Soy Modeste MUNIMI, misionero del Verbo Divino. Nací el 10 de junio de 1972 en un pueblo de la República del Congo. Tengo cuatro hermanas y un hermano. He tenido la fortuna de crecer en ambiente familiar fraterno y cristiano. Desde pequeño mis padres me enseñaban el camino de la Iglesia. Me crié al lado de los misioneros oblatos de María Inmaculada, la mayoría belgas, y de las hermanas de la Sagrada familia de Burdeos, muchas de nacionalidad española. Crecí en ese ambiente cristiano y religioso.
Conocí la Congregación de los Misioneros del Verbo Divino a través de un verbita, el Padre Manfred Krause, que luego fue mi maestro en el noviciado. El Padre Manfred, de nacionalidad alemana, fue en aquel entonces el responsable de la pastoral vocacional de los misioneros del Verbo Divino en Congo. Viajaba por el país para dar a conocer su Congregación a los jóvenes.
Al terminar el bachillerato, comencé la carrera de Historia y Ciencias Sociales. Después de un año, decidí abandonar los estudios para empezar la formación religiosa y misionera. No fue una decisión fácil, porque mi padre se opuso. Empecé el periodo de formación en la Congregación de los Misioneros del Verbo Divino en Congo. Después de dos años de noviciado, inicié los estudios de filosofía y teología en Congo y Kenia (Nairobi). Me ordené sacerdote en el 2006, en Congo. Poco antes de los votos perpetuos en 2006, recibí el destino misionero para España. Mi sueño era trabajar en América Latina, sobre todo en Chile, o en Congo. Sin embargo, fui enviado a España donde llegué a finales de septiembre de 2006. De todas formas, estaba dispuesto a irme donde mis superiores me mandaran.
Después de unos meses de aprendizaje del idioma, en Palencia y en Madrid, el Padre Provincial y su Consejo me destinaron a Niebla, un pueblo de la provincia y diócesis de Huelva. Allí empecé la “universidad de la vida”. Pronto me enamoré del pueblo y de la gente. Fue una etapa importante en mi vida misionera. El cariño de la gente dejó huellas en mi vida, como persona y como misionero.
Ahora estoy estudiando la carrera de Periodismo en el Centro Universitario de Villanueva, adscrito a la Universidad Complutense. Es una realidad distinta de la que viví en la parroquia; sin embargo, es importante y enriquecedora.
Nunca había pensado salir de mi pueblo. Mi mundo fue siempre mi pueblo, mi familia y mis amigos. No obstante, la vida y el trabajo de los misioneros en mi pueblo siempre me había llamado la atención. Su testimonio de vida me ayudó a tener otra visión del mundo y de mi ser cristiano. Así pues, decidí ser como ellos. La decisión no fue fácil, tampoco para mis padres, porque tenía que apartarme de mi pueblo y de mi familia.
Al principio, no lo tenía muy claro; tampoco sabía que existían otras congregaciones religiosas y misioneras fuera de los Oblatos, que estaban en mi parroquia. Cuando conocí a los Misioneros del Verbo Divino y leí su carisma, que consiste en “proclamar el Evangelio a todos los hombres y mujeres principalmente donde la Palabra de Dios no ha sido anunciada”, decidí hacerme misionero de esta Congregación. Me atreví y soy feliz.
Hace 10 años que estoy lejos de mi familia y de mi país. Estuve 5 años en Kenia y llevo casi otros 5 años en España. Puedo decir que soy feliz. He encontrado una nueva familia, nuevos hermanos y hermanas. Ya no soy aquel chico de “Ngoso”, mi poblado, sino el hombre del mundo. Me atrevo a decir hoy que es preciosa la vida entregada por la misión, la vida ofrecida por los demás. “No hay mayor amor que dar la vida por sus amigos” (Juan 15, 13).
En mi camino misionero no habido siempre rosas. He encontrado también dificultades. Por ejemplo, entender y aprender otras culturas, otras costumbres e idiomas distintos del mío. Sin embargo, he sabido enfrentar el reto. En todo este proceso, nunca me he encontrado solo. He tenido siempre a mi lado al Señor que me llamó, a mis compañeros y amigos. En todos los sitios donde estuve, procuré siempre ser uno más y dar lo mejor de mí mismo por la edificación de ese gran edificio, que es la Iglesia.
Somos una Congregación misionera presente en más de 70 países del mundo. Somos más de 6.000 miembros, hombres de distintas culturas, razas, lenguas y costumbres. Para mí, la multiculturalidad de nuestra familia religiosa es una riqueza y un testimonio en este mundo global, pero cada vez más individualista. A pesar de nuestras diferencias, podemos vivir juntos como hermanos.
Mi experiencia de fe es una experiencia que se va enriqueciendo. La gente sencilla, sea en mi etapa en Kenia o en Niebla (España), me han ayudado siempre a crecer en mi propia fe. Hay gente que proclama el Evangelio con su sencillez y su fe profunda. Mis experiencias de misión me han enseñado muchas lecciones: a ser paciente, tolerante, compresible, amar sin fin; y por encima de todo, a confiar siempre en Dios.
Modeste Munimi
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Misioneros del Verbo Divino
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