25/10/11

"Es ahora o nunca cuando se hacen las cosas importantes en la vida de uno"


Entrevista a Mariano Almela

Después de licenciarse en Historia y estudiar un máster, Mariano - un madrileño afincado en Zaragoza por amor a Dios y a su vocación- da un giro a su vida para irse a estudiar Teología en Roma.

¿Qué se le ha perdido a Mariano en Roma?
Es una buena pregunta. Pienso que si me dicen hace un año que estaría este curso que viene en Roma estudiando Teología, no me lo creería. Voy allí a estudiar y a formarme, nada más. Viviré en un centro de formación del Opus Dei, que se llama Cavabianca, y estudiaré en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Todo suena muy complicado, pero no lo es. Es como seguir mi carrera, sólo que en vez de Historia es Teología. Nada más.

¿En qué consiste este periodo de formación?, ¿te has planteado ya alguna vez el sacerdocio?, ¿esto terminará en ordenación?
Vamos por partes. Es un tiempo en el que, conjugando los estudios de Teología, también dedico tiempo a aprender mejor el espíritu del Opus Dei. Por lo demás, todo es muy normal. Hacemos deporte (me gusta mucho jugar buenos partidos de fútbol) y nos vamos de excursión, visitas a Roma, etc., y por supuesto, tiempo para estudiar las asignaturas. A lo que ahora le dedicaré un poco de tiempo es a aprender italiano, porque no tengo ni idea. Dicen que es fácil, pero nunca se sabe.

Lo de ser sacerdote es otra cuestión. Ahora mismo no lo sé. A donde voy no es un seminario, así que no tiene por qué acabar esto en una ordenación sacerdotal. Tampoco quiere decir que vaya con un no rotundo, pero cada cosa tiene su tiempo. Yo soy numerario del Opus Dei, y ya le he entregado mi vida a Dios, así, que en el caso de ser sacerdote, sería un servicio distinto a la Iglesia el que prestaría, nada más. La Obra está para servir a la Iglesia, cada uno en su estado. Y en el caso de que hagan falta sacerdotes, el Prelado pregunta a algunos miembros si quieren ser sacerdotes para seguir sirviendo a la Iglesia de esa manera.

¿Qué significa para ti estar más cerca de la sede del Papa y vivir cerca del Prelado del Opus Dei?
Es un don y a la vez un deber. Un don, porque esto te ayuda muchísimo en tu vida diaria y, sobre todo, te ayuda a rezar más por el Papa y el Padre. Pero, también es una gran responsabilidad, porque voy a formarme, lo que quiere decir que tengo que aprovechar el tiempo muy bien y sacar mucho tiempo para estudiar bien la carrera. Otra cosa muy bonita de Cavabianca es que voy a convivir con gente de todo el mundo y eso, quieras o no, te “desboina” un poco.

¿Qué echarás de menos de España?, ¿qué te dicen tu familia y tus amigos?
Es complicado de decir, porque todavía no me he ido. De las cosas que más me gusta hacer es ir de excursión al Pirineo para hacer algún pico y bañarme en un ibón. Creo que de esto no hay mucho cerca de Roma. Lo que sí podré seguir haciendo, aunque con menos frecuencia, es quedar con amigos a tomarme algo y hablar con ellos. Me encanta tomarme una cerveza en una terraza con algún amigo y hablar de todo. Lo tercero, que es hacer deporte, creo que lo puedo hacer en cualquier sitio. Además, en Cavabianca vivimos 180 personas y salen unos partidos muy buenos de fútbol.

Mis padres están muy contentos. La primera reacción fue de shock, pero después se han emocionado mucho. Creo que no lo ven como un sacrificio, como podría pensar uno, sino como un gran don de Dios inmerecido por mi parte. Mis amigos dicen de todo. Algunos que no practican me dicen que si es mi decisión que se alegran. Pero todos lo valoran. Supongo que algunos se habrán preguntado por qué un chico de 23 años se va a estudiar Teología tal y como están las cosas y pudiendo trabajar ya este año, pues me iban a contratar en un colegio. Pero, es ahora o nunca cuando se hacen las cosas importantes en la vida de uno. Creo que el mejor momento para tomar decisiones importantes en la vida es cuando se presentan.

¿Cómo has vivido la JMJ?, ¿fuiste voluntario?
Estuve de voluntario con varios amigos del Colegio Mayor Miraflores de Zaragoza, donde he vivido este año pasado. Fuimos doce y nos lo pasamos muy bien. Todos acabamos agotados, pero muy contentos. Después he ido hablando con los que fuimos y se nota lo que es una JMJ. De todas formas, ya tenía claro que este curso me iba a Roma. Por si alguien pensaba que era un fruto de la JMJ leyendo la pregunta. Sí es cierto que la JMJ me ha dado más luces y fortaleza para mi viaje a Roma.

Soy una Viva la Vida

Entregar la vida


Si se me permite, voy a contaros algo que he ido madurando en mi cerebro en las últimas semanas. Y versa sobre uno de los significados que tiene aquel mandato de Jesús sobre la entrega completa de nuestra vida. Según la persona y la llamada concreta que Dios haga en su vida, la concreción de la entrega de la vida puede variar notablemente. Algunos les pide que se vayan a un monasterio, a otros de misionero, a otros al ministerio del sacerdocio, a otros a estar en medio de nuestra sociedad… los caminos del Señor son muchos, gracias a los distintos carismas del Espíritu. Vale, esto lo sabemos todos. Pero siempre hay bases comunes, ya que la llamada a la santidad es universal, y la entrega completa de nuestra vida al Señor en lo que Él nos pida también lo es. Una de ellas es la entrega de nuestra intimidad, en un sentido positivo.

