20/2/08

Pescador de hombres

Quien dice que ama a Dios a quien no ve y no ama a su hermano a quien ve, es un mentiroso.
(1 Jn 4, 20)

Existe una canción que se llama "pescador de hombres", que probablemente conozcas, y dice:

Tú has venido a la orilla
no has buscado ni a sabios ni a ricos
tan sólo quieres que yo te siga.


Señor, me has mirado a los ojos
sonriendo has dicho mi nombre
en la arena he dejado mi barca
junto a Ti, buscaré otro mar.

Tú sabes bien lo que tengo
en mi barca, no hay oro ni espadas
tan sólo redes y mi trabajo.

Señor, me has mirado...etc.

Tú necesitas mis manos
mi cansancio que a otros descanse,
amor que quiera seguir amando.

Señor, me has mirado...etc.

Tú, pescador de otros lagos
ansia eterna de almas que esperan
amigo bueno que así me llamas.

Señor, me has mirado...etc.


¿Recuerdas aquel cartel norteamericano de reclutamiento que decía "I want you"? pues Jesús también te quiere en su equipo. Sin embargo, en aquel cartel norteamericano pedía ciertas aptitudes personales, ciertos mínimos (edad, altura, condiciones físicas...). Dios no pide nada, no pone requisitos mínimos "Tú has venido a la orilla, no has buscado ni a sabios ni a ricos, tan sólo quieres que yo te siga". Sí, Jesús te quiere a ti en concreto. Con tus fallos, tus alegrías, tus tristezas, tus virtudes, tus defectos... no busca ni a sabios ni a ricos, sólo que tú le sigas. Para Él eres irremplazable. Incluso aunque a veces pensemos que somos un desastre, incluso cuando ni nosotros mismos nos aceptamos... Él sigue buscándote, sigue yendo a la orilla para salir a navegar contigo.

En su llamada no hay reproches, no tiene una mirada fría, dura, resentida..."Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre". Muchas veces pensamos que Dios nos tendrá resentimiento, que no puede querernos después de tantos y tantos errores...pero muy al contrario, Jesús te mira a los ojos, a lo más profundo de tu ser, y con más amor del que puedas imaginar dice tu nombre. Él te conoce muy bien, es más, "hasta los pelos de tu cabeza he contado". No hay nadie que te conozca mejor, nadie que te ame como Él. Hagas lo que hagas, Él no dejará de quererte, de buscarte. En Jesucristo no hay lugar para el reproche.

En aquel cartel norteamericano te instaban a ir a la guerra, a dejarlo todo atrás. Dios nos hace una llamada total: "déjalo todo y sígueme", Pero Dios no se refiere a que dejes tu casa, tus amigos...sino que dejes todo aquello que te aleja de Él, todo aquello que te empobrece, que te esclaviza, que te aleja de su Amor. No tengas miedo, no pienses que eso supone perderlo todo. Al contrario, Jesús le dará sentido a tu vida: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida". Y es cierto: ¿cuántas veces te has quedado vacío?, ¿cuántas veces la cosas no te han llenado como pensabas?, ¿cuántas veces te has quedado frustrado, decepcionado, por no encontrar el amor que te llene de gozo? muchas veces, quizás demasiadas. Sólo hay un Amor que puede llenarte totalmente, que puede cambiarte la vida...y ése es el de Cristo, que te quiere infinitamente. No hay amor más grande.



No pienses que para seguir a Jesús hay que ser perfecto, ni el hombre más virtuoso. "Tú sabes bien lo que tengo, en mi barca no hay oro ni espadas, tan sólo redes y mi trabajo". Dios conoce tu pobreza, tu ser, tus limitaciones..., ninguno somos perfectos. Y por ello Él, que lo sabe, no busca nada de eso. Sólo tus "redes" y tu "trabajo". Con tu esfuerzo y tu amor le vale. El resto lo cambiará Él, no te preocupes.

