11/3/12

¿Y después de la JMJ qué?


Lejos queda ya las calles abarrotadas de mochilas de la JMJ Madrid 2011. Conciertos en Plaza España, exposición del Santísimo en el Bernabéu, fiesta del perdón en el parque del Retiro, evangelizaciones a pie de calle, chavales de camisa amarilla cantando por el metro, voluntarios dejándose la piel bajo el sol de agosto, una Iglesia universal unida, un Papa volcado con la juventud…  ¿Qué ha quedado de todo esto?, ¿ha servido de algo?, ¿mereció la pena tanto esfuerzo?

Antes de comenzar la JMJ, en el vuelo del Papa el 18 de agosto, el Padre Lombardi hizo esas mismas preguntas a Benedicto XVI en nombre de los periodistas.

P. Lombardi: “Las Jornadas Mundiales de la Juventud son un tiempo hermosísimo y suscitan mucho entusiasmo, pero los jóvenes luego al volver a casa encuentran un mundo en el que la práctica religiosa está en disminución muy fuerte. A muchos de ellos probablemente no se les verá ya en la iglesia. ¿Cómo se pude dar continuidad a los frutos de la Jornada Mundial de la Juventud? ¿Piensa que dará efectivamente frutos de larga duración más allá de los momentos de gran entusiasmo?”.

Benedicto XVI: “La siembra de Dios siempre es silenciosa, no aparece inmediatamente en las estadísticas. Y esa semilla que el Señor siembra con las JMJ es como la semilla de la que habla el Evangelio: una parte cae en el camino y se pierde; una parte cae en la piedra y se pierde; una parte entre las espinas y se pierde, una parte cae en tierra buena y da mucho fruto. Esto es precisamente lo que sucede con la siembra de la JMJ: mucho se pierde y esto es humano. Con otras palabras del Señor, la semilla de mostaza es pequeña, pero crece y se convierte en un gran árbol. Ciertamente se pierde mucho, no podemos decir que desde mañana comienza un gran crecimiento de la Iglesia. Dios no actúa así. Crece en silencio y mucho.
Sé que otras JMJ han suscitado numerosas amistades, amistades para toda la vida; muchas nuevas experiencias de que Dios existe. Y nosotros confiamos en este crecimiento silencioso, y estamos seguros de que, aunque las estadísticas no hablen mucho de ello, la semilla del Señor crece realmente. Y para muchísimas personas será el inicio de una amistad con Dios y con los demás, de una universalidad de pensamiento, de una responsabilidad común que realmente nos muestra que estos días dan fruto. Gracias”.

Crece en silencio
Tras leer estas palabras del Papa, no caigas en la tentación humana de hacer recuentos. El Espíritu sopla donde quiere. Dios actúa sin ser visto. No te desanimes porque la JMJ haya terminado y en tu parroquia, congregación o movimiento no haya sucedido lo que esperabas. Sigue rezando por los frutos de esa semana, da gracias por todas las conversiones que ha habido y no has visto, por las miles de personas que ahora mismo están discerniendo su vocación y los que ya lo han hecho, por todos los que sin fe pensaron qué hacen dos millones de chavales en las calles de mi ciudad para escuchar a un anciano, por los que se rebelaron ante ese testimonio de Iglesia universal, por los que preparan este nuevo pentecostés en Río 2013, por todos los que no quisieron participar. Dios actúa en medio de su pueblo sin ser visto, sin querer salir en la portada de los medios. Es un viento que saca flores del desierto, o como dice el Himno, que anuncia la salvación donde acechó el infierno.

Pregúntate tú ahora que ha quedado en ti de la JMJ. No mires tanto a tu alrededor y refresca lo que supuso para ti esa semana. No dejes que la siembra que hizo Dios en ti caiga en saco roto. Dios sigue llamándote igual lo que hizo bajo la lluvia de Cuatro Vientos a una vida nueva.

Beside you, la fuerza de la vida

12/2/12

Aprender a vivir lo nuevo


Igual que en los equipos de fútbol (no quiero poner nervioso a nadie), en la política, la economía, etc, existe lo que conocemos como “cambio de ciclo” en la vida de cada uno. No, no es el fin apocalíptico de todo, a pesar de que mucha gente siempre insiste en que cuando algo está cambiando: “será una castaña, nada merecerá la pena, y todo se irá a la porra”. En realidad, los cambio son eso, cambios. Las más de las veces, ni a mejor ni a peor; tan sólo es una cuestión de enfrentarse a algo nuevo, cosa que nos cuesta afrontar enormemente (y por ello terminamos nostálgicos, acudiendo a la manida frase de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, que diría Jorge Manrique).

