El tiempo y el presente
En el período de entreguerras (1918-1939), un tipo bastante conocido escribió un interesante libro: Sein und Zeit, o sea, “ser y tiempo”. El tipo al que me refiero se llamaba Heidegger. Y era un filósofo alemán que pronto cosecharía gran fama, siendo realmente influyente en el pensamiento de décadas después. En aquella obra, Heidegger exponía una idea muy interesante: el tiempo es vida, y el tiempo sólo existe en su forma de presente; el pasado ya no se podía cambiar, y el futuro no existe más allá de ser el lugar donde proyectamos nuestras esperanzas e ilusiones. Así pues, sólo presente.
Lógicamente, el pensamiento de Heidegger era infinitamente más complejo y elaborado que esto. Permítaseme que simplemente extraiga una idea, aunque deje tiritando la obra del señor teutón.
La idea de Heidegger sobre el tiempo es sumamente real. Podemos dedicar mucho tiempo a pensar en lo que fue o pudo ser. Somos capaces de estar recordando cada jugada de aquel fatídico día contra el Lyon donde el Madrid pencó (si eres del Madrid, claro xD). Ciertamente. Al mismo tiempo, otra buena parte de nuestras energías las gastamos pensando en el futuro que viene, pero generalmente no para hacer planes o proyectos sino, sobre todo, para soñar. Entre el llanto y rechinar de dientes sobre el pasado y el fantasear el futuro, consumimos buena parte de nuestras energías…y ¿qué hacemos con el presente?
Qué hace la gente con su tiempo
La mayor parte del mundo mundial, a día 2 de mayo de 2010, resume su actividad presente en un objetivo “supremo”: sobrevivir. No sobrevivir como Bruce Willis en La jungla de cristal, pero sí referido a que el único objetivo es uno mismo y mi “yo”. Por tanto, se divide el horario semanal en dos actividades fundamentales: por un lado lograr el sustento (el currele), por otro el uso del sustento (ocio). Fin. La jornada queda repartida en las horas dedicadas a poder pagar la luz y las horas dedicadas a mover el esqueleto. Trabajar, además, para la mayor parte de la población española no es más que una especie de paréntesis en la vida de uno. Las ocho horas de la jornada laboral (o eso dice la ley), son concebidas como “un mal trago”, un “mal necesario”, para poder comer y tener tiempo para ese ocio donde se saca “la bestia” que llevamos dentro y desfogamos la frustración de la semana. Como rara vez se consigue plenamente, uno espera al siguiente viernes para intentarlo de nuevo. De finde en finde y tiro porque me toca. ¿No conformamos con eso?
Un corazón que aspira a más
No, la culpa de la frustración habitual de la gente no es porque haya crisis (influye, claro. Y más carecen de trabajo) o porque ya no queden garitos como los de antes. Eso es sólo la alfombra que recubre el verdadero percal. Nuestro corazón aspira, pide, necesita, clama, grita… por algo más. Algo que te llene de verdad. Y la clave no es divertirse más. Eso está genial. Pero en el fondo uno quiere realizarse, aspira a ser feliz de una manera plena y total. Y esa felicidad no se logra buscándose a uno mismo. No puede ser que vivamos de viernes en viernes, descubriendo cada fin de semana que la vida no nos llena y que queremos algo distinto que no encontramos.
La receta de la abuela
No podemos pretender resolver la vida a nadie en pocas líneas. Pero la realidad es que tenemos que aprender a vivir nuestra vida intensamente, plenamente. ¿Cómo? En primer lugar, uno tiene que lograr cambiar el chip y ver en el trabajo una forma de realizarse y de aportar a la sociedad. No es un medio mecánico y traumático de conseguir dinero. A fin de cuentas, lo vas a tener que hacer igual, así que merece la pena ver en el trabajo algo más que te ayude a vivir 24 horas de vida al día, no 16. Ya sea estudiar, recoger basura, trabajar haciendo clavos o dirigiendo una empresa. En tu trabajo te realizas como persona de una forma especial, y además haces un servicio a la sociedad en general. ¡Qué distinto es comprarte unos pantalones con un dependiente amable y atento que con un tío frío y seco! No hay color. Ni para ti, ni para él mismo.
En segundo lugar, ¡no dediques todo tu tiempo libre a pensar en ti! No significa que lo primero que hagas al llegar del curro sea ponerte a limpiar el 4x4 al vecino. Significa que pienses en amigos a los que llamar para ver cómo andan, en quedar con gente que lo necesita, visitar personas que se alegrarán con tu visita, implicarte en actividades dedicadas para los demás (en tu parroquia, en una ONG, o en una asociación de amigos del Warhammer…¡tantas cosas!). Pero lo importante es no estar pendiente sólo de nuestro ombligo. El mundo es más grande. Haz cosas para ti, ¡claro! Pero no sólo. De un sano equilibrio depende la felicidad y la plena realización.
Si tienes dudas de cómo reordenar tu calendario o conseguir hacer cosas por los demás, muy fácil: reza y pregunta Al de Arriba qué opina. Tranqui, seguro que tiene cosas para ti.
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