1/8/10

Sólo fundó una Iglesia

Hace escasamente un año, hice un curso de inglés en la ciudad de Bournemouth al sur de Inglaterra. Una tarde, unos amigos de allí me invitaron a ir a una “centro cultural” para tomar algo y ver una obra de teatro. Acepté. Cuando llegué a la dirección que me dieron leí en la fachada: Hub Cafe, Baptist church. (traducido: Café Hub. Iglesia baptista). Mis colegas me habían invitado a una iglesia de origen protestante. Con espíritu ecuménico entré y participé de una experiencia que me ayudó a conocer más a Dios. ¿Quieres escucharla?

El punto 164 del Compedio del Catecismo dice lo siguiente: “el deseo de restablecer la unión de todos los cristianos es un don de Cristo y un llamamiento del Espíritu; concierne a toda la Iglesia y se actúa mediante la conversión del corazón, la oración, el recíproco con cimiento fraterno y el diálogo teológico”. ¡Qué razón tiene! No dudaba que era el Espíritu Santo quien me había llevado a ese local, y no sólo para practicar inglés. Allí encontré a cristianos –como yo, como tú- deseosos de anunciar la Buena Nueva. Venidos de diversas regiones de Inglaterra, la organización ‘Friends International’ reunía a protestantes de diversas denominaciones (baptistas, metodistas, evangélicos, anglicanos…) para hacer actividades de ocio para los turistas jóvenes como yo. Hacían concursos, teatro, conciertos, juegos, comidas… todo con una filosofía: que las acciones que hicieran llevaran a los asistentes a hacerse las preguntas que todo ser humano tiene que responder para encontrar sentido a su vida. Cuando la parte más aconfesional en apariencia terminaba, sonaba una campana. Eso indicaba que quien quisiese podía entrar a la sala contigua y ver cómo respondía la Biblia a las preguntas lanzadas en las diversas actividades por los jóvenes. Quien prefiriese no ir, no había problema, se quedaba charlando en la misma sala de actividades.

Dios fundó una, el hombre la dividió
Asistí a este pub+iglesia varias veces más. No oculté mi condición de cristiano-católico en ningún momento y encontré el mismo respeto que yo tenía hacia ellos. Algunos hasta me dijeron que creían en la Iglesia católica, entiendo por esta la definición de Iglesia católica que indica punto 166 del Compendio: “La Iglesia es católica, es decir universal, en cuanto en ella Cristo está presente: «Allí donde está Cristo Jesús, está la Iglesia Católica» (san Ignacio de Antioquía). La Iglesia anuncia la totalidad y la integridad de la fe; lleva en sí y administra la plenitud de los medios de salvación; es enviada en misión a todos los pueblos, pertenecientes a cualquier tiempo o cultura”. Sin embargo, no creían en la sucesión de Pedro hasta a B16. Matizaban que creían en la iglesia católica pero no romana. Aunque admiraban la valentía de los obispos y católicos por defender causas de derechos humanos como la vida, la ayuda al tercer mundo, etc.

Con el tiempo, cogí más confianza. Hasta llegué a quedar personalmente con alguno de ellos fuera de la iglesia, con Tim en concreto. En una conversación en la playa le pregunté por qué si Cristo fundó una sola iglesia, ahora hay tantos tipos de cristianos. Me sonrío y me dijo, en inglés claro, xD: “supongo que porque están formadas por seres humanos”. Fue el hombre por abiertas puertas a Satanás quien la dividió para escándalo del mundo. Qué razón tenía!!

En ese momento me di cuenta de que ellos, igual que yo, han recibido la fe de sus ancestros. Ellos no tienen la culpa, ni nosotros, de los errores de otros tiempos: de los cismas, herejías, divisiones… Digamos que hemos heredado una brecha –que nosotros podemos agrandar o estrechar- que nos separa en muchas cosas. Mi amigo no creía en la presencia real de la Eucaristía, por ejemplo. (Una pena porque a él le encantaría recibirle físicamente pero el demonio consiguió uno de sus objetivos, dividir a la única Iglesia de Cristo). Viendo el panorama de fragmentación, supongo que no puedo borrar el pasado y lo que otros hicieron; me queda –nos queda- pensar que hacemos con el presente para mejorar el futuro.

Relaciones bilaterales
¿Cómo se debe considerar entonces a los cristianos no católicos? Según el punto 163, “en las Iglesias y comunidades eclesiales que se separaron de la plena comunión con la Iglesia católica, se hallan muchos elementos de santificación y verdad. Todos estos bienes proceden de Cristo e impulsan hacia la unidad católica. Los miembros de estas Iglesias y comunidades se incorporan a Cristo en el Bautismo, por ello los reconocemos como hermanos”. Es decir, que tenemos que considerarles en un mundo en contra de Dios como hermanos. Como seguidores de Cristo. También a ellos les señalan con el dedo en las universidades o institutos a veces por su condición de cristianos, han sufrido soledad, risas de sus compañeros; tiene tentaciones como nosotros de respetos humanos; luchan por conocer más a Dios, por llevar a sus coetáneos hacia Cristo. También les late el corazón más rápido cuando sienten al Espíritu Santo en ellos. Nos unen muchas cosas.

Sin ceder en los grandes tesoros que tenemos como católicos (la Virgen María, la presencia real de Cristo en la Eucaristía y otros sacramentos, la Sagrada Biblia, la sucesión de Pedro…), es tiempo de abrirnos al Espíritu Santo. Es hora de rezar por la unidad de todos los cristianos en un solo cuerpo de Cristo. Me pregunto cuánto habrá sufrido Dios en la Cruz cuando veía lo que sucedería años más tarde a su sacrificio: las rivalidades dentro de la Iglesia, los cismas, la división entre hermanos, la lucha por el poder. Es hora de consolar a nuestro Señor, de limpiarle el rosto como la Verónica. Tenemos que rezar más por el ecumenismo, tenemos que favorecer el diálogo entre cristianos y no cristianos, y también entre los propios católicos. La Iglesia, y B16 fuertemente, apuesta por estas conversaciones para curar heridas.

Para que el mundo crea en Dios
Escucha un fragmento de la oración de Cristo antes de su Pasión (Jn 17, 20-22) : “No ruego sólo por éstos, sino por los que van a creer en mí por su palabra: que todos sean uno, como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros para que el mundo crea que Tú me has enviado”. ¿Te das cuenta que aquí Jesús rezó por ti, por los que hemos venido por la predicación de la Palabra por parte de nuestros antepasados? ¿Te das cuenta del reto que nos lanza? “Que todos seamos uno”.

El demonio, como león rugiente, busca la división. De hecho, eso significa su nombre en griego, “el que pone división”. Ya lo consiguió con los cismas y también lo consigue en ocasiones cuando creamos nosotros rivalidades dentro de la Iglesia católica. Ya sabes: que si no soporto a los jesuitas; que si las monjas bla, bla; mira esos opusinos; yo no me relaciono con los diocesanos… y tantos cosas más de tu día a día. Es precisamente ahí donde tenemos que y empezamos a ganarle la batalla al Maligno, rechazando las críticas destructivas (bienvenidas sean las constructivas y fraternales). Tratándonos como hermanos en la fe, cada uno con su personalidad y carisma. Sólo así miraremos con amor a nuestros “primos en la fe”, a los protestantes. Oremos por cumplir el resto de nuestra vida el mandato de Cristo: que todos sean uno, como el Padre y el Hijo lo son.

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El Chico católico en el Vaticano

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