No sé si a vosotros os pasa. A mí, desde luego, sí. Y es que he desarrollado a lo largo de mi vida una inercia muy peligrosa: he creado un castillo interior, ya sabéis: uno de esos castillos monumentales donde un foso lo circunda y un puente levadizo se antoja como la única forma de entrada. En su interior, en el centro, existe un altísima torre, enorme y terrible, con una mazmorra oscura en su parte más elevada, provista de un mirador desde el cual se observa todo el territorio. Queda to guapo, la verdad. Pero es un problema. Problema porque es el lugar al que acudo en mis noches de desvelo… no, qué demonios, acudo siempre que mi vena egoísta así me lo pide. Es mi mecanismo de defensa natural: me cierro ante los demás, cierro mi corazón. Ojo, no hace falta ser taciturno y esquivo para tener esta inercia. Puede estar entregando mi tiempo, mis fuerzas y mis energías en algo; eso no es obstáculo para seguir encerrándome. Porque lo que guardo en tal mazmorra, es el último nivel de lo que soy y tengo. Entendedme, tener intimidad es bueno: cualquier persona cristiana debe tenerla, sobre todo con el Señor. A lo que yo me refiero es a ese espacio personal de celoso egoísmo donde guardamos nuestros más profundos pensamientos y sentimientos, ese hueco en el que no queremos que nadie entre. Incluso cara a nuestras actividades, dejamos esa parte al margen de todo: es vivir con cajitas, en la que hay una en la que me esfuerzo, hago “músculo” para ser lo que se me pide, pero donde no pongo en juego lo que verdaderamente soy y tengo. Por ello, en tales actividades no puedo ser yo mismo, no entrego mi persona, aunque esté entregando mi tiempo, porque me reservo un espacio de mi ser en esa mazmorra, a la que acudo cuando voy a descansar de mis esfuerzos.

¿En qué se concreta esto cara a la vocación? En que no todo puede ser músculo ni teatro. Si no aprendo a darme por entero, también mi celoso espacio personal, nunca seré yo mismo en lo que hago, y tendré que acudir a momentos donde me subo a la torre. Me convierto en una persona que no transmite lo que es, piensa y siente, sino que todo lo hace de forma automática: hace, no vive. Con el tiempo, eso es insostenible. Además, en la vocación se te pide todo, da igual cuál sea: Cristo te apela a ti, a tu vida entera, no a tu tiempo. Si tienes pareja, ella va a entrar en tu torre; si subes el puente levadizo, entonces la relación con el tiempo se rompe porque no puedes amar y ser amado sino con lo que eres, no con la mitad de tu ser, escondiendo lo más íntimo en el castillo. Lo mismo ocurre con el resto de vocaciones: un seminarista amigo mío me contaba que él no puede ir a la parroquia donde está destinado a “trabajar”, sino a “vivir” con todo lo que él es; ésa era su entrega concreta en ese momento, el dar su vida, compartirla toda, con la gente de la parroquia. No podemos guardarnos cosas sólo para nosotros, nosotros no podemos ser nuestro único descanso. La intimidad y la interioridad son necesarias, evidentemente, pero no la torre cerrada de nuestro corazón.

Ignoro si he sido capaz de explicarme. Admito que en poco espacio no es fácil, y quizás mis especulaciones hayan hecho pensar a más cabecear mientras leía. En cualquier caso, aquí he hecho un ejercicio de abrir mi castillo y contar lo que llevo dentro. Espero que pueda ser de utilidad a alguien, al menos como experiencia compartida. Y que Cristo nos enseñe en este difícil ejercicio de salir de la torre.

Kinshasa, el futuro ya está aquí

Anunciarlo a los Cuatro Vientos


Hace unas semanas viajé unos cuantos siglos atrás en el tiempo. Recibimos una nota de prensa del Obispado de Madrid en el email del trabajo: “Ha concedido a todos los sacerdotes legítimamente aprobados para oír confesiones sacramentales (…) facultad delegada para remitir dentro del sacramento de la penitencia la excomunión latae sententiae…”. Entre carcajadas y burlas se comentaba entre los compañeros: ¿quién es éste, que hasta perdona los pecados?[1]. Fue sólo el principio.

En las calles se reunieron todas las naciones, la gente se agolpaba a su alrededor para oír la Palabra de Dios[2]. Eran hermanos sin jamás haberse visto. Los que habéis sido bautizado en Cristo, os habéis revestido de Cristo, de modo que ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús[3]. Acudían a la llamada de un tal Pedro -en nombre de Dios- para ser arraigados y edificados en Cristo[4].

No faltaron las descalificaciones. ¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?[5],se rumoreaba entre los vecinos. Algunos sectores sociales reclamaban justicia y acusaban de incoherencia: “¿Por qué no se ha venido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?”[6]. Una minoría exacerbada tomó la persecución como un camino legítimo porque veían en la actitud de este pueblo una provocación. Se cumplieron las palabras del Señor: “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero el mundo os odia porque no sois del mundo, pues yo, al elegiros, os he sacado del mundo. Acordaos de lo que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi palabra, también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán a causa de mi persona porque no conocen al que me ha enviado. Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa que palíe su pecado”[7].Algunos simplemente permanecían indiferentes,  otros, en cambio, decían riéndose: “¡Están repletos de vino!”[8].

