Hoy hablamos de alegría. De aprender a encontrar y apreciar la verdadera alegría, la alegría que brota del corazón humano enamorado. No, ahora no vienen unas líneas de Gustavo Adolfo Bécquer.
Camarero, apunta a mi cuenta otra derrota
Viene una idea que es bueno tener presente en el día a día, cuando la ola de la vida hace que pongamos delante lo urgente y dejemos atrás lo importante. Hoy me ha vuelto a pasar a mí. Mejor dicho, one more time. Y como en estos momentos a uno le puede el desánimo, el “que se pare el mundo que me bajo… y si no díganme donde está el martillo de emergencia que me tiro”, el “no puedo más…” rescato una idea importante que me hace recordar lo verdaderamente fundamental, aquello en lo que me juego la vida verdaderamente, no en mis prisas y ansiedades. Sí, ahora, a las 0.08 de un domingo, con toda la semana por delante larguísima y llena de agobios. Ahora o nunca. Ahora o esta semana me la pasaré llena de estrés y siendo “insoportableman” para los demás, para los que me quieren de verdad.
Una idea para salir del pozo
La idea a la que me refiero está sacada de otra de las enseñanzas de nuestro gran amigo S. Tomás de Aquino. Para el que no le conozca era un dominico muy “friki” del siglo XIII que acabó siendo uno de los mejores teólogos de la Historia de la Iglesia, si no el mejor (para gustos los colores…). Este entrañable dominico de origen italiano nos cuenta a ti y a mí hoy, desde su silenciosa sala de estudio hace más de 700 años, el origen de la alegría. La alegría es una de las mayores características de los cristianos; de hecho, ya sabéis que el cristianismo se contagia por envidia, envidia de la felicidad y alegría que tenemos. Tenemos… ¿Sí? ¿De verdad? ¿De dónde viene, para tenerla yo también ahora, a las ya 0.15 de la noche? Del amor, dice el de Aquino. Cuando hay amor, hay alegría. Y habrá más alegría cuanto más noble sea aquello a lo que amamos. Así, si amamos el fútbol, cuando nuestro equipo gane seremos seres sonrientes, y eso está bien. Pero cuando nuestro objeto de amor sea más noble, más. Por ejemplo, un amigo nuestro. ¿Acaso es comparable la alegría de ver un partido de fútbol con la de pasar la tarde con nuestros amigos de verdad? No, nuestros amigos nos hacen más alegres porque puede haber más amor entre nosotros.
Pero, ¿Y si nuestro objeto de amor es Jesucristo mismo? El amor será mucho mayor, por lo que nuestra alegría es total. ¿Somos capaces de hacerlo eso real? Sí, pero a menudo, como yo en un día como hoy, cuesta. Cuesta encontrar mi amor por Dios en este instante. Sólo cabe una manera de seguir siendo alegre ahora, cuando no siento un amor hacia Dios perceptible: el saberme amado infinitamente por el Señor. Y es que eso sí lo sé. Sí puedo sentir la mano bondadosa del Padre que me sigue por las calles de mi barrio, en silencio, oyéndome refunfuñar porque estoy agotado por todo y “nadie me entiende”. A mi lado, observándome con compasión, y esperando que se acabe mi monólogo de frustración con el mundo para que, al girarme y verle conmigo, pueda decirme con su mirada: “aquí estoy contigo porque te quiero”. Amigos, eso, y no el resumen de la jornada de Liga, puede hacerme alegre nuevamente. Alegre… de verdad, de la alegría total que sólo algo tan infinito como Dios y su Amor puede darme. ¿Y el resto? Complementos, accesorios… chorraditas.
Por eso digo, a las 0.30, agotado, ¡¡Ánimo que Cristo te ama!!
Camarero, apunta a mi cuenta otra derrota
Viene una idea que es bueno tener presente en el día a día, cuando la ola de la vida hace que pongamos delante lo urgente y dejemos atrás lo importante. Hoy me ha vuelto a pasar a mí. Mejor dicho, one more time. Y como en estos momentos a uno le puede el desánimo, el “que se pare el mundo que me bajo… y si no díganme donde está el martillo de emergencia que me tiro”, el “no puedo más…” rescato una idea importante que me hace recordar lo verdaderamente fundamental, aquello en lo que me juego la vida verdaderamente, no en mis prisas y ansiedades. Sí, ahora, a las 0.08 de un domingo, con toda la semana por delante larguísima y llena de agobios. Ahora o nunca. Ahora o esta semana me la pasaré llena de estrés y siendo “insoportableman” para los demás, para los que me quieren de verdad.
Una idea para salir del pozo
La idea a la que me refiero está sacada de otra de las enseñanzas de nuestro gran amigo S. Tomás de Aquino. Para el que no le conozca era un dominico muy “friki” del siglo XIII que acabó siendo uno de los mejores teólogos de la Historia de la Iglesia, si no el mejor (para gustos los colores…). Este entrañable dominico de origen italiano nos cuenta a ti y a mí hoy, desde su silenciosa sala de estudio hace más de 700 años, el origen de la alegría. La alegría es una de las mayores características de los cristianos; de hecho, ya sabéis que el cristianismo se contagia por envidia, envidia de la felicidad y alegría que tenemos. Tenemos… ¿Sí? ¿De verdad? ¿De dónde viene, para tenerla yo también ahora, a las ya 0.15 de la noche? Del amor, dice el de Aquino. Cuando hay amor, hay alegría. Y habrá más alegría cuanto más noble sea aquello a lo que amamos. Así, si amamos el fútbol, cuando nuestro equipo gane seremos seres sonrientes, y eso está bien. Pero cuando nuestro objeto de amor sea más noble, más. Por ejemplo, un amigo nuestro. ¿Acaso es comparable la alegría de ver un partido de fútbol con la de pasar la tarde con nuestros amigos de verdad? No, nuestros amigos nos hacen más alegres porque puede haber más amor entre nosotros.
Pero, ¿Y si nuestro objeto de amor es Jesucristo mismo? El amor será mucho mayor, por lo que nuestra alegría es total. ¿Somos capaces de hacerlo eso real? Sí, pero a menudo, como yo en un día como hoy, cuesta. Cuesta encontrar mi amor por Dios en este instante. Sólo cabe una manera de seguir siendo alegre ahora, cuando no siento un amor hacia Dios perceptible: el saberme amado infinitamente por el Señor. Y es que eso sí lo sé. Sí puedo sentir la mano bondadosa del Padre que me sigue por las calles de mi barrio, en silencio, oyéndome refunfuñar porque estoy agotado por todo y “nadie me entiende”. A mi lado, observándome con compasión, y esperando que se acabe mi monólogo de frustración con el mundo para que, al girarme y verle conmigo, pueda decirme con su mirada: “aquí estoy contigo porque te quiero”. Amigos, eso, y no el resumen de la jornada de Liga, puede hacerme alegre nuevamente. Alegre… de verdad, de la alegría total que sólo algo tan infinito como Dios y su Amor puede darme. ¿Y el resto? Complementos, accesorios… chorraditas.
Por eso digo, a las 0.30, agotado, ¡¡Ánimo que Cristo te ama!!
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"Jesús lava la basura de nuestra consciencia"
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