Cuál es mi lugar ahora
Pues sí, efectivamente, todos experimentamos cambios de ciclo. De hecho, yo estoy en uno de esos cambios de ciclo. Terminó el periodo de estudiante universitario, comienza el trabajo y la necesidad de plantear una fase adulta de la vida. Sí, queda lejos Dragon Ball. De primeras, quedas tentado de echar de menos la vida pasada, pensando que, como dicen muchos, “se acabó lo mejor de la vida”. Pero existen muchos cambios de ciclo: pasar del colegio a la vida universitaria, o cambiar de trabajo, o tener un hijo, o quizás jubilarse… todo cambio vital es un reto. Un reto porque a menudo lo vivimos con dolor, con nostalgia, y no aceptamos la nueva situación: nos quedamos con que es el fin de algo, y no el inicio de otra cosa que habrá que aprender a vivir desde la alegría y optimismo del Señor. Yo mismo, en este cambio, estoy en medio de un periodo de cierto hastío por la nueva situación y nostalgia por lo pasado. Incluso, sequía espiritual, porque tengo la sensación de que aquellas en las que me encontraba con Dios antes (exámenes, universidad, compañeros de clase), ya no están, por lo que ¿dónde me encuentro con Dios ahora? Parece que la vocación concreta y cotidiana de años pasados ha desaparecido. No sé cuál es mi lugar ahora.

Ante esto, uno debe reaccionar. No nos podemos quedar sentados en el sillón idealizando el pasado y paralizados en el presente: esto no lleva a nada bueno. Y me parece que, desde mi humilde opinión, hay algunas ideas guía que nos pueden ayudar e enfocar esto desde una perspectiva plenamente cristiana. Veamos.

Jugar a ser Dios
Lo primero sería plantearse ¿Hasta qué punto no deja de ser un ejercicio de egoísmo por nuestra parte el echar de menos constantemente el pasado? Es evidente que, a veces, es cierto que determinadas situaciones del pasado eran mejores para uno. Esto puede ser. Pero también se esconde en nuestra no aceptación de los cambios de ciclo una tendencia intrínseca del ser humano de querer ser el dios de la vida de cada uno. Querer controlar, querer disponer y querer elegir cómo es nuestra vida. Y cuando algo no nos gusta, nos rebelamos. Y lo peor no es que duela, lo peor es no querer aceptar. Negarse. Ahí estamos jugando a ser dios, porque queremos ser los dueños últimos de nuestra vida y nuestro futuro. Y sabemos cómo suele terminar ese deseo: frustración, impotencia. Por todo esto, creo que es necesario levantar el vuelo y mirar desde otra perspectiva la jugada.

Seamos serios: nosotros no somos los dueños de nuestra vida. Esto lo sabemos, en teoría. Pero, ay amigo, cómo nos cuesta vivir esto como una realidad tangible día a día. El hecho es que me parece trascendental aprender a vivir todos los cambios desde una mirada más amplia. Si Dios es el verdadero dueño, fin y motor de nuestras vidas, y los cambios suceden (las más de las veces) al margen de nuestra voluntad… ¿no serán por tanto nuevas fases de el camino querido por Dios para nosotros? Y por ende, ¿no deberíamos aceptar alegremente la voluntad de Dios en nuestra vida? Ya se sabe, del dicho al hecho… hay mucha oración de súplica de por medio. Pero si aprendemos, con la ayuda del Señor, a vivirlo así, experimentaremos los cambios desde la Paz que sólo Cristo no puede dar: “estoy en tus manos, hágase en mí”. Nos destensaríamos, dejaríamos de vivirlo desde el dolor de la perdida para vivirlo como obra de Dios en nuestro caminar. Dios sabrá qué es lo que hace con nosotros, nuestra responsabilidad sería no decidir qué tiempo vivimos, sino qué hacer con el tiempo que se nos ha dado (gran frase ésta de Tolkien).

Por supuesto, la última idea es clave. Si Dios está detrás de los cambios y, sobre todo, siempre está detrás de nosotros y de cada paso que damos para echarnos una mano, dos, o mil quinientas… ¡relaja, chico! (descuida, también me lo tengo que decir a mi mismo). Como diría Santa Teresa: “nada te turbe, nada te espante”, teniendo a Dios de nuestro lado nada nos puede arrancar la paz y la esperanza. Él estará, Él nos ayudará, Él nos iluminará, Él nos levantará. Aprenderás a vivir lo nuevo. Porque Dios se ha empeñado en conseguirlo, porque está empeñado en lograr que seamos hijos suyos plenamente, para gozar algún día de su presencia en el Cielo. Aprenderás, Él te enseñará y te protegerá cuando parezcas no poder. Tú sólo pídelo.