Contigo Jesús quiere hacer grandes cosas. Cristo tiene muchos proyectos que hacer contigo, juntos: "Tú necesitas mis manos, mi cansancio que a otros descanse". Ésa es la verdadera vocación cristiana, el verdadero sentido de la vida: que te des a Dios y a los demás. Con Jesús en tu barca, serás "pescador de hombres". Con Jesús podréis conquistar nuevos lugares, hacer feliz a mucha gente, hacer feliz a los que te rodean. No hay mejor vida que ésa. "No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos". Porque bien sabes que una vida para uno mismo no merece la pena. Sólo lleva al vacío, la decepción, la amargura... aquellos jóvenes que se alistaban en el ejército norteamericano sabían que allí lo más que conseguirían era salir vivos. No lo hacían por ellos mismos, dieron su vida por los demás, por la gente que querían. En cambio, si dejas que Jesús entre en tu vida, "suba a tu barca", tu vida cambiará radicalmente. Todo cambiará. Encontrarás el sentido de la vida, de tu vida.

¿Te acuerdas cuando en Hermanos de Sangre le decía un soldado al mayor Winters: "yo a usted le acompañaría hasta las mismísimas puertas del Infierno, señor"? ese soldado supo fiarse de aquella persona, supo seguirle e­n el combate. Nosotros también debemos saber fiarnos del mejor de los capitanes de la vida, Jesucristo. "Junto a Tí, buscaré otro mar". Atrévete a cambiar. Apuesta por Él. Él te llevará hasta lugares que antes no habías sido capaz de imaginar. Te hará sentir el mayor gozo de la vida: saberte amado por Dios, un Amor infinito, incondicional y para siempre.

Buena semana!!
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Mensaje del Papa para Cuaresma 2008

«Nuestro Señor Jesucristo, siendo rico, por vosotros se hizo pobre»
(2 Corintios 8,9)


¡Queridos hermanos y hermanas!

1. Cada año, la Cuaresma nos ofrece una ocasión providencial para profundizar en el sentido y el valor de ser cristianos, y nos estimula a descubrir de nuevo la misericordia de Dios para que también nosotros lleguemos a ser más misericordiosos con nuestros hermanos. En el tiempo cuaresmal la Iglesia se preocupa de proponer algunos compromisos específicos que acompañen concretamente a los fieles en este proceso de renovación interior: son la oración, el ayuno y la limosna. Este año, en mi acostumbrado Mensaje cuaresmal, deseo detenerme a reflexionar sobre la práctica de la limosna, que representa una manera concreta de ayudar a los necesitados y, al mismo tiempo, un ejercicio ascético para liberarse del apego a los bienes terrenales. Cuán fuerte es la seducción de las riquezas materiales y cuán tajante tiene que ser nuestra decisión de no idolatrarlas, lo afirma Jesús de manera perentoria: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Lc 16,13).

La limosna nos ayuda a vencer esta constante tentación, educándonos a socorrer al prójimo en sus necesidades y a compartir con los demás lo que poseemos por bondad divina. Las colectas especiales en favor de los pobres, que en Cuaresma se realizan en muchas partes del mundo, tienen esta finalidad. De este modo, a la purificación interior se añade un gesto de comunión eclesial, al igual que sucedía en la Iglesia primitiva. San Pablo habla de ello en sus cartas acerca de la colecta en favor de la comunidad de Jerusalén (cf. 2Cor 8,9; Rm 15,25-27 ).

2. Según las enseñanzas evangélicas, no somos propietarios de los bienes que poseemos, sino administradores: por tanto, no debemos considerarlos una propiedad exclusiva, sino medios a través de los cuales el Señor nos llama, a cada uno de nosotros, a ser un medio de su providencia hacia el prójimo. Como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, los bienes materiales tienen un valor social, según el principio de su destino universal (cf. nº 2404).

En el Evangelio es clara la amonestación de Jesús hacia los que poseen las riquezas terrenas y las utilizan solo para sí mismos. Frente a la muchedumbre que, carente de todo, sufre el hambre, adquieren el tono de un fuerte reproche las palabras de San Juan: «Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?» (1Jn 3,17). La llamada a compartir los bienes resuena con mayor elocuencia en los países en los que la mayoría de la población es cristiana, puesto que su responsabilidad frente a la multitud que sufre en la indigencia y en el abandono es aún más grave. Socorrer a los necesitados es un deber de justicia aun antes que un acto de caridad.

