21/2/10

Daos fraternalmente la paz

Hoy quisiera hacerte pensar. Pero no mucho, ¡tranquilidad! Sé que algunos estáis de exámenes y tenéis que conservar las neuronas para hincar los codos. Sabes, hace un tiempo fui a misa en mi universidad –sí, aún queda algunos universitarios lunáticos que hacemos eso- y me quedé un poco trastocado. Llegó el momento de darnos la paz y recuerdo que fui a dársela a la persona que tenía al lado. ¿A que no sabes qué pasó?

Le di mi mano con buena cara mientras decía “la paz esté contigo”. Mi compañero de reclinatorio me respondió dándome la mano sin ni siquiera mirarme, sin desearme la paz, con desgana, como deseando que acabase antes de empezar, como si fuese mero trámite hasta llegar a comulgar. Me quedé un poco roto. Dirás tú: estos de CIRCULAR están un poco tocados. Qué más da cómo te den la paz. Es posible, ¿o quizás no?

Mira, recuerdo que hace –no lo sé con exactitud- 5 años invité a mi mejor amigo a ir a misa. Era un buen chaval que había dejado de practicar y de creer desde hacía tiempo. Ya sabéis: que si la edad del pavo, que si la misa es pa’ viejos, que si voy por mis padres… qué os voy a contar que no sepáis. Total, a la salida del templo me dijo que no recordaba muy bien la estructura de la misa pero que hubo un momento que fue muy especial para él: el momento de la Paz.

“Daos fraternalmente la paz”, dijo el sacerdote. Y todas las personas demostraban un gesto de cariño con quien tenían cerca. Algunos se conocían entre sí o eran familia, pero otros no. Era la primera vez que se veían. Sin embargo, se trataban como hermanos. Como un solo pueblo de Dios. No había superiores ni inferiores, todos con conciencia de pecadores se daban la paz porque Cristo les había liberado de la Muerte.

No sé si te ha pasado, a mí sí, recuerdo que a veces en el colegio te enfadabas con un compañero pero luego teníamos una misa para la clase y ahí –providencia- te sentabas al lado del chico con el que te habías peleado y le tenías que desear la paz. Cuando eso ocurría, te dabas cuenta de las estupideces de nuestros enfados, perdonabas y le deseabas lo mejor.

El momento de la paz no debe ser para ningún cristiano un acto rutinario. ¿Para ti lo es? Tenemos que recordar que al final de la misa y de la confesión se nos dice: podéis ir en paz, vete en paz. ¿Por qué? Porque tenemos un Dios que ha entregado su cuerpo, su vida, por nosotros -por ti-. Tenemos un acta de delitos, de deudas, y de repente viene un Hombre que ve que no podemos pagar nuestras facturas y nos dice: tranqui, ya lo pago yo por ti. Vete en paz. Te amo, te perdono, olvídate, yo me encargo. ¿A caso no es suficiente motivo para vivir en paz?, ¿no es ese un motivo para desear la paz a todo el que se nos cruce?

En una vida llena de disgustos, a veces de cruces fuertes, el único que no se ha escandalizado de nosotros ha sido Jesús. Está tan enamorado de ti que te quiere como eres. No tienes que demostrar nada. En el seno de tu madre te bordó célula a célula, te preparó un camino para encontrarte con Él. Te dice día a día: Sal de tu angustia, yo no te condeno, te amo. Ven y sígueme.

Con ese motivo de alegría, el momento de desear la paz en la Misa se convierte en una oportunidad de recordar al prójimo que Cristo les ama. Cada uno tiene su costumbre –según el país, la zona, la personalidad de cada uno-. Unos dan la mano, otros un abrazo, otros un beso. Da igual lo que hagas, lo importante es que pongas verdadera intención de bendecir a quién te ha tocado –o, mejor dicho, a quien Dios ha puesto en tu camino para que le recuerdes que Él le ama-. En un mundo que nos repite diariamente lo torpes que somos, un mundo que nos maldice, sale una voz discrepante que te desea la paz. Si Dios está contigo quién puedo contigo, escuché una vez. Por eso, desea la paz con fervor desde ahora. Aprovecha ese momento. Dile con ese gesto a tu prójimo que la vida merece la pena, que no estás sólo, que Dios se preocupa por ti.

“¡No tengáis miedo! ¡Llevad por doquier, a tiempo y a destiempo, la potencia de la Cruz para que todos, también gracias a vosotros, puedan seguir viendo y creyendo en el Redentor del hombre!” Juan Pablo II

Ten buena semana, sigue en paz.

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