, es siempre el momento idóneo para plantearnos cosas profundas de nuestra vida. Es el momento de las grandes decisiones. Por supuesto académicas y de trabajo (decidirse a aprender un idioma, hacer un máster…). También en otros niveles más personales como puede ser decidirse a aprender a cocinar de una vez, que llevas años diciendo que algún día aprenderás…pero eso ya te lo comentamos en otro Circular. Sobre todo, es el momento de plantearse qué hace uno aquí en esta vida.
Realmente hay que pararse a pensar “pero bueno, ¿para qué estoy aquí? ¿Por qué estudio o trabajo en esto? ¿Realmente lo hago porque es lo que debo hacer, o lo hago por pura inercia?”. Es el momento de coger el timón de tu vida y revisar tu norte. Muchas veces no nos damos cuenta y vivimos una vida que no es nuestra, es como si fuera la vida de otro. Tenemos que vivir nuestra vida, conforme a lo que estamos llamados. ¿Todo lo que haces lo has elegido tú, o han sido las circunstancias, el dejarse llevar? ojo, esto no significa que hagas lo que te dé la gana. La mayor parte de las cosas “tocan hacerlas”. Pero es muy distinto elegirlas tú en función de un razonamiento a acabar en algo que uno no sabe bien por qué está ahí. Esto puede ocurrir con lo académico, pero también con lo personal: una situación de vida, unos “amigos”, unas costumbres.
Revisar tu vida. Todo. Que todo lo que hagas sea tuyo, algo en lo que tú te comprometes, aunque sea costoso (como la mayor parte de las cosas que merecen la pena). Y en todo este proceso entra, como no, el que más te conoce, Dios.
Imagínate a un mecánico con su coche recién terminado. Lo ha construido con un propósito, unas formas, un sistema. Nadie mejor que él lo conoce. Se sabe todas las piezas. Y el coche funciona de maravilla. Pero con el paso del tiempo el coche va cogiendo mugre, rallajos, algún golpecito…y el nuevo dueño, que no se empana mucho de cómo funciona el coche le hace…apañitos. Al final hay cosas del coche que dejan de funcionar, tiene dos luces fundidas, la pintura parece más un cuadro surrealista que otra cosa. Si no se revisa, si no se lleva al taller para que el mecánico le eche una “ojeá”, pronto funcionará como el coche de Pedro Picapiedra, y al final servirá para coger polvo y guardar muebles en el maletero olvidado en el garaje. De estar pensado para ser un coche deportivo, pasa a ser un adorno.
Sí, era evidente. El coche nos representa a nosotros y el mecánico a Dios. La próxima vez lo haré más original, lo prometo. Pero, con tu venia, vamos a quedarnos con el ejemplo. Este verano debe ser ese momento donde revisas todo con el mecánico. Deja que Él te aconseje, fíate de Él. Pregúntale. Discute con Él si es necesario. ¡¡¡Pero habla con Él!!! Dale una vuelta a todo. A todos tus aspectos de la vida. Y si el resultado es que cambias poca cosa, será que Dios quería que a todo lo que ya haces le des un sentido más suyo, dejen de ser “tus cosas” para ser “vuestras cosas” (de Dios y tuyas).
Todo esto cuesta. Notarás, posiblemente, que Dios te vuelve a pedir que hagas eso que sabes que lleva pidiéndote tiempo, o te pedirá cosas nuevas. Tienes dos opciones: no escuchar y hacerte el sordo “nada, me quedo con los tapacubos cutres del 83” o, a pesar de lo que cueste, decides fiarte y ponerte unos alerones de “competi”.
Para todo esto la fórmula es bien sencilla, envía un sms con la palabra clave “mecánico” al… no. En realidad es como ya sabes, rezando habitualmente. Cuesta, da pereza, no encuentras un hueco (te engañas con que no te da la vida). Pero es el precio de la felicidad y la libertad, tú verás (jojojo, así dicho es tremendo, pero es como suena). Si no te parece cierto, léete el Circular reciente del testimonio de una joven que se mete a misionera. Nooo, no tienes que acabar siendo misionero. Tranquilo. Ya te dirá Dios qué tiene preparado para ti, para qué te pensó al crearte. ¡Quizás sea el centrocampista que busca Florentino y tú ahí tirado viendo la tele!
Rezar. Es la palabra mágica. Recuerda que hay una frase por ahí que dice “cuando un cristiano se arrodilla tiembla el mundo”. No lo olvides. Confía en el mecánico y deja que te ponga esos altavoces potentes que llevas tiempo deseando.
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