3. El Evangelio indica una característica típica de la limosna cristiana: tiene que ser en secreto. «Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha», dice Jesús, «así tu limosna quedará en secreto» (Mt 6,3-4). Y poco antes había afirmado que no hay que alardear de las propias buenas acciones, para no correr el riesgo de quedarse sin la recompensa de los cielos (cf. Mt 6,1-2). La preocupación del discípulo es que todo vaya a mayor gloria de Dios. Jesús nos enseña: «Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestra buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,16). Por tanto, hay que hacerlo todo para la gloria de Dios y no para la nuestra. Queridos hermanos y hermanas, que esta conciencia acompañe cada gesto de ayuda al prójimo, evitando que se transforme en una manera de llamar la atención. Si al cumplir una buena acción no tenemos como finalidad la gloria de Dios y el verdadero bien de nuestros hermanos, sino que más bien aspiramos a satisfacer un interés personal o simplemente a obtener la aprobación de los demás, nos situamos fuera de la óptica evangélica. En la sociedad moderna de la imagen hay que estar muy atentos, ya que esta tentación se plantea continuamente. La limosna evangélica no es simple filantropía: es más bien una expresión concreta de la caridad, la virtud teologal que exige la conversión interior al amor de Dios y de los hermanos, a imitación de Jesucristo, que muriendo en la cruz se entregó a sí mismo por nosotros. ¿Cómo no dar gracias a Dios por tantas personas que en el silencio, lejos de los reflectores de la sociedad mediática, llevan a cabo con este espíritu acciones generosas de sostén al prójimo necesitado? Sirve de bien poco dar los propios bienes a los demás si el corazón se hincha de vanagloria por ello. Por este motivo, quien sabe que «Dios ve en el secreto» y en el secreto recompensará no busca un reconocimiento humano por las obras de misericordia que realiza.

4. Invitándonos a considerar la limosna con una mirada más profunda, que trascienda la dimensión puramente material, la Escritura nos enseña que hay mayor felicidad en dar que en recibir (Hch 20,35). Cuando actuamos con amor expresamos la verdad de nuestro ser: en efecto, no hemos sido creados para nosotros mismos, sino para Dios y para los hermanos (cf. 2Cor 5,15). Cada vez que por amor de Dios compartimos nuestros bienes con el prójimo necesitado experimentamos que la plenitud de vida viene del amor y lo recuperamos todo como bendición en forma de paz, de satisfacción interior y de alegría. El Padre celestial recompensa nuestras limosnas con su alegría. Y hay más: San Pedro cita entre los frutos espirituales de la limosna el perdón de los pecados. «La caridad -escribe- cubre multitud de pecados» (1P 4,8). Como a menudo repite la liturgia cuaresmal, Dios nos ofrece, a los pecadores, la posibilidad de ser perdonados. El hecho de compartir con los pobres lo que poseemos nos dispone a recibir ese don. En este momento pienso en los que sienten el peso del mal que han hecho y, precisamente por eso, se sienten lejos de Dios, temerosos y casi incapaces de recurrir a él. La limosna, acercándonos a los demás, nos acerca a Dios y puede convertirse en un instrumento de auténtica conversión y reconciliación con él y con los hermanos.

5. La limosna educa a la generosidad del amor. San José Benito Cottolengo solía recomendar: «Nunca contéis las monedas que dais, porque yo digo siempre: si cuando damos limosna la mano izquierda no tiene que saber lo que hace la derecha, tampoco la derecha tiene que saberlo» (Detti e pensieri, Edilibri, n. 201). Al respecto es significativo el episodio evangélico de la viuda que, en su miseria, echa en el tesoro del templo «todo lo que tenía para vivir» (Mc 12,44). Su pequeña e insignificante moneda se convierte en un símbolo elocuente: esta viuda no da a Dios lo que le sobra, no da lo que posee sino lo que es. Toda su persona.

Este episodio conmovedor se encuentra dentro de la descripción de los días inmediatamente precedentes a la pasión y muerte de Jesús, el cual, como señala San Pablo, se ha hecho pobre a fin de enriquecernos con su pobreza (cf. 2Cor 8,9); se ha entregado a sí mismo por nosotros. La Cuaresma nos empuja a seguir su ejemplo, también a través de la práctica de la limosna. Siguiendo sus enseñanzas podemos aprender a hacer de nuestra vida un don total; imitándole conseguimos estar dispuestos a dar, no tanto algo de lo que poseemos, sino a darnos a nosotros mismos. ¿Acaso no se resume todo el Evangelio en el único mandamiento de la caridad? Por tanto, la práctica cuaresmal de la limosna se convierte en un medio para profundizar nuestra vocación cristiana. El cristiano, cuando gratuitamente se ofrece a sí mismo, da testimonio de que no es la riqueza material la que dicta las leyes de la existencia, sino el amor. Por tanto, lo que da valor a la limosna es el amor, que inspira formas distintas de don, según las posibilidades y las condiciones de cada uno.

6. Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma nos invita a «entrenarnos» espiritualmente, también mediante la práctica de la limosna, para crecer en la caridad y reconocer en los pobres a Cristo mismo. Los Hechos de los Apóstoles cuentan que el Apóstol San Pedro dijo al hombre tullido que le pidió una limosna en la entrada del templo: «No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, echa a andar» (Hch 3,6). Con la limosna regalamos algo material, signo del don más grande que podemos ofrecer a los demás con el anuncio y el testimonio de Cristo, en cuyo nombre está la vida verdadera. Por tanto, que este tiempo esté caracterizado por un esfuerzo personal y comunitario de adhesión a Cristo para ser testigos de su amor. María, Madre y Sierva fiel del Señor, ayude a los creyentes a llevar adelante la «batalla espiritual» de la Cuaresma armados con la oración, el ayuno y la práctica de la limosna, para llegar a las celebraciones de las fiestas de Pascua renovados en el espíritu. Con este deseo, os imparto a todos una especial Bendición Apostólica.

Vaticano, 30 de octubre de 2007

BENEDICTUS PP. XVI

8/2/08

¿Rezar cambia las cosas?

Dicen que rezar cambia las cosas, pero ¿es REALMENTE cierto que cambia algo?

¿Rezar cambia tu situación presente o tus circunstancias? No, no siempre, pero cambia el modo en el que ves esos acontecimientos.

¿Rezar cambia tu futuro económico? No, no siempre, pero cambia el modo en que buscas atender tus necesidades diarias.

¿Rezar camba corazones o el cuerpo dolorido? No, no siempre, pero cambiará tu querer por el querer de Dios.

¿Rezar cambia tu querer y tus deseos? No, no siempre, pero cambiará los ojos con los que tú ves el mundo.

¿Rezar cambia el mundo? No, no siempre, pero cambiará los ojos con los que tú ves el mundo.

¿Rezar cambia tus culpas del pasado? No, no siempre, pero cambiará tu esperanza en el futuro.

¿Rezar cambia a la gente a tu alrededor? No, no siempre, pero te cambiará a ti, pues el problema no está siempre en otros.

¿Rezar cambia tu vida de un modo que no sabes explicar? Ah, sí, siempre. Y esto te cambiará totalmente.

Entonces, ¿rezar cambia ALGO? Sí, REALMENTE cambia TODO. Transforma el modo de VER los acontecimientos de la vida.

+ Pese a los exámenes, no dejes de escuchar la voz de Dios. No dejes de reservarle un rato para Él. Un rato en el que abras tu corazón y le cuentes lo que más te importa. Él cada día espera tener ese rato junto a ti. No le hagas esperar…



Buena semana!!

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Adopta espiritualmente a un niño en peligro de ser abortado

No hay vocación más religiosa que el trabajo. Un laico católico, hombre o mujer, es alguien que toma el trabajo en serio. Sólo el cristianismo ha dado un sentido religioso al trabajo y reconoce el valor espiritual del progreso tecnológico. Juan Pablo II


