16/1/11

Sé a quién buscas


En realidad, es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os espera cuando no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza que tanto os atrae; es Él quien os provoca con esa sed de radicalidad que no os permite dejaros llevar del conformismo; es Él quien os empuja a dejar las máscaras que falsean la vida; es Él quien os lee en el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar.

Es Jesús el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, la voluntad de seguir un ideal, el rechazo a dejaros atrapar por la mediocridad, la valentía de comprometeros con humildad y perseverancia para mejoraros a vosotros mismo y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna.

Es propio de la condición humana, y especialmente de la juventud, buscar lo absoluto, el sentido y la plenitud de la existencia. Queridos jóvenes, ¡no os contentéis con nada que esté por debajo de los ideales más altos! No os dejéis desanimar por los que, decepcionados de la vida, se han hecho sordos a los deseos más profundos y más auténticos de su corazón. Tenéis razón en no resignaros a las diversiones insulsas, a las modas pasajeras y a los proyectos insignificantes. Si mantenéis grandes deseos para el Señor, sabréis evitar la mediocridad y el conformismo, tan difusos en nuestra sociedad.

Os deseo que experimentéis aquello de lo habla el Evangelio: “Jesús poniendo su mirada en él, lo amó”. ¡Deseo que experimentéis que Cristo os mira con amor! Que gustéis su mirada amorosa que os acompaña desde la primera mirada del Creador al llamaros a la existencia, y que se refleja en la mirada fija de Cristo al joven del Evangelio. Solamente Él conoce lo que hay en el hombre, conoce su debilidad, pero sobre todo su dignidad. Deseo que cada uno de vosotros descubráis ese “te miró con amor” de Cristo y que lo experimentéis hasta el fondo.

¡Estad atentos al momento que llega! Te es necesaria esta mirada amorosa; te es necesario saberte amado eternamente y elegido desde la eternidad. Sí, mi querido joven, si tal llamada llega a tu corazón, no la acalles, acoge esa llamada, vive conforme a la dimensión del don. Escucha al Maestro que te dice: “Sígueme”.
Juan Pablo II
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De futbolista a Seminarista

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