30/8/10

Déjate soprender

Aparcamos el coche en la sombre de un árbol, habíamos conseguido no perdernos y llegar al monasterio. Era el gran día de Cristina Quintero, que decía un SÍ a Dios. Miramos el reloj, media hora tarde al primer acto: al diálogo con la comunidad de clarisas de Lerma-La Aguilera. Encontramos la puerta cerrada para entrar, una amiga de Torrejón fue a llamar para que nos abrieran.

Mientras esperaba, me daba cuenta de que no sabía que me iba a encontrar. Nunca he tenido mucho contacto con la vida monástica y religiosa, incluso veía esa vocación como algo turbio. Buenos cristianos me dieron en mi periodo de crecimiento una idea equivocada de esa entrega completa a Dios. No sé, como si fuesen gente que huía del mundo por miedo a enfrentarse a él. Nunca me habían hablado del significado de esa llamada, de que su oración es una parte importante de la raíz del árbol de la Iglesia para que no caiga ante el Maligno que quiera ver su caída. En fin, sabía que iba a la aventura. Y, como siempre, Dios te sorprende.

Entrando al locutorio, una especie de salón de actos divido en dos mitades (a la izquierda las visitas y a la derecha las hermanas), me quedé impactado cuando vi a esas 160 monjitas. Impresiona ver esa jovialidad unida, caras sonrientes de recibirte –muchas de ellas jóvenes de mi edad o incluso más pequeñas-. Me gustó ese encuentro porque era un espejo de lo que en verdad es la Iglesia. Un gigantesco cuerpo en forma circular –como el de la Eucaristía-, cada uno de nosotros un pequeño gramo de esa Hostia –cada uno de un color, con una vocación concreta y diferente- y un Cristo resucitado en medio que preside la sala. Era como un encuentro entre diferentes miembros del mismo cuerpo de Jesús, que se miraban, que dialogaban entre ellos.

En ese encuentro de media hora cantamos, hablamos y hasta ellas se lanzaron a bailar sevillanas. A las cinco de la tarde fuimos al coro –como lo llaman ellas- para la misa. Era una capilla muy sencilla, con un Cristo, un sagrario y una Virgen en cinta a la que podías abrazar. Escritas detrás del altar, en la pared al lado de la Cruz, las palabras ‘Tengo sed’, que te recordaban el porqué existen esas comunidades orantes a lo largo del Globo: porque Cristo tiene sed de amor. De que tú y yo, y todos sus hijos –creyentes y no-, le entreguen su vida –nuestra vida-, empezando por la bala que todos tenemos clavada en el corazón. Eso que tanto nos duele, que nos avergüenza y nos hace sufrir. Es un alivio saber que a Dios sólo nos pide y sólo le podemos ofrecer nuestra pobreza.

Después de la Eucaristía, Cristinita de Arganda (una colaboradora de GrupoCircular que nos regaló los documentos que elaboró en sus años de trabajo como catequista y monitora. Los puedes encontrar en la web, en la sección de ‘catequista’) fue recibida en el Monasterio. Todas las hermanas la dieron un abrazo y un beso. Sí, todas, las 160. Después abrazaron a la Virgen porque una hija nueva había renacido en esta gran familia numerosa de Burgos. Después, y prometo que es verídico, Cristina se fue saltando al ritmo del canto que se escuchaba a su nueva vida, sus hermanas la llevaron con las manos unidas a vestirla.

Yo estaba un poco flipado, era un principiante en este tipo de cosas. No tenía palabras para describir aquello. Cuando volvimos al locutorio para tener otro diálogo fue increíble ver que Dios sigue llamando a gente que conoces y sabes que es normal, de carne y hueso como tú. Que Jesús necesita a personas muy, muy cerca de Él. Lógicamente, no sería humano si no hubiese sido así, hubo lágrimas. La familia y los amigos entregaban a una hija, a una hermana, una sobrina, una amiga, una catequista… y humanamente cuesta, incluso sin fe no se entiende porque es una vocación sobrenatural que supera lo programado en el corazón del hombre: crecer, casarse, formar una familia… Sin embargo, poco a poco veremos que Cristinita sigue estando muy cerca de nosotros. Dios nunca defrauda, conoce nuestro corazón –Él lo creó-, sabe que es lo que nos hará más feliz y siempre sorprende cuando sabes abrir tu vida a lo inesperado.

Gracias comunidad de Lerma-La Aguilera por compartir esa tarde con nosotros, sé que no será la última. Gracias Cristinita por aceptar la voluntad de Dios y gracias Jesús por hacerme partícipe de esta alegría. Gracias por hacer real en mi vida la frase que me soltó la primera amiga que me dijo que se iba a monja hace un año en otra orden, las hermanas de la Caridad: “¡Lo mejor está por llegar!”

*Si quieres conocer más a Cristina Quintero, te paso el enlace de una entrevista:
Cristina Quintero: “Me entrego a Cristo, ahora empiezo a vivir”
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Camino de Santiago´10 - RCCE

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