Ay, cambios de ciclo… ¡cambiemos el ciclo!

15/1/12

"Sin darme apenas cuenta me había enamorado locamente de Él". Almudena López

Mi vocación es un regalo de Dios y fruto de su perseverancia. Puedo gritar con el salmista: "Dios es fiel, guarda siempre su alianza".

Desde pequeña, el Señor puso en mí una sed grande de Él. Una sed que intentaba saciar con algunas oraciones y la Eucaristía dominical, y a pesar de que no era suficiente, me conformaba. Sentía que el Señor me pedía más, un trato más íntimo, de mayor amistad, pero no lo entendía, no estaba preparada para comprenderlo.

En estos treinta años he aprendido que Dios nos mira a cada uno personalmente, y nos trata de manera individual, según lo que necesitamos y lo que estamos preparados a recibir. Así ha sido conmigo, y por eso, a pesar de que desde muy pequeña intuía lo que el Señor quería para mí, no he podido darle una respuesta hasta ahora.

Por pura gracia de Dios me mantuve siempre fiel en la Eucaristía, al principio solo los domingos, y años más tarde diariamente. Eso permitió que la semilla que Dios había sembrado fuera germinando. Si además hoy puedo decirle que sí al Señor, es gracias a la infinita paciencia que ha tenido conmigo durante toda mi vida, mostrándome poco a poco que Él es el verdadero Camino. Sin agobiarme, sin sentirme acorralada, sino todo lo contrario, seduciéndome y conquistándome con una dulzura extraordinaria.

Los deseos de conocer más a Dios y de profundizar en su corazón han estado siempre conmigo, pero unas veces los acallaba y otras simplemente no los comprendía. Quería ofrecerme a él sirviéndole, entregándome a los demás, y estudié magisterio en educación especial para dedicarme a un colectivo desfavorecido. Creía que con eso iba a ser suficiente, me entregaba pero a mi manera, con mis condiciones. Hasta que comprendí que con ocho horas no bastaba, que yo necesitaba entregar mi vida las 24 horas, porque así me lo pedía el Señor.

Quise conocerle más profundamente para acallar mi deseo de estar más cerca de Él, y empecé a estudiar teología. De nuevo quise acercarme a Dios a mi modo. Después me di cuenta que los libros, aunque buenos y necesarios, no me daban el trato de intimidad que yo buscaba, que solo la oración y los ratos en la capilla podían saciar esa sed.

Como un amigo que te conoce y desea lo mejor para ti, así el Señor ha ido “aconsejándome” en mi vida, mostrándome en las cosas diarias cómo vivir con sencillez, pobreza y austeridad. El camino no siempre ha sido fácil, pero siempre he tenido quien me acompañara espiritualmente para interpretar mi vida a la luz del evangelio. Sin su ayuda no estaría escribiendo estas palabras, por eso quiero agradecer a esta gran Familia que es la Iglesia que sea instrumento para nuestra salvación. La vocación no es mía, sino de Dios que la ha hecho posible a través de mis hermanos.

Dios habla en las cosas concretas, por medio de los amigos, de los estudios, de una convivencia, de las misiones, en Chile, en Perú y en la diócesis, cuando me compré la casa, al independizarme… de todo se ha servido el Señor para mostrarme que a mí particularmente me pedía un seguimiento radical. El Señor me había conquistado como un caballero y yo, sin darme apenas cuenta me había enamorado locamente de Él, ¿cómo no seguirle a dónde Él vaya? Si otros imitan a sus héroes y a sus ídolos, ¿cómo no voy a imitar yo a Jesucristo en su vida pobre, casta y obediente, cuando me lo pide de una manera tan tierna? Imposible!! No soy yo sola la que quiere, sino que es Él quien ha puesto mayor empeño en esta tarea, y quien con su mirada me sostiene.

¿Por qué en la Fraternidad Reparadora del Corazón de Cristo? De nuevo porque el Señor lo ha querido así. Corresponde con los deseos más íntimos de mi corazón: un trato íntimo con el Señor en la adoración Eucarística diaria; un apostolado muy misionero, dedicado a crear comunidades parroquiales vivas, mostrando a Cristo resucitado; una vida ofrecida en reparación por los pecadores, compartiendo los sufrimientos de Cristo; una vida en total disponibilidad para lo que Dios quiera, cuando Él quiera y cómo Él quiera.

