22/8/10

Dios y los endiosamientos

¡Buen domingo, circuleros! Ya queda menos para que empiece la Liga, ¡por fin! Pero también para que recomiencen los cursos y los trabajos. Así que no pierdas el tiempo y exprime estos últimos días: lee todo lo que no has leído todavía, haz el deporte que todavía no has realizado, queda con la gente con la que te prometiste quedar en verano y, por supuesto, ¡reza todo lo que sabes que Dios te pide rezar!

Poner las cosas en su justo sitio
Hoy el tema será breve y conciso, pero no por ello menos importante ni menos costoso de lograr. Es poner las cosas en su lugar, en el orden que Dios quiere que estén. Bien, como siempre, vayamos primero a los síntomas.

Nos ocurre a todos que a veces no sabemos distinguir entre Dios y sus obras, o entre Dios y las cosas de Dios. Efectivamente, me explicaré. Lo primero que uno debe seguir en su vida es a Dios mismo, el fin último de todo cristiano es el Señor: conocerle, amarle y darle gloria. El guía de nuestra vida, nuestro faro, es Él mismo. Y nada más. La razón de nuestra existencia y el sentido de nuestros sudores y alegrías es nuestro Dios. Hasta aquí, “todos calvos” (vamos, que hasta aquí todo lo dicho es bastante evidente, otra cosa es que esto sea una lucha constante toda nuestra vida para llegar a esa pureza de corazón).

Sucede que Dios conoce nuestra debilidad y nuestra humanidad. Entre otras cosas, el mismo Jesucristo se hizo carne como nosotros, sabe cómo pensamos, sentimos y funcionamos. Por ello, creó una Iglesia y dispuso toda una serie de medios para que nos ayudasen a alcanzar la verdad de Dios y conocerle a Él personalmente. Eran los medios para un fin: amar a Dios y glorificarlo, como hemos dicho. Así, nosotros en concreto, a través del Magisterio de la Iglesia y de las personas que componen la Iglesia (no sólo los curas) podemos tener un encuentro personal con Cristo.

¡Magnífico! Pero ayyy de la condición humana… olvidamos en numerosas ocasiones quién es Dios, y en lugar de utilizar los medios de Dios para el fin lógico (no lo diré más veces o me repetiré más que el cocido), nos quedamos chapoteando en los medios. ¿Qué es chapotear en los medios, coleguita? Chapotear en los medios es cuando endioso las cosas de Dios, en lugar de buscarle a Él mismo a través de esos medios, me conformo con ellos. Es más cómodo y fácil. Pongamos un ejemplo que ilustre la jugada: ¿Cuántas veces en lugar de buscar lo que Dios quiere de nosotros (en el ámbito que sea) a través de la oración (momento de conexión directa y de banda ancha con el Señor, en un tú a tú con Cristo sin nada más de por medio), lo buscamos en la opinión de nuestro director espiritual (por ejemplo con el que nos confesamos)? Claro que Dios habla a través de la dirección espiritual, pero tu director sólo debe ayudarte a discernir lo que es de Dios de lo que no. Pero él no es Dios mismo. Su opinión es un buen consejo, pero sólo debe ayudarte a comprender lo que Dios te pide o dice, que es lo verdaderamente importante. Es decir, las respuestas a nuestras preguntas vienen de la oración con el Señor, no del director espiritual. El director te ayuda a que reces. Así, lo primordial es rezar y buscar la voluntad de Dios, después ya vendrá la ayuda del sacerdote.

Lo mismo ocurre con miles de cosas concretas. A veces el Señor paga la cuenta de personas de la Iglesia que no lo hacen bien, y en lugar de molestarnos sólo con esa persona, también lo hacemos con Dios y perdemos fe. O al contrario, muchas veces nuestra vida espiritual va enganchada a una persona en concreto que, al ser muy bueno, tira de nosotros y nos enseña a rezar y a tratar al Señor, pero cuando esa persona se va a otro lugar… ¡nosotros dejamos de rezar! Cuántas comunidades cristianas, especialmente parroquias, se han llenado o vaciado en función de quién llegaba o quién se marchaba. Eso denota que nos hemos quedado en los medios de Dios, pero no hemos llegado a Dios. En un inicio es natural que nos acerquemos a Dios por alguien que nos ayuda, pero eso debe madurarse. A Dios le seguimos por sí mismo, no por sus medios. Sean mejores o peores, nosotros debemos ser contantes. Es como si nos enganchásemos al tenis porque nos atrae Rafa Nadal (cosa que podría ser normal), pero cuando se retire lo dejamos. Demostraría que no nos gustaba el tenis per se, sino sólo nuestro campeón manacorí.

En fin, te dejamos que lo reflexiones. Todos tenemos que hacerlo. No podemos endiosar personas, ni parroquias, ni movimientos… porque todo eso pasa. Sólo Dios, nuestro fin último y plenitud de nuestros anhelos de felicidad, permanece siempre, pase lo que pase, estés donde estés.

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Un mes para la beatificación del Cardenal Newman

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