El informativo Novo Millennio de María Visión, el canal de televisión católico mexicano, ha lanzado una campaña de adopción espiritual de bebés en peligro de ser abortados inspirada en la que realizó hace años el Arzobispo de Nueva York, Fulton J. Sheen. GRUPO CIRCULAR quiere sumarse a esta preciosa iniciativa para así rezar, y promover la oración, por los niños no nacidos con riesgo de jamás nacer.
A continuación reproducimos el texto de María Visión donde se expone la idea
*****
Un velo de muerte e injusticia cubre nuestra Nación y el mundo entero.
Nosotros podemos descorrerlo con nuestras oraciones, que consuelan los Corazones de Jesús y de María, y que irán iluminando poco a poco este momento de oscuridad.
Adoptar espiritualmente a un bebé en peligro de ser abortado, consiste en rezar por un bebé durante nueve meses, convirtiéndote así en el papá o en la mamá espiritual de ese pequeño. Debajo de este texto encontrarás la oración que ya han recibido miles de personas. Puedes rezarla sola, o acompañada del Rosario, o de una misa, o de una visita al Santísimo, o de tres Aves Marías. Como cada persona quiera y pueda. Lo que pedimos es que no se olvide ni un solo día el compromiso de orar por el pequeño adoptado.
Tú eliges la fecha de adopción, que es la fecha en la que en algún lugar del mundo ha sido concebido un bebé, y que correrá el riesgo de morir. Le pones el nombre que tú quieras y tu compromiso es cuidarlo con tu oración amorosa durante nueve meses. Muchas personas deciden seguir rezando en forma indefinida por su hijo espiritual, pero eso ya depende de cada persona.
Estamos elaborando una base de datos con el nombre de la mamá o el papá, o pareja adoptivos, el nombre del bebé, la fecha de adopción y el lugar desde el que escriben. Cuando me den la fecha de adopción, yo les informaré la fecha de su nacimiento.
La base de datos contiene esta información.
Nombre de quien adopta: …
Nombre del bebé: …
Fecha de adopción: …
Lugar de residencia: …
Cuando lleguemos al millón de niños adoptados, acudiremos a ponerla a los pies de Nuestra Señora en la Basílica de Guadalupe en México, para decirle a Nuestra Madre que su rosto fiel no quiere que derrame más lágrimas por las muertes de tantos y tantos inocentes.
¿Quién puede adoptar? Cualquier persona: hombres, mujeres, niños (con la ayuda de un adulto, si es muy chiquito), jóvenes, matrimonios, parejas de novios, sacerdotes, religiosas, ancianos, es decir, cualquier persona de buena voluntad que quiera asumir esta preciosa responsabilidad en serio.
Algunas personas adoptan varios bebés, pero saben que tienen el compromiso de rezar por cada bebé en particular. No tendría sentido nuestra campaña de oración y amor, si no fuera así.
Y además de salvar la vida de un niño en peligro de ser abortado, estamos también salvando a sus papás de caer en la terrible trampa del aborto.
Recibe un abrazo en el Niño Jesús
+Isabel Álvarez de la Peza
¡Mándame tu adopción!
PARA ADOPTAR PULSA AQUÍ Y RELLENA LA FICHA
(es muy sencillo y RÁPIDO, tal y como antes te dijimos)

Las oraciones:
+ Se reza durante nueve meses:
Señor Jesús: por mediación de María, Tu Madre, que te dio a luz con amor, y por intercesión de San José, quien contempló extasiado el Misterio de la Encarnación y se ocupó de Ti tras tu nacimiento, te pido por________________, este pequeño no nacido que he adoptado espiritualmente, y que se encuentra en peligro de ser abortado. Te pido que des a los padres de este bebé amor y valor para que le permitan vivir la vida que Tú mismo le has preparado. Amén.
+ Ahora bien, la siguiente oración se reza diariamente a la hora de rezar el Santo Rosario o sola:
Oración matutina:
Bendito seas, Señor, por este nuevo día. Te alabo por el don de la vida. Al despertar del sueño, te pido especialmente por aquellos que serán trágicamente privados de la vida porque serán abortados. Recíbelos, Señor. Y en tu gran misericordia, guía con tu sabiduría a todas las mujeres embarazas que estén pensando hoy en destruir a los niños que llevan en su seno. Dales la gracia, el valor y la fortaleza para vivir diariamente según tu voluntad. Te lo pido por Cristo, Nuestro Señor, Amén.
Jaculatoria: Madre de los niños que no han nacido, ruega por nosotros.
"Durante su vida terrenal este niño adoptado por ti será conocido sólo por Dios, pero en el mundo venidero y por toda la eternidad tanto tú, como el niño, encontrarán la felicidad cada uno en la compañía del otro."
(Toda la información AQUÍ: MARÍAVISIÓN)

GRUPO CIRCULAR os anima a que participéis y a que se lo mandéis a todos los que queráis. Es tan sencillo y vale tanto… tanto que quizás ayude a que miles de niños tengan el derecho principal, el derecho a VIVIR.
Muchísimas GRACIAS!!
Cualquier duda: GRUPOCIRCULAR@GMAIL.COM
+ Esta campaña está aprobada por el Obispo de Guadalajara (Méjico)

Buena semana!!
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7/2/08

Aprender a fiarse de Dios

¿Qué razón tienes para no amar?, ¿que el otro respondió a tus favores con injurias?, ¿que quiso derramar tu sangre en agradecimiento de tus beneficios? Pero, si amas por Cristo, ésas son razones que te han de mover a amar más aún. Porque lo que destruye las amistades del mundo, eso es lo que afianza la caridad de Cristo. ¿Cómo? Primero, porque ese ingrato es para ti causa de un premio mayor. Segunda, porque ése precisamente necesita de más ayuda y de más intenso cuidado. San Juan Crisóstomo



En tiempo de exámenes es muy fácil perder un poco el norte en la brújula. Las prisas, el a ya yai que no me va a dar tiempo, el estrés… son ingredientes que pueden hacer que se pierda un poco el sabor de Dios en nuestra rutina. Pero aquí te dejo un texto que te va a demostrar que ahora es un tiempo perfecto para ejercitar nuestro trato con Dios.

