13/9/07

El Camino de la VIDA


La vida. ¡Qué grande y qué compleja! La vida. Menudo camino…
Si tuviera que escoger entre el Camino de Santiago y el Camino de la Vida, sin dudarlo, ahora me quedaría con el de Santiago. La razón es que, a pesar de haberlo olvidado en la vida, en el Camino de Santiago puedes estar en tu peor momento, pero eso no quita ni es excusa para que el Camino sea cuesta arriba. Puedes pararte y estar años contemplando la pendiente, como hacen muchos con su vida, pero sólo gana el que se esfuerza. Habrá tentaciones para dejarlo, habrá mucha gente tomándose cañas para desalentarte en sus oasis virtuales mientras tú, portador de garganta sedienta, tengas mucho trabajo aún por hacer. Pero tu deber es seguir adelante, y retar al horizonte. Si pierdes el rumbo estás perdido.

Al igual que en la vida, hay que seguir las flechas, las indicaciones del resto. ¿Puedes saltártelas?, sí. Pero no te engañes, en esta vida no hay atajos. Verás gente que tiene más velocidad y capacidad que tú. Que en una jornada pueden doblar tus resultados. Tranquilo. En el Camino no se premia la velocidad, eso no depende de cada uno porque esa capacidad te venía impuesta. En tu caminar se te premiara por tu constancia, tu superación, tu espíritu de entrega y sacrificio, por el fruto de los dones que te fueron dados.
Te encontrarás con flechas que señalan caminos equivocados. Evítalos, sólo el que no se aprecia así mismo corre riesgos innecesarios. Y si te consiguen engañar no te desanimes. Recuerda que el secreto está en darse la vuelta y retroceder sobre tus propios pasos. Pero cuidado, ¡hazlo antes de que sea demasiado tarde! Incluso, podrás encontrar etapas donde no veas señales, donde no tengas claro el rumbo. No te hagas el mártir, ahí está la oportunidad para probar tu amor, para probar cuánto estás dispuesto a sufrir por tu familia, por tus amigos. O mejor dicho, hasta que punto estás dispuesto a amarles, hasta que punto les quieres de verdad, y cuánto estás dispuesto a hacer por ellos.

Me gusta más el de Santiago porque en la vida hemos olvidado a los demás, nos va la fiesta individual. En Santiago, en cada cruce con alguien te deseas mutuamente buen camino, pero en la vida bajamos la mirada por no saludar a nuestro vecino. Similar a la vida, en Santiago te encontrarás con gente de otras naciones, religiones y razas. Sin embargo, a diferencia de la vida, se busca más lo que nos une que lo que nos separa.

Y, a mi parecer lo más importante, nuestro caminar por la vida se ha convertido en un sendero por el que vamos dando tumbos, porque navegamos sin rumbo ni dirección. Hemos olvidado que, como en el Camino de Santiago, sólo somos peregrinos por el Camino, que estamos aquí de paso.
Para ellos su fin es Santiago, pero…¿para nosotros?... Olvidamos que en los peores momentos el único aliento puede ser el saber que nuestra vida tiene un sentido superior, que nuestras luchas, alegrías, derrotas y éxitos tiene una repercusión mayor, quizás trascendental,
que no acaban bajo un ataúd.

Recuerda, y que sea esta tu norma, que “vivir” no es sólo estar en la vida.
Aunque sea precisamente esto, "vivir", lo más peligroso que tiene la vida.

No hay comentarios: