8/8/10

Testimonio de mi historia de Salvación

Tengo la gracia y el honor como “dire” de GRUPOCIRCULAR de daros una gran noticia: Vanesa González, miembro del equipo de esta empresa, ha dicho un sí a la voluntad de Dios. Si Él quiere, Vane entrará en las clarisas de La Aguilera (Burgos). Es decir, tendremos una corresponsal de GRUPOCIRCULAR en el norte de España, un alma contemplativa que rezará por todos nosotros toda su vida. Gracias Vanesa, ¡rezamos por ti!
Te dejo ahora con su historia:


Desde muy niña he sido muy inquieta, siempre he seguido lo que me dictaba el corazón, sin pasarlo por la cabeza, y aunque a veces no tenía buenas consecuencias, tengo que dar gracias a Dios, por él, pues tener este corazón inconformista es lo que me ha hecho no parar de buscarle.

Siempre he sido una persona muy libre, con ganas de volar hacia una verdad, pero muchísimas veces me topaba con obstáculos que trataban de impedirme el vuelo, pero por mucho que tratasen de cortarme las alas, yo guardaba cuatro plumas y seguía volando.

Mi familia es de un pueblecito de Madrid, cristiana de tradiciones y mi obligaban a ir a misa y hacer los sacramentos, pero yo no creía en Dios, quizás porque en catequesis de comunión yo preguntaba cosas tan profundas que no recibían nunca respuesta, y esas incógnitas me acompañaron durante mucho tiempo.

En cuanto me confirmé con 15 años me alejé de la Iglesia. Comencé bachillerato en otra ciudad y en las clases de filosofía yo era de las que atacaban a la Iglesia, al Papa, a los sacerdotes… Pero Dios hace todo bien y ¡¡estaba empeñado en mí!! Y con una paciencia infinita esperaba a que abriera un poco el corazón para poder colarse e ir creciendo en él.

En el verano del 2004 hice el Camino de Santiago con la Diócesis de Alcalá, por aquel entonces tenía 17 años. La verdad es que no sabía muy bien a dónde me metía, pero algo me decía que tenía que ir. Sabía que iba con curas, pero yo pensaba pasar de ellos, sólo iba a hacer amigos y a pasar 15 días fuera de mi pueblo con 5 amigos a los que engañé para no ir sola.

¡¡Qué ingenioso es el Señor!! Me puso un responsable que era un diácono (no tenía ni idea de que era eso) camuflado con ropa deportiva para caminar, y como me escapaba para no ir ni a misa ni a catequesis durante los días de la peregrinación, pues no le veía en el altar. Según le iba conociendo, su vida me iba atrayendo tantísimo que todos los días caminaba a su lado. Tras esos cristianos descubría una felicidad sana, transparente…¡mayor que la que yo tenía!

Una noche, este diacono nos contó como Dios conquistó su vida, pues ¡¡era Dj!!, hubo un momento de la historia que me aislé y noté como algo que no provenía de mí inundaba todo mi ser y me sellaba el corazón con una tinta imborrable, yo no podía parar de llorar, y esa misma noche pasé a la iglesia y por primera vez fui consciente de rezar de verdad, y dije: “Señor, yo no sé si existes o no, pero si es que sí, yo quiero la felicidad que tiene esta gente, yo deseo vivir así”, y me debió escuchar muy alto, jaja.

Tras esa peregrinación yo sabía que algo me había ocurrido, pero no fui consciente de qué hasta que no volví en al instituto, a mi clase de filosofía de 2º de Bachiller, donde mis compañeros atacaban a la Iglesia y esas voces me provocaban un dolor fuertísimo, pues ¡no era la Iglesia que yo había descubierto aquel verano! ¡sufrí tanto ese año!

A partir de esa peregrinación a Santiago, volví a la Iglesia, comencé a creer en un Dios misericordioso, la relación con este diácono creció (hoy en día es mi director espiritual), y empecé a ir a más peregrinaciones, convivencias, ejercicios espirituales…¡¡no me perdía una!!

No se puede servir a dos señores
A pesar de que iba cambiando, mi vida estaba dividida en dos, por una lado iba mi fe y por otro el resto de cosas, pero en esta segunda vida paralela a la fe, cada vez que pecaba había algo que me hacía echar la vista atrás a aquel Camino y en concreto a aquel sello que se había impreso en mi corazón (que aún no sabía ponerle nombre). Poco a poco, esas dos vidas no podían convivir por separado y finalmente se dieron la mano. Ahora caminaban juntas y esa unión tenía consecuencias, yo cambié y eso no gustaba “al mundo”, se me alzaban más muros que no querían que avanzara en la fe, pero mi corazón no paraba de brincar, ¡¡tenía tanta sed!! Fui esquivando los obstáculos y seguía lo que el corazón me dictaba, que no se cansaba de buscar. En las peregrinaciones encontraba a Dios, ¡¡eran una pasada!! Pero hubo un momento que no era suficiente, en mi interior había algo que seguía gritando y deseaba encontrar su lugar. Entonces empecé a ir a varios movimientos católicos, me invitaban a algo de la Renovación Carismática, y allá que me iba; si era algo de Comunión y Liberación, pues también… en realidad me daba igual el nombre y su espiritualidad, ¡yo solo buscaba a Dios!¡sólo quería saciar esta sed!

Llegó un momento que llegué a odiar este corazón inquieto que sólo quería beber del Agua Viva, pensaba que era una inconformista, que nada me bastaba… Así que comencé a luchar contra Él, como si fuese mi enemigo, y le fui poniendo mantas y más mantas durante mucho tiempo, ¡¡no quería escuchar el grito de Dios que venía de mi interior!! Pues intuía que me pudiera pedir algo que no quería para mí, pues ante todo quería ser MADRE, tener muchos hijos, es decir, tener un novio “católico, apostólico, romano”, casarme y formar una familia cristiana. Pero ese plan no estaba en los de Dios, el me quería para Él, y yo luchaba en contra de ese grito que no cesaba de reclamarme; así que seguí poniendo mantas, y aunque de puertas para afuera tenía una sonrisa de oreja a oreja, por dentro había una tristeza que me estaba comiendo. Llegó un momento que esas mantas comenzaron a asfixiarme, fueron unos meses de angustia, nerviosismo, ansiedad, ¡realmente me faltaba el aire por no dejar actuar a Dios!

En febrero de 2010 yo estaba caminando en una comunidad del “Camino Neocatecumenal”, y en una de sus reuniones semanales, tocaba la palabra “ESCUCHA”, en toda la hora y pico que duró, yo no escuché ninguna lectura, ningún comentario de los que allí se decían, sólo retumbaba dentro de mí “ESCUCHA, ESCUCHA…” algo dentro de mí se empezó a remover, el corazón que tanta sed tenía comenzó a agitarse con mucha velocidad, era como si quisiera quitar todas esas manas de golpe, y yo le dejé por rendición, pues no podía seguir con esa tristeza interior que me estaba pudriendo. Por tanto, si Dios quería que le escuchase yo le iba a dejar.

A los dos días, cuando todo esto rondaba mi cabecita me invitaron a vivir la Semana Santa en el convento de “La Aguilera” ¡uf, que miedo me daba! Pero a la vez sentía una paz que en todos esos meses de angustia no había tenido, así que con más vértigo que otra cosa, allí me fui. Esos días de Pascua fueron muy intensos, para mí fue evidente lo que Dios quería de mí, pero no quería, era un “sí pero no” o un “no pero sí” y estuve todos esos días diciéndole a Dios: “no me digas tan claro que estás empeñado en mí, no me lo digas, porque no quiero esta vida para mí, ¡¡quiero SER MADRE!!” y no me lo dijo pero sí que me dijo, “deja ya de buscarme en cosas que se parecen a mí (los movimientos), porque estoy aquí” por lo que en cuanto volví dejé el Camino Neocatecumenal, y estaba abierta a buscar realmente la voluntad de Dios, por primera vez abra el corazón de par en par.

Tres semanas después, preparando una dirección espiritual en mi cuarto, sentí lo mismo que en el 2004, algo que tenía en mí tatuado me llamaba. No sé cómo explicarlo pero cuando Dios te llama lo sabes, y a mí lo ha hecho, ¡por fin abrí los oídos, quité todas las mantas y dije un pequeño SÍ tembloroso! Desde entonces, me inundó una felicidad verdadera, que provenía de Dios ¡¡Cristo el Señor estaba empeñado en mí!! Y sólo podía decir SÍ a su promesa. Ni el mejor chico “católico, apostólico, romano” podía hacerme tan feliz.

Estos meses de discernimiento para ver a donde me llamaba Dios han sido preciosos. Y a la luz de la vocación he descubierto claramente que durante años me llamaba a las clarisas de La Aguilera, pues entre los montones de conventos a los que iba, a ese en concreto, cuando lo visitaba me ponía unos taconazos rojo charol, los labios rojos… y todo por una rebeldía interior, pues en el fondo, aunque yo no lo quería ver, sabía que el Señor me llamaba en esa “tierra prometida”.

Jamás pensé que sería tan feliz como ahora. Con una gotita de fe ¡Voy a entregar mi vida a Jesucristo! ¡Él me va a hacer madre de la humanidad! ¡Me voy a entregar a Él y a su Iglesia!

El Señor nunca me ha violentado en ningún momento, me ha dado siempre libertada. Me ha puesto personas concretas que me ha acompañado en mi camino para que descubriera su rostro. Sólo puede decir que se me ha dado el ciento por uno y ¡¡lo mejor está por llegar!!

Si Dios quiere, el 19 de Septiembre entraré en las clarisas de La Aguilera (Burgos). ¡¡PAZ Y BIEN!!

Vanesa González

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53.000 monaguillos se reunieron en San Pedro




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