24/5/09

Mi compañera

El misterio del Espíritu Santo ha sido revelado progresivamente
El Antiguo Testamento anunció manifiestamente al Padre y más oscuramente al Hijo. El Nuevo Testamento dio a conocer abiertamente al Hijo e hizo entrever la divinidad del Espíritu. Ahora el Espíritu está presente en medio de nosotros y nos concede una visión más clara de sí mismo. Pues no era prudente que, cuando aún no se confesaba la divinidad del Padre, se proclamase abiertamente al Hijo, se añadiese el Espíritu Santo como un fardo suplementario, por emplear una expresión un poco más atrevida, no fuese que abrumados, por así decir, con un alimento superior a nuestras fuerzas y dirigiendo la mirada, aún demasiado débil, hacia la luz del sol, corriésemos el riesgo de perder nuestras facultades. En cambio, por medio de añadidos parciales, de ascensiones (Sal 83, 6), como dijo David, de avances y de progresos de gloria en gloria (2 Co 3, 18), la luz de la Trinidad brillará para los más luminosos
San Gregorio Nacianceno


"Nuestra Señora -decía Madre Teresa de Calcuta- me acompaña en todos los viajes; la llamo mi Compañera desde que un día, en Berhampur, le dije al capellán de las Hermanas que me regalase una imagen de María Milagrosa con las manos abiertas, derramando gracias sobre el mundo. Aceptó encantado, embaló la imagen y la llevó a la estación. Era una imagen muy grande, casi de tamaño natural, así que el jefe de estación quería que la facturase y pagase la correspondiente tarifa. Pero yo tenía un pase en los ferrocarriles para mí y una compañera, así que le dije: 'Esta es mi compañera ...' y me dejó viajar con la imagen sin pagar nada por ello. Desde entonces, la Virgen me acompaña siempre en mis desplazamientos. Nunca viajo sola".

Si echas una mirada al calendario comprobarás que el mes de mayo, el de María, se está terminando. En apenas una semana habrá concluido para dar paso a junio. Mes de estrés, de exámenes… y de vacaciones también. Y, te pregunto, si te parases a pensar si desde que empezó el mes de mayo hasta hoy ha cambiado algo en tu vida, ¿qué responderías? No es que haya tenido que pasar algo llamativo ni nada, me refiero a si el mes de María te ha ayudado en algo. O, mejor dicho, ¿te has dejado ayudar por María? Ella tiene muchas cosas que compartir contigo y tú… ¿te has sincerado contigo mismo en tus puntos débiles?, ¿has tenido más presencia de la Virgen en tu oración o en tu día?... y, sobre todo, ¿sabes ya que nunca viajas solo, que siempre cuentas con María como compañera?

No, nunca vas solo. Supongo que si algo tienes que aprender de este mes es que María está deseosa de su tu copiloto. Pídeselo, si aún no lo has hecho. Si algo hay que sacar en claro es que tienes a una Madre que te cuida. Como cuando un niño pequeño siente miedo y se abraza a su madre porque sabe que ésta le protegerá, así tiene que ser también nuestra confianza en Ella. Y no solo en el mes de mayo, sino durante todos los días del año.

Además, se acerca una fiesta importante en la Iglesia: Pentecostés. Cuenta los Hechos de los Apóstoles que ese día glorioso los primeros discípulos se hallaban allí reunidos junto con María la madre de Jesús (cf. Hch 1,14), la cual estaba junto a ellos <> (Lumen gentium, 59). Ella había iniciado su experiencia de fe en Cristo mucho antes que los discípulos y había ya sentido la inefable acción del Espíritu. Juan Pablo II (en Redemptoris Mater, 26) nos habla de ello:



“Su camino de fe es, en cierto modo, más largo. El Espíritu Santo ya ha descendido a ella, que se ha convertido en su esposa fiel <>, acogiendo al Verbo de Dios verdadero, prestando <>; más aún, abandonándose plenamente en Dios por medio de <>, por la que respondió al ángel: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.

María nos lleva a Jesús, pero también nos acerca al Espíritu Santo. Nuestro santificador. Todavía queda una semana de mayo y también una semana para Pentecostés. Aprovéchala. Prepárala con tu oración, con tu silencio (especialmente interior) y déjale hablar al Espíritu… y a ver qué te dice. Nuestra vida interior, en definitiva, no sale de nosotros. Es el Espíritu quien nos habla. Prepárate para estar atento, pide a María que digas, como ella, un SÍ grande a las inspiraciones del Espíritu Santo. Asique, como se dicen en las aulas del mundo hispanohablante: uh, uh… ¡Que viene, que viene!... uh, uh… ¡Que viene, que viene!





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