Entre los cristianos que llegaron había algunas confusiones , incluso divisiones. “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, pero, como no viene con nosotros, hemos tratado de impedírselo”[9]. Sin embargo, los apóstoles allí convocados disiparon las dudas: “Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos”[10]. Así el pueblo entendió la multitud de dones dentro de la unidad de la misma Iglesia. Respetando así la vocación personal que el Señor otorgó a cada uno dentro de su pueblo. Dios colocó cada uno de los miembros del cuerpo donde quiso. Si todo fuera un solo miembro, ¿dónde quedaría el cuerpo?[11].

A pesar de las dificultades , miserias e inclemencias del tiempo; Pedro, presentándose con los Once, levantó la voz y les dijo: “Judíos y todos los que vivís en Jerusalén: Que quede bien claro lo que os voy a decir; prestad atención a mis palabra. Éstos no están borrachos, como vosotros suponéis, pues es la hora tercia del día. Más bien está ocurriendo lo que anunció el profeta: Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre todo mortal y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños” [12].  Al igual que pasó con el Maestro, también sucedió con sus apóstoles.  La gente quedaba asombrada de su doctrina, porque hablaba con autoridad[13]. Pedro, al igual que Jesús, sembró la buena nueva a la asamblea. “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. (…) Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que les aman”[14].

Estaban todos reunidos con un mismo objetivo. De repente vino del cielo un ruido como una impetuosa ráfaga de viento, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Entonces quedaron todos llenos de Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse[15]. Cayó la noche. La actividad fue poco a poco disminuyendo debido al cansancio acumulado. A la mañana siguiente, el primer día de la semana nos hallábamos reunidos para la fracción del pan[16]. Llegó el final de la jornada, era hora de volver a casa. No sabía en qué época histórica me encontraba, no había a penas distinción entre el siglo I y el XXI. La invitación era la misma: “Id, pues y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y estad seguros que yo estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo"[17].

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[1] Lc  7, 49

[2] Lc 5, 1

[3] Ga 3, 27-28

[4] Col 2,7

[5] Mt 9, 11

[6] Jn 12, 5

[7] Jn 15, 18-22

[8] Hch 2, 13

[9] Mc 9, 38

[10] 1 Co 12, 4-6

[11] 1 Co 12, 18-19

[12] Hch 2, 14-17

[13] Lc 4, 32

[14] Lc 6, 27-28, 32

[15] Hch 2, 1-4

[16] Hch 20, 7

[17] Mt 28, 19-20

El Matrimonio por José Pedro Manglano

24/10/11

Carta a un veraneante cristiano


Por fin llegaron tus merecidas vacaciones. ¡Cómo las necesitabas! Es momento de que te relajes y dejes a un lado tu trabajo, tus estudios y te centres en ti. Sólo en ti. Necesitas tiempo para tus cosas. Haz un punto y aparte, y mira a ese necesitado del espejo. Ahora es tu turno.

Olvídate un poco de la familia, bastantes esfuerzos haces durante el curso por estar pendiente de ella. Un par de meses de parón no hacen daño a nadie. Seguro que se las apañan bien solos, además invitarles o hacer cosas conjuntas pueden ser una carga para ti en este gran momento en el que vives. Ellos pueden esperar, ya estarás más en su presencia en octubre o noviembre.  De los amigos mejor no hablemos, seguro que ellos están bien a su aire como tú al tuyo. No les molestes con mensajitos, llamaditas o cartitas mostrando interés. No te exijas tanto, ellos no necesitan eso y tú tampoco. De tu pareja, marido o mujer… no te comas el coco. Has regado mucho la planta durante el año como para ahora ponerte detallista. ¡¡Vive de tus rentas!!

No te programes tanto el día. ¿Para qué… si hay muchos? Sentarse en el sofá toda la soporífera tarde no está tan mal. Quién quiere hacer grandes cosas teniendo un mando a distancia y series de hace décadas en 25 canales de la TDT. Date todos los caprichos que quieras, deja los libros a un lado. Mantente ocioso o perezoso. No hay otra forma de vivir el verano. Levantarse tarde, pisci/playa, comer, siesta más sesiones de vagueo y noches de ‘marchuki’. Esa es la única meta. Desinflarte un par de mes no te perjudicará. Ya retomarás los buenos hábitos más adelante. Ahora haz sólo lo que te pidan tus impulsos. Disfruta de los torsos ciclados o las micro-faldas que te regalan hasta por la calle tus conciudadan@s. Tú tampoco te vuelvas pudoroso. Si tienes algo que lucir, hazlo. Necesitas subirte el ego. Cómprate muchas cositas y más helados de los que puedas comerte.