San Lucas 5:
Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Guía mar adentro, y echad vuestras redes para pescar».
Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes». Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban con romperse.

Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado.

Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres». Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.


Lucha y confianza
Habían trabajado toda la noche: en vano. Eran pescadores, sabían hacerlo, era su profesión, tenían experiencia. Pero con todo, no habían pescado nada y estaban cansados. Quizá estuvieran desanimados, con sensación de inutilidad, pensando en dejarlo todo.

La historia termina con una pesca abundante. ¿Por qué esa victoria y el fracaso nocturno? Por la presencia de Jesucristo . Todo lo demás parece desfavorable: redes sin lavar, hora poco apropiada, cansancio físico y anímico de los pescadores… Enseñanza: sin Cristo no hacemos nada , solo habrá cansancio, tensión, desánimo, ganas de dejarlo; trataremos de engañarnos echando a las circunstancias la culpa de nuestra ineficacia; sin Cristo nos invadirá la sensación de inutilidad. En cambio, con Él la pesca es abundante.

La santidad no consiste en el cumplimiento de un conjunto de normas. Es la vida de Cristo en nosotros. Por eso, más que en hacer, está en dejar hacer, en dejarse llevar; pero correspondiendo. La conducta auténticamente cristiana se teje con los hilos de una trama divina y humana: la voluntad del hombre que enlaza con la voluntad de Dios (San Josemaría) . Cuando luchamos por ser santos, el hilo de nuestra voluntad se encuentra con el hilo de la voluntad de Dios y se entrelaza con él para formar un tejido único, una sola pieza que es nuestra vida. Esa trama ha de ir haciéndose cada vez más densa, hasta que llegue un momento en que nuestra voluntad se identifique con la de Dios, de tal modo que no seamos capaces de distinguir una de la otra, porque quieren lo mismo.

Casi al final de su vida en la tierra, Jesús confía a San Pedro: «En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras» (San Juan). Antes te apoyabas en ti, en tu voluntad, en tu fortaleza; antes pensabas que tu palabra era más segura que la mía… y ya ves los resultados. A partir de ahora te apoyarás en Mí y querrás lo que Yo quiera… y las cosas irán mucho mejor.

La vida interior es una tarea de la gracia que requiere nuestra cooperación . El Espíritu Santo sopla e impulsa nuestra barca. Para nuestra correspondencia disponemos de dos remos: nuestro esfuerzo personal y la confianza en Dios (la seguridad de que Él no nos deja). Los dos remos son necesarios y hemos de desarrollar los dos brazos si queremos que la vida interior avance . Si falla uno, la barca gira sobre si misma, es muy difícil de gobernar; el alma camina entonces como a la pata coja: no avanza, se agota, termina por desfallecer y cae fácilmente.
· Si falta la decisión eficaz de luchar, la piedad es sentimental, las virtudes escasean: el alma parece llenarse de buenos deseos, que resultan sin embargo ineficaces cuando llega el momento del esfuerzo.
· Si, en cambio, todo se confía a una voluntad fuerte, a la decisión de luchar sin contar con el Señor, el fruto es aridez, tensión, cansancio, hastío de una pelea que no trae peces a las redes de la vida interior y del apostolado: el alma se encuentra como Pedro y sus compañeros en la noche infructuosa.

Si advertimos que algo de esto nos sucede, si a veces caemos en desánimos por apoyarnos demasiado en nuestro conocimiento o experiencia, en nuestra voluntad decidida y fuerte… y poco en Jesucristo, pidamos al Señor que suba a nuestra barca. Nos importa mucho su presencia; mucho más que los resultados de nuestro esfuerzo. Es de notar que el Señor no promete una gran pesca, y Simón no la espera. Pero advierte que de todas maneras vale la pena trabajar por el Señor: pero, en tu palabra, echaré las redes.

