No sé si alguna vez te ha pasado, a mí desde luego sí, que cuando has cometido un error, uno gordo, nos cuesta comprender el amor tan grande que Dios nos tiene -que Dios te tiene- pese a estos fallos. Cuando confesamos nuestros pecados se nos queda ahí un pequeño resquemor en el corazón. Creemos que Dios en el fondo nos mira mal, está defraudado. Pero hoy te digo que eso no es cierto, nuestro problema es que no sabemos vernos a través de los ojos de Dios.
La mirada de Dios
Decía el jesuita Jesús María Granero, “Dios no olvida aquello de lo que no le has pedido perdón; pero no recuerda aquello que te perdonó”. ¿Te es difícil de creer? Mira a la Cruz, vete a tu cuarto o una iglesia y mira un crucifijo. Ese hombre ha sido entregado por ti. Tu alma ha sido comprada a un gran precio: el sacrificio nuevo y eterno de Jesucristo. Ya eres una criatura nueva, no eres propiedad de las tinieblas.
¿Tú te sientes amado con tus pecados?, ¿sabías que Dios, pese a tus errores, está loco por ti?, ¿qué ha podido ver en nosotros –en ti-? Te responde el profeta Isaías (Is 43, 1-4). “No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. Si pasas por las aguas, yo estoy contigo, si por los ríos, no te anegarán. Si andas por el fuego, no te quemarás, ni la llama prenderá en ti. Porque yo soy Yahveh tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. He puesto por expiación tuya a Egipto, a Kus y Seba en tu lugar dado que eres precioso a mis ojos, eres estimado, y yo te amo”.
Lo has oído bien. TÚ ERES AMADO. Eres precioso a sus ojos. El sentirse amado revoluciona la vida. Lo habrás podido ver en poemas, películas, en tus amigos. Cuando llega el amor, todo se renueva. Pues esa transformación puede llegar a ti hoy, ahora mismo, de la mano de Dios.
Suele decir el refrán que el que la hace la paga. ¿Cuántos platos rompimos tú y yo hasta el día de hoy? Seguro que más de uno… ¿y qué? Dios no sigue esas normas humanas. Él te dice, no cargues más con tus pecados. Déjamelos a mí. Yo pagué por ti, por tus heridas, en la Cruz. Mira esta semana los crucifijos, llévate la Pasión a tu oración y no te centres en ¡ayyyyy, cuánto he pecado! No, sino ¡ayyy, cuánto he sido amado!
Si quieres profundizar más en esta realidad ponte un doble objetivo esta semana:
1. Métete en el Evangelio como un personaje más
2. Pedirle las siguientes gracias:
a. Poder ver mis pecados como Jesús los ve
b. Que sienta dolor por mis faltas pero no con idea de regodearme en ellas
c. Agradece su amor por ti
d. Humildad. No mirar a Dios con soberbia
e. Amor a Jesús, que salga más enamorado
Vale, de acuerdo. Pero ¿qué leo? Desde Circular te recomendamos trabajar el tema de la misericordia de Dios con estos pasajes:
- Mt 5
- Mt 18, 21-35
- Mt 21, 28-32
- Lc 7, 36-50
- Lc 15
- Lc 19, 1-10
- Jn 8, 1-11
- Texto de Tengo sed ti (pincha aquí para tenerlo)
No hace falta que te los lleves todos. Empieza por uno y párate donde sientas que la Escritura te dice algo. Trabaja esa diferencia entre el pecado de Pedro y de Judas. Pedro acepta que Dios le ha perdonado. Es tu turno. Dios perdono tus culpas, olvídate de ellas. Dios no quiere que nos odiemos. Judas tuvo soberbia, creía que no se podía perdonar lo que hizo, que él era lo peor. Pide esta semana el don de perdonarte a ti mismo. Si somos capaces de aceptar nuestras caídas veremos que no son obstáculos para nuestra santidad. Dios todo lo puede.
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