¿Tu fe? Venga, ti@, ¡es verano! Haz un paréntesis, nadie tiene por qué enterarse. Descálzate y sube el aire acondicionado. Quién podrá conocer que algún día has faltado a misa, donde veraneas nadie te conoce. No tienes por qué darles ejemplo, no les volverás a ver. No te ralles con eso de confesarte o rezar, tienes la mente demasiado atorada como para liarte más. Cambia esos minutos ante el Sagrario por unas buenas tandas de tumbona. Eso sí te viene bien, tu moreno será la envidia de todos en la oficina o en la facultad. Ya volverás a santiguarte en septiembre. Tú te has ido de vacaciones, seguro que Dios lo entiende. La Vida Eterna puede esperar. Ahora relaja tus normas, mueve el esqueleto y que viva la tibieza. Siempre habrá un mañana para arrepentirse.
Carta del Diablo a un veraneante cristiano

No voy a decir adiós - Alfareros

Vivir en cristiano


A estas alturas del verano uno puede estar maquinando y especulando sobre la posibilidad de meterse en un grupo de jóvenes católico o bien crearlo. Es algo bueno y necesario, ya que como sabe todo el mundo, la fe no puede vivirse solo. Necesitamos de la compañía de gente como nosotros que nos puedan alentar, ayudar y servir de ejemplo en nuestro caminar.

Precioso. Magnífico. Espléndido. ¿Pero cómo?  Del dicho al hecho… ya sabes, y la realidad es que a menudo un grupo cristiano de jóvenes crea más quebraderos de cabeza que soluciones. Y es que el combinar teoría con la humana forma de hacer las cosas es difícil. De hecho, quizás muchos de vosotros hayáis sufrido alguna de estas experiencias poco gratificantes de ver cómo tu grupo de jóvenes cristiano se destruye a sí mismo, o simplemente nunca logra ser lo que debería ser. Existe un matiz inicial que a lo mejor puede ayudarte si estás por la labor de emprender tamaña tarea.

Evitar dos vicios contrapuestos
Tras algún tiempo de experiencia personal y de otros que ha llegado hasta mí, puedo declarar solemnemente que rastreo dos vicios importantes a extirpar as son as possible. El primero de ellos es aquel que tiende a pintar el grupo de jóvenes como un grupo meramente de formación. Sóloformación. O sea, yo voy al lugar donde mi grupo se reúne a oír una chapa y me piro. En el fondo, se convierte en una especie de paréntesis en mi vida: vivo, voy al grupo a oír sobre un jambo llamado Jesucristo, y sigo viviendo. Uno no sabe muy bien qué tiene que ver Dios con el resto de mi vida, pero supone que bueno, está cumpliendo con alguna forma de precepto y tal. Tira adelante con eso. Efectivamente, eso tiende a durar intermitentemente algunos meses. Si Cristo es como ir a la academia de inglés, pero no tengo examen además… se abandona. Para cualquier ser humano ese planteamiento es estéril porque el cristianismo queda en el ámbito de la teoría abstracta.

Por otro lado, es evidente que existe un vicio antitético. Y éste surge muchas veces por nuestra obsesión (errónea) de querer maquillar, adornar, a Cristo y la vida cristiana: “como la juventud de hoy día está lejos de Dios y le torra la religión, vamos a ofrecerles algo más atractivo, más light para ellos, más acorde a su vida para que no se vayan”. ¿En qué se concreta este vicio? En hacer grupos de jóvenes católicos vacíos, sin contenido más allá de quedar y pasárselo bien. Es un grupo de amigos más, pero Dios no entra, o entra sólo lateralmente, como aditamento. Véase una convivencia donde se hace de todo menos profundizar en la relación con Dios, más allá de una cierta Misa o alguna charleta metida con calzador. Se quiere hacer tan atractivo, que guillotinas la esencia del por qué del grupo. Al final, el grupo muere como un grupo de amigos más, por algún pique-chorra. Durante el tiempo de su existencia, el Señor ha sido algo tangencial, sin importancia, como si fuera ir a ver el fútbol al bar los domingos. Este segundo vicio no deja de ser una forma de duda y falta de fe cara al poder de Dios. Jesús no necesita ser adornado, Él en sí mismo es exactamente lo que el corazón humano, también de cualquier joven, busca. No lo maquilles, confía en su poder. Sólo Dios basta.

Una propuesta de síntesis
Es probable que la clave de todo sea que necesitas crear un grupo de jóvenes donde VIVAN. Donde todo se integre de una forma natural y equilibrada. Donde los chicos aprendan el arte de vivir desde el Señor. Y claro, vivir no es recibir una charla; eso aislado muere en la corriente de la vida. Pero tampoco significa hacer todo ocio y diversión sin más, porque entonces la vida también se los lleva. Vivir supone conocer a Cristo en medio de las circunstancias de la vida, de todas: tener formación, oración, y también diversión y ocio experimentado desde el Señor. Es más, el joven acaba por percibir que la diversión es más plena cuando está cerca de Dios. Esto ocurre cuando lo compara con otros grupos de amigos (que está genial que los tenga) y nota la diferencia. Al mismo tiempo, entiende y vive mejor la fe cuando está integrada en su vida plenamente, y no como paréntesis. Vida con centro en el Señor es la propuesta mejor para un grupo de jóvenes. Aunque suponga que, de inicio, muchos no se acerquen: aceptemos la libertad, no hagamos marketing de Dios. Ya Dios se irá encargando de bendecir el grupo, aunque suponga años de esfuerzos.

¡Ánimo, ten fe, rézalo!

'Carta a los jóvenes' del Obispo más joven

"Tenía que nacer para enseñarme a vivir de nuevo”


Me llamo Matilde Latorre, tengo 37 años, si tengo que decir que soy. Soy sobre todo madre y esposa de Javier, un gran compañero de mochila y el amor de mi vida, lo demás llegados a este punto de mi vida sobra.