Abandono
Volvamos un poco atras y dirijamos nuestra mirada a la petición de Jesús: Guía mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca. Lleva la barca a lo profundo. Para adentrarse en la vida interior hay que renunciar a tener los pies en terreno firme totalmente dominado; es preciso avanzar hasta lugares donde fácilmente habrá olas, donde si cayéramos al agua podríamos hundirnos. ¿No estaremos más seguros en la orilla, o donde el agua no supere lar rodillas, o la cintura, o al máximo los hombros? Quizá, efectivamente, nos sentiríamos más seguros. Pero en la orilla no se pesca nada que valga la pena. Si queremos echar las redes para pescar tenemos que llevar la barca a lo profundo, tenemos que sacudirnos el miedo a perder de vista la costa.

¡Cuántas veces Jesucristo echa en cara a los discípulos su miedo!: ¿por qué os asustáis, hombres de poca fe? . ¿No merecemos nosotros ese mismo reproche?: ¿por qué no te fías?, ¿por qué quieres dominarlo y controlarlo todo? ¿por qué te cuesta tanto caminar cuando el sol no luce en todo su esplendor?

El alma tiende instintivamente a buscar referencias, señales que confirmen que va bien. El Señor nos las concede muchas veces, pero no creceremos en nuestra vida interior si dejamos que nos obsesione la necesidad de comprobar nuestro progreso. Quizá tenemos la experiencia de que en momentos de inquietud, en los que no poseemos un juicio claro sobre nuestra rectitud y nos dejamos arrastrar por el deseo de buscar a toda costa una respuesta, terminamos atribuyendo a una cosa nimia un valor del que objetivamente carece: una mirada sonriente o seria, un elogio o una corrección, una circunstancia favorable o un revés, bastan para colorear con un tono brillante u oscuro hechos con los que no guardan relación alguna.
El crecimiento de la vida interior no depende de que estemos seguros de cuál es la Voluntad de Dios . El afan desmesurado de seguridad es el punto donde el voluntarismo se encuentra con el sentimentalismo. En ocasiones, el Señor permite una inseguridad que, bien enfocada, nos ayuda a crecer en rectitud de intención . Lo que importa es abandonarse en sus manos, y en este fiarse de Él se encuentra la paz.

Con nuestra lucha no buscamos provocar sentimientos agradables. Muchas veces los tendremos, otras no. Un poco de examen posiblemente nos haga descubrir que los buscamos con mayor frecuencia de la que imaginamos, si no en sí mismos, sí como señal de que nuestra lucha es eficaz. Lo advertiremos, por ejemplo, al experimentar desánimo ante una tentación a la que no cedemos, pero persiste; al sentir fastidio porque algo nos cuesta y, así razonamos, no nos debería costar; al notar molestia porque la entrega no nos atrae del modo sensiblemente arrollador que nos gustaría… Hemos de luchar en lo que podemos luchar, sin darnos de cabeza contra lo que no está en nuestra mano dominar: los sentimientos no están totalmente sometidos a nuestra voluntad y no podemos pretender que lo estén.

Nosotros hemos de aprender a abandonarnos, dejando en manos de Dios el resultado de nuestra lucha , porque sólo el abandono, la confianza eh Dios, vence esas inquietudes. Si queremos ser pescadores de altura, hemos de llevar la barca donde no hacemos pie; hemos de superar el deseo de buscar referencias, de experimentar que vamos adelante. Pero para conseguirlo es decisivo apoyarse en la contricción.

Recomenzar

Simón y sus compañeros siguieron el consejo del Señor… Y pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Del fruto de aquella audacia se beneficiaron otros que vinieron a ayudarles, y las dos barcas se llenaron tanto que casi se hundían. Abundancia tan extraordinaria, llevo a Pedro a advertir la cercanía de Dios y a sentirse indigno de tal familiaridad: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador. Sin embargo, pocos minutos después, dejadas todas las cosas, le siguieron. Y fueron fieles hasta la muerte.
Pedro descubrió al Señor en aquella pesca extraordinaria. ¿Habría reaccionado igual si la noche anterior le hubiera ido bien su trabajo? Quizás no. Quizás en un fruto especialmente generoso habría reconocido una ayuda de Jesús, pero no habría advertido hasta que punto Dios estaba cerca y todo se lo debía a Él. Para que el milagro moviera al alma de Simón, convenía que la noche anterior le hubiera ido muy mal a pesar de su empeño sincero.


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