7/3/10

Iglesia portatil

Existe un mito comúnmente aceptado por esta nuestra sociedad, como ese que dice que Galileo murió en una hoguera, que se basa en la creencia de que la Iglesia son lo curas. Si pensamos en “Iglesia”, pensamos en sacerdotes. Si se critica a la Iglesia, se critica principalmente a los curas y los obispos. Y como toda leyenda urbana, merece ser tirada por los suelos. Permíteme que te ponga un ejemplo para explicarte esto.

A la altura de la II Guerra Mundial aparecieron los primeros ordenadores, que no eran sino un enorme mamotreto que ocupaba toda una gran sala y tardaba varios minutos en realizar operaciones matemáticas bien simples. Poco a poco fueron evolucionando, y acabaron haciendo operaciones bien complejas y útiles, pero seguía teniendo el mismo problema: eran enormes y muy caros. Por ello, había sólo un reducido número de ellos, y en lugares estratégicos.

Si pensásemos la Iglesia sólo como el Papa y los obispos, la reduciríamos y la haríamos tan inoperante como estos gigantes ordenadores; muy majos, pero sin capacidad real de acción. Parece que la Iglesia debe ser más grande.

Darle a conocer en todo lugar
Durante los años 80 comenzó una progresiva revolución: aparecieron los PC’s, o sea traduciendo, aunque es verdad que tienes un inglés brillante, “ordenadores personales“. El hecho de tener un ordenador personal era un cambio realmente radical; ahora todo el mundo podía tener ordenador en su casa, cosa que fue ocurriendo progresivamente. La informática llegaba a nuevos lugares que antes no podía.

Esto sería como suponer que la Iglesia, además de Papa y obispos, están también representados en nuestras parroquias y sacerdotes. Ya no habría que ir hasta la sede de una diócesis para poder ver lo que es la Iglesia, la tendríamos en cada uno de nuestros barrios. Bien, es un avance. Pero aun así, la Iglesia seguiría siendo algo lejano y reducido a unos cuantos señores que tienen que ver con nuestra vida real más bien poco. Y sin embargo Cristo nos instó a ir a todos los lugares, a todas los rincones del mundo para darle a conocer.

De la misma manera, los ordenadores personales fueron un gran avance, pero la idea de que no pudiesen moverse de su sitio provocó grandes problemas. Se necesitaba un ordenador que pudiese llegar a todos los lugares sin problemas. Y hete aquí que dieron con la clave: aparece el ordenador portátil. Es una solución bastante “cachonda”: puedes incluso estar en el metro utilizando el portátil. El que lo inventara tuvo, desde luego, una idea feliz.

El laico es la misma Iglesia
Y la Iglesia, que necesita lo mismo, requiere de una figura fundamental: el laico. El laico no es un servil sujeto, ni un mero “jambo” que hace un favor a la Iglesia. Es la misma Iglesia. La misma de los Papas y los obispos. De los sacerdotes y las parroquias. Eres tú. Sí, ese pavo que se retuerce cual gusano en la cama cuando suena el despertador para ir a la Uni (cómo cuesta a veces…), ese caballero que llora cuando su equipo pierde, esa tía que se convierte en la reina de la pista cuando suena su canción preferida. Tú tienes la misión de llevar a Dios allá donde vayas. Un sacerdote no llega donde llegas tú. Tú eres portátil, Iglesia portátil.

Los sacerdotes, la jerarquía eclesial, está encargada de guiarnos, de cuidar de nosotros. Y claro que también hace una obra apostólica (la de gente que se habrá convertido porque un maravilloso cura le ha cambiado la vida). Pero no es principal misión. En cambio, los laicos somos aquellos que tenemos como razón de ser primordial ir al mundo entero, al mundo cotidiano, al mundo del trabajo, las fiestas y los conciertos. Al mundo del estudio y el deporte. A las bibliotecas, las discotecas y los bares. Allá adonde haya alguien que necesite escuchar y conocer a Dios. Nadie lo hará por nosotros. Nadie lo hará por ti. Y la gente necesita a Jesús.

Y llevar a Dios a los demás no significa leer el Evangelio en medio de la discoteca. Sino en vivir tu vida apasionadamente como Cristo quiere. Llevar a Dios al prójimo puede ser estudiar cuando toca, reír mucho, ayudar a los demás, bailar y llorar con quienes nos rodean. Hablar de Dios, pero de ese Dios cercano, atento, personal. No dar clases de filosofía o criticar sin más al resto. Proclama a Jesucristo con tu vida. Tú eres la Iglesia. Tú representas a Cristo, debes ser Cristo para tus amigos. Con tus virtudes, con tus defectos. Pero siempre con amor.

¿Fácil? Muchas veces no. Pero es apasionante. Dios ha puesto a la gente en tu camino para que le des a conocer. No falles a tus amigos. Ellos, aunque no lo creas, te necesitan. A por ello.

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