Tengo dos hijos Enrique, un niño-hombre de 8 años, que ha iluminado mis noches oscuras con su risa, sus palabras y su oración, mi otra hija se llama María, murió el siete de diciembre del 2010 con tan sólo 20 días.

María llegó a este mundo casi tres meses antes, con 880 gramos y llorando. Mi ginecólogo y ahora amigo con mayúsculas, Don Juan Vidal, hizo lo imposible, pero mi útero da lo que da, para que aguantase como su hermano un poquito más, dentro de mamá. No fue así porque Dios tenía su plan y María tenía que nacer para enseñarme a vivir de nuevo.

Fueron 20 días en la UCI de neonatos de Toledo, María salía adelante después de un pequeño incidente respiratorio los primeros días. En ese momento sentí lo importante del Sacramento del Bautismo y fue bautizada a los dos días de nacer.  Fueron 20 días de oración constante, sobre todo recuerdo momentos llenos de amor, entre mi marido María y yo. La agarrábamos de las manitas y rezábamos, el “ángel de la guarda…”, su hermano la conoció y es la foto más maravillosa jamás vista.

Al día siguiente de esa foto y María mejor que nunca, todo se torció, una asepsia en la sangre que no había dado la cara se llevó a María a la casa del Padre.

La sensación de vacío, de soledad, de fracaso de soledad absoluta. Si alguien odiaba yo en ese momento era a Dios, no entendía por qué nos hacía esto, Él mejor que nadie sabía lo difícil que es para mí tener hijos y lo que los ansío. Él mejor que nadie sabía lo que ya habíamos sufrido esos 20 días de UCI, ¿Por qué’, martilleaba mi cabeza noche y día, no me valía nada, no escuchaba nada sólo quería apartarme para siempre de Dios.

Han pasado siete meses y ahora puedo hablar de Esperanza, de Confianza, de Amor, de Dolor, de Cruz, de Vida y de CONVERSIÓN. Antes de mi zarandeo vital, me pensaba buena cristiana, educaba a mi hijo en la Fe, vamos al uso.


Ahora se que no era suficiente y eso me lo ha enseñado mi hija María con la colaboración en la tierra de su hermano y de mi marido, que ser de verdad seguidor del mensaje más rompedor del mundo, más claro y generoso que ha habido en la historia del hombre, es comunicarlo gritarlo y vivirlo. Durante los primeros meses me sorprendía a mi misma buscando centros induistas de meditación, centros budista, todo para romper con Jesús, para apartar de mi su mensaje. Guardé todas las estampitas, guardé todas las imágenes que tantos años han estado a mi lado, me volvía loca pensar que Dios estaba permitiendo también esto.

Cada noche daba las buenas noches a Enrique sin más, me dolía no poder rezar con él, ¡no podía!, mi boca se cerraba al ir a reza, y mi hijo tan generoso no me decía nada. Una noche el día antes de la Beatificación de Juan Pablo II, Enrique pidió por favor que rezase con el, que necesitaba rezar con mamá, me dijo: “mamá no llores más María está con la Virgen y  no me digas que no es un buen sitio, es como la Warner pero en alto”. Que claro tenía un mico de 8 años el mensaje de Dios, cuanto nos enseña la fe de los niños. Esa noche recé con Enrique, esa noche en la cama me dejé y sentí que me había vencido el amor. No recé sólo hable con Jesús de estos meses y que no entendía nada pero aceptaba su voluntad.

Las semanas siguientes fueron una locura, me levantaba con la necesidad de leer el Evangelio, con la necesidad de rezar de nuevo. Me confesé y me sentí con una paz que jamás había conocido una felicidad inmensa, estaba en Gracia de Dios, otra vez un Sacramento toma forma ante mí. Eso no es casual ¿verdad?

Tuve el corazón cerrado a Jesús, y no se cómo lo hizo pero se coló de nuevo, imagino que dejé una rendija sin darme cuenta, o tal vez si me daba cuenta. A lo mejor necesitaba irme para volver con toda la fuerza de mi ser. Igual tenía que perder lo más querido para darme cuenta de tu amor. Decía el Padre Werenfried, que no tenemos que convencer a los hombres del vigor del cristianismo a fuerza de palabras y argumentos sino con la calidad de nuestra vida, con nuestro ejemplo allí donde Dios nos ha puesto. Ahora me dejo ser Su instrumento, adoro llevar el mensaje de Dios y transcender en cada acto de la vida.

Dios y su voluntad no deja de sorprenderme nunca, vamos que no hay quien le entienda. No es la misión del cristiano entender, nuestra misión es confiar. Tenemos que dejar hacer su voluntad, y os puedo asegurar que no es nada fácil, pero eso implica que está con nosotros, que nos acuna y nos lleva de la mano. Cuando miro con perspectiva mi vida, siento la inmensa delicadeza que ha tenido Dios conmigo, me ha guiado y me ha dado libertad en mis decisiones. Él nos ha traído a este mundo y nos deja solos, está siempre pero respeta nuestra libertad.

Ahora soy consciente  que he podido sentirlo, que nada es casual y el que haya encontrado webs  que hablan de Cristo no es casual. He tenido que vivir momentos de Cruz para probar la autenticidad de su amor, no dejo de repetir “sin Cruz no te habría visto”.