Es llevar a plenitud lo que hasta ahora había intentado vivir. Lo que comienzo ahora es un periodo de prueba y de conocimiento, como él ha querido siempre, estoy abierta a su Voluntad y a la gracia, pero de lo que no me queda duda es que soy suya para siempre.

Almudena López

Crónica de la JMJ Madrid 2011

25/12/11

El Dios que se hace cigoto


Cuenta el saber popular que un niño paseaba por las afueras de su pueblo al caer la tarde. Se sentía muy aburrido, lazaba piedras a las latas oxidadas de la colina. De pronto, escuchó un murmullo que le despertó la curiosidad. Encontró una jaula con dos pequeños pájaros en su interior. Golpeó con un palo para comprobar que los animalitos estaban vivos. Su cara se llenó de júbilo, encontró una nueva diversión para hacer tiempo hasta la cena. Agarró la jaula con su mano derecha y fue de camino a la finca de su abuelo donde podría divertirse sin que nadie le molestase. En su paseo se cruzó con el cura del pueblo que regresaba de la ermita tras las fiestas.

- “¿Qué llevas ahí?”, le preguntó el sacerdote.
- Unos pajarracos”, dijo el chaval.
- “¡Qué bueno!, ¿los vas a llevar a casa para cuidarlos?”
- No. Sólo quiero divertirme. Voy a mi finca para desplumarlos, hacerles sufrir y matarlos.
- ¿No te dan pena?, son muy bonitos.
- Son sólo pajarracos. Sus plumas son horribles.
- Entonces, qué tal si hacemos un trato. Te los compro y así yo los cuido.
- Padre, pero si no valen nada. Los encontré tirados a las afueras. No tienen ningún valor.
- No me importa, te pago por ellos 10 euros.
- Trato hecho.

Y así fue. El pequeño se fue corriendo a la plaza del pueblo para gastarse el dinero que le habían dado. Y el sacerdote miró los pajarillos y cargó con ellos hasta su casa para buscarles un buen lugar. Colorín, colorado…

Tras este cuentecito, déjame que te diga algo. Tú y yo fuimos encerrados en una jaula hace mucho tiempo. Elegimos el destierro. Apareció el demonio en nuestra realidad y quiso jugar a ser nuestro señor. Como peones en sus manos. En esa "victoria" del pecado apareció Dios y quiso devolver la dignidad a quien no la había perdido. El demonio se enfadó. “Si son sólo pajarracos… No tienen ningún valor… deja que me divierta destruyéndolos”. Nuestro Creador insistió y puso precio a nuestra miseria. No pagó con reinos, tributos u oro. “Entrego a mi único Hijo… su sangre será el precio que pagaré por ellos”. Rompió el muro que nos separaba. El demonio quería desplumarnos, echarnos tantas miserias en cara hasta llevarnos a la desesperación. Quería enfrentarnos los unos con los otros. Quería llenarnos de rencor por nuestro pasado, nuestras caídas. Buscaba nuestra más profunda división y grabarnos en la mente que somos inútiles. Dios Padre dijo que no. Ya no habrá más hegemonía de las tinieblas. Dio su bien más preciado para que ni uno solo se perdiese.

“Para que el amor quede plenamente satisfecho, es preciso que se abaje hasta la nada y que transforme en fuego esa nada”, escribió Santa Teresita del Niño Jesús. Nuestro Padre Dios tuvo la iniciativa y se hizo nada por locura de amor. No quiso encontrarse con la humanidad en la grandeza de un palacio ni buscó la entrada más apoteósica. Entró por la puerta de atrás. Se redujo en el seno de la Inmaculada Virgen María a la condición de cigoto -la primera célula tras la fecundación- para darnos ejemplo de cómo quiere encontrase con cada uno de nosotros: en la verdad de nuestra propia nada. Para después con su fuego hacer nuevas todas las cosas. Y así llegamos a la actualidad. Hoy no celebramos el cumpleaños de Jesús. Que no te confundan las grandes superficies ni las luces. Hoy Dios llama a la puerta de tu corazón para nacer en ti, para crecer en tu vacío. Tú decides. Buscar su pequeño latido o seguir haciéndote el fuerte ante la mirada de quien nos quiere desplumar. No busques más, déjate encontrar. FE-liz Navidad.