 De verdad hacedme caso, entrar en una Iglesia, capilla, ir al campo a la playa, quedaros en silencio y podréis escuchar a Jesús susurrando al oído: “Te quiero con toda mi alma, tanto que he muerto por ti, te he creado como eres, con virtudes y defectos, quiero sobre todo tu felicidad y que lo seas conmigo eternamente”. Hoy cada mañana doy gracias a Dios por  qué mi hija María es inmensamente feliz, está en casa del Padre. Vino  a enseñarlos lo Único que importa, el motor de mi vida y Dios quiera que del mundo “Amaros los unos a los otros como yo os he amado”.

Dios todo lo puede y si Dios quiere nos dará un tercer hijo, me pierdo en sus manos y dejo que el haga. Nuestra vida, la de mi familia es diferente vivimos Jesús desde muy cerca y a Nuestra Madre la Virgen como una abuela que cuida a nuestra pequeña María.

Gracias Javier, mi bastón y mi cima, gracias Enrique luz de mis noche , gracias María brisa de mis mañanas, gracias  familia y amigos quietud de las tardes. Gracias Dios mío por dejarme ser hija pródiga.
GRACIAS.

Matilde Latorre

Una longeva vocación. 84 años de vida contemplativa

"Estar en el mundo sin ser del mundo". Milicia de Santa María


Me llamo Mónica, nací en 1992 y estudio  Humanidades y Periodismo en la universidad CEU San Pablo. Hace más o menos cuatro años conocí la Milicia de Santa María, un grupo juvenil cuyo fin es acercar a las almas a Cristo. Fue creado por el Padre Tomás Morales, un sacerdote jesuita.

La Milicia surgió como “Hogar del Empleado”, una residencia para trabajadores que les concedía la oportunidad de llevar una vida digna y de formarse como personas a la vez que acrecentaban su relación con Dios. El Padre Morales ve la necesidad de formar minorías valientes que fermenten la masa y que cambien el mundo desde dentro: “estando en el mundo sin ser del mundo”, laicos comprometidos con su vocación bautismal que lleven a Cristo en su vida, en el trabajo diario, imitando la sencillez de Nazaret y teniendo como especial  modelo a la Virgen. En este contexto, un grupo de empleados descubren en el silencio de la oración la llamada de Dios a consagrarse a la obra del Hogar, así surge la Cruzada de Santa María, un Instituto Secular formado por laicos consagrados cuya vocación es la misma que las de los militantes pero dando el paso de la consagración. Paralelamente, un poco más tarde, nacen las ramas femeninas de la Milicia y la Cruzada. También surgirá un grupo de matrimonios conocido como Hogares de Santa María.

La Milicia es un grupo muy activo y eso me pareció cuando llegué, que no se estaban quietas ni un momento. Todos los sábados nos reunimos para ir a Misa de la Virgen a las 8 de la mañana y a lo largo del día tenemos diversas actividades juntas: desayuno, estudio, oración, rosario, comida, y célula, que es como una catequesis donde trabajamos la formación espiritual y moral, así como el apostolado. Durante el año también hacemos convivencias, retiros espirituales, peregrinaciones y especialmente campamentos y Ejercicios Espirituales, que son la base de nuestro carisma. Un carisma que según el Padre Morales tiene savia ignaciana y tronco carmelitano.

Yo acabé en la Milicia porque una gran parte de mis tíos y tías formaron parte ella durante su juventud y mi madre decidió llevarnos a mi hermana y a mí cuando teníamos 13 y 15 años. Yo empecé yendo a alguna actividad, sin ser muy constante pero dándome cuenta de que me ayudaba cada vez que iba.

A pesar de que mi familia es católica desde siempre y gracias a Dios, he recibido esa educación también fui consciente de que tenía que convertirme. Tal vez nuestra conversión no es tan espectacular como la de los que no conocen a Dios, pero es necesaria para que empieces a hacer tuyo lo que has vivido desde siempre. Yo tuve ese encuentro con Dios gracias a muchos factores. Tuvieron mucho que ver mi confirmación y mis primeros Ejercicios Espirituales. En la Milicia sentí gracias a la formación que recibí y la oración que empecé a hacer, esa llamada a la coherencia de vida, a ser cristiana completa, a dar el cien por cien a Cristo. Me pasa como todos los cristianos, supongo. Nos creemos gente buena, pasable, que más o menos nos merecemos el cielo porque vamos a misa los domingos, rezamos de vez en cuando y en general nos portamos bien con la gente. Ese encuentro con Dios supuso un ajustarme las tuercas, reconsiderar mi nivel de autoexigencia y aspirar a aquella palabra que es a veces tan ajena a nuestra vida y que asusta: santidad. De repente esa palabra cobra un nuevo sentido y descubres que es tu meta. Tan simple y llano como eso. Dan igual los medios si te llevan a ella. Y uno de los medios que Dios puso en mi camino fue la Milicia.
En los Ejercicios sentí a Dios y sentí especialmente su infinito amor por mí. Eso que tantas veces había oído y que ya casi era como una cantinela que todo el mundo repetimos sin entender. Allí me di cuenta de un montón de cosas que ya sabía, pero que nunca había interiorizado del todo.

El año pasado, el día de la Inmaculada, di un paso más en la Milicia: hice las Promesas. Las Promesas son unos compromisos que se hacen a la Virgen que te ayudan a vivir en el mundo con la máxima fidelidad a Dios contando con la bonita seguridad de su maternal protección. Las Promesas traen a Dios a tu vida diaria de manera más fuerte y cercana, te ayudan a estar siempre en Su Gracia y a acrecentar tu fe y sobre todo tu relación con Dios, que aumenta cada día como una amistad profunda. Ya era militante de la Virgen.

También colaboro en mi parroquia, San Clemente Romano, dando catequesis y ayudando en el coro. Mi confirmación la hice con ellos y fue uno de los impulsos que recibió mi fe. La catequesis que recibo allí complementa mi formación y aporta otro punto de vista a mi relación con Dios. Las experiencias misioneras que me ha proporcionado la Delegación de Misiones de Madrid le han dado un toque más apostólico a mi fe. La Pastoral Universitaria me ha puesto en contacto con personas de diferentes carismas de las que aprendo muchísimo cada día y que fomentan la unidad de los cristianos. Todas las cosas que me acercan a Dios y que me ayudan a conocerle más: la Milicia, la parroquia, la Pastoral universitaria, la Delegación de Misiones, mi familia y mis amigos son la combinación perfecta para esa meta que todo cristiano debe buscar, la santidad, allí donde nos encontremos.

Mónica del Álamo Toraño

Cristianos con lenguas de fuego


En la tradición artística de Oriente, la Iglesia del comienzo, la Iglesia del día de Pentecostés, es el icono del Espíritu Santo. El Espíritu Santo se hace visible y representable en la Iglesia. Si Cristo es el icono del Padre, la imagen de Dios y a la vez la imagen del hombre, la Iglesia es la imagen del Espíritu Santo.

La unidad del Espíritu no es uniformidad
Si hablamos de la Iglesia como icono del Espíritu Santo, y de éste como Espíritu de la unidad, no podemos pasar por alto, un rasgo llamativo de la historia de Pentecostés. En ella se dice que las lenguas de fuego se dividían, y que sobre cada uno de ellos descendió una (Hch 2,3).

El Espíritu Santo se le da a cada uno personalmente y a su manera. Cristo ha asumido la naturaleza humana, lo que nos une a todos y desde ella nos une. El Espíritu Santo, sin embargo, se le da a cada uno como persona; a través de Él, Cristo se convierte para cada uno de nosotros en la respuesta personal.

La unión de los hombres, tal y como la debe realizar la Iglesia, no se produce mediante la extinción de la persona, sino mediante su perfección, que supone su apertura infinita. Por eso, por un lado, el principio de la catolicidad pertenece a la constitución de la Iglesia: nadie actúa puramente desde su propia voluntad y su propia genialidad; todo el mundo debe actuar, pensar y hablar desde lo común del nuevo "nosotros" de la Iglesia, que es intercambiable con el "nosotros" del Dios trinitario. Pero precisamente por eso se puede decir, también, que nadie actúa sólo como representante de un grupo y de un sistema colectivo, sino que cada uno tiene la responsabilidad personal de la conciencia abierta y purificada en la fe. La eliminación de la arbitrariedad y el egoísmo se debería alcanzar en la Iglesia, no mediante el reparto proporcional por grupos y la coacción de la mayoría, sino mediante la conciencia formada por la fe; conciencia que no sale de lo propio, sino de lo recibido de forma común en la fe ...

Al hablar y actuar cristianamente nunca ha de hacerse siendo sólo yo mismo. Ser cristiano significa asumir en uno mismo a toda la Iglesia, o más bien dejarse asumir desde dentro de ella. Cuando hablo, pienso, actúo como cristiano, lo hago siempre en la totalidad y desde la totalidad: así el Espíritu llega a la palabra, y así los hombres llegan unos a otros. Pero sólo llegan exteriormente cuando antes lo han hecho interiormente: si interiormente me he hecho amplio, abierto y grande; cuando he asumido a los demás en mí mediante mi fe y mi amor compartidos, de manera que ya nunca estoy solo, sino que todo mi ser está marcado por ese compartir.

Este hablar de lo oído, de lo recibido, y no a título personal, puede, a primera vista, entorpecer la genialidad del individuo. La entorpece, ciertamente, cuando la genialidad es sólo una exageración de la persona, que intenta crecerse haciéndose una especie de divinidad. Sin embargo no entorpece el conocimiento de la verdad y el progreso; mediante esa actividad suya, el Espíritu Santo guía hasta la verdad completa. No recibimos nuevo conocimiento cuando el yo se aísla; la verdad sólo se manifiesta en la reflexión conjunta de lo que se ha conocido antes de nosotros. La grandeza de un hombre depende de lo grande que sea su capacidad de participar; sólo haciéndose pequeño, tomando parte en la totalidad, se hace grande.

La conversión a Cristo
Pablo ha expresado esto con una fórmula maravillosa cuando describe su conversión y su bautismo con estas palabras: "vivo yo, mas no soy yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Ga 2,20). Ser cristiano es en esencia conversión, y la conversión en sentido cristiano no es la modificación de ciertas ideas, sino un proceso de muerte. Las fronteras del yo quedan rotas; el yo se pierde a sí mismo para encontrarse de nuevo en un sujeto mayor que abarca cielo y tierra, pasado, presente y futuro, y en él toca la verdad misma.... Podríamos decir que esta alternativa es el Espíritu Santo. Él es la fuerza de la apertura y de la fusión en ese nuevo sujeto, al que llamamos cuerpo de Cristo o Iglesia.

El fuego del Espíritu
En este punto se muestra también, ciertamente, que el llegar unos a otros no es un proceso gratuito. Sin espíritu de conversión, sin dejarse romper a la manera del grano de trigo, es imposible. El Espíritu Santo es fuego; quien no quiera ser quemado, que no se acerque a él. Pero entonces también debe saber que se hundirá en el aislamiento mortal del yo cerrado, y que toda comunión que se intenta al margen del fuego sigue siendo, en última instancia, sólo pasatiempo y apariencia vacía. "Quien está cerca de mí está cerca del fuego", dice una palabra extrabíblica de Jesús transmitida por Orígenes. Hace referencia, de manera inimitable, a la relación entre Cristo, el Espíritu Santo y la Iglesia.

Una palabra de san Juan Crisóstomo va en la misma dirección. Se asocia con el relato de los Hechos de los Apóstoles donde se cuenta cómo Pablo y Bernabé curaron en Listra a un paralítico. La agitada multitud vio en los dos hombres extraños que disponían de tal poder, una visita de los dioses Zeus y Hermes; hicieron venir a los sacerdotes y pretendían ofrecerles en sacrificio un toro. Los dos apóstoles, escandalizados, gritan a la multitud: somos hombres de la misma condición que vosotros, hemos venido a traeros el Evangelio (Hch 14,818).

Crisóstomo comenta: "Cierto, eran hombres como los demás y, sin embargo, distintos de ellos, pues a la naturaleza humana se le había añadido una lengua de fuego: Esto es lo que constituye al cristiano: que a su existencia humana se le agrega una lengua de fuego. Así surge la Iglesia. Se le da a cada uno, de forma totalmente personal; y cada uno es cristiano, como persona concreta, de una manera única e irrepetible.

Desde Pentecostés cada hombre tiene su espíritu, su lengua de fuego, hasta el punto de que, en el saludo litúrgico, nos referimos a este espíritu del otro: "y con tu espíritu". El Espíritu Santo se ha convertido en su espíritu, en su lengua de fuego. Pero gracias a que él Espíritu es uno,podemos nosotros, a través de . él, dirigirnos la palabra unos a otros, construir juntos la única Iglesia

A la condición humana se le ha añadido una lengua de fuego ... Ahora debemos corregir esta expresión. El fuego no es nunca algo que simplemente llegue hasta lo otro y después permanezca junto a él. El fuego quema y transforma. La fe es una lengua de fuego que nos quema y nos refunde para que pueda decirse cada vez más: yo, mas ya no soy yo. Miedo a quemarnos. Ciertamente, quien se encuentra al cristiano medio de hoy debe de preguntarse:¿Dónde ha quedado la lengua de fuego? Desgraciadamente, lo que procede de las lenguas cristianas a menudo es cualquier cosa menos fuego. Sabe más bien como agua rancia escasamente tibia, ni caliente ni fría. No queremos quemarnos a nosotros mismos ni a los demás, pero de esta manera nos mantenemos a distancia del Espíritu Santo, y la fe cristiana se reduce a una cosmovisión casera, que, en la medida de lo posible, no quiere vulnerar ninguna de nuestras comodidades y se guarda el rigor de la protesta para allí donde apenas nos puede perturbar en nuestras hábitos de vida.

Cuando rehuimos el fuego ardiente del Espíritu Santo, ser cristiano se vuelve cómodo sólo a primera vista. La comodidad del individuo es la incomodidad del conjunto. Donde nosotros ya no nos exponemos al fuego de Dios, los roces mutuos se vuelven insoportables, y la Iglesia, como lo expresaba Basilio, queda desgarrada por gritos partidistas. Sólo cuando no tememos a la lengua de fuego ni al ímpetu que trae consigo, se convierte la Iglesia en icono del Espíritu Santo. Y sólo entonces abre ella el mundo a la luz de Dios. La Iglesia comenzó cuando los discípulos se habían reunido en el cenáculo unánimes en la oración. Así comienza continuamente. Pidiendo el Espíritu Santo en nuestra oración, debemos hacerla de nuevo realidad cada día.

"Imágenes de la Esperanza" de Josph Rarzinger

#Whatsappea con las alturas


Se acabó lo de gastarse 0,20 céntimos por SMS para contar a tus colegas lo que te pasa. Nunca más habrá que esperar a tener un portátil delante para chatear. El mundo del  Messenger está revolucionado. Hoy si no tienes Whatsapp te has quedado en la cuneta tecnológica de las comunicaciones. ¿Qué no sabes lo que es? Dame 30 segundos…

Whatsapp es la delicia de los que no pueden perder un instante sin estar en contacto. Se trata de una aplicación para dispositivos móviles que te permite tener un sistema Messenger con el que hablar y compartir archivos de forma ilimitada pagando un euro (más o menos). ¡Todo en tu teléfono móvil – eso sí, no para todos los modelos-! Se terminó lo de pasarse notitas entre compañeros cuando la explicación del profesor se hacía eterna y aburrida. Ahora las ‘conversaciones múltiples’ permiten planear el fin de semana incluso con gente que está en otras aulas -o fuera de ellas…- y todo mientras el despistado profesor cree que el silencio de su clase es debido a la concentración.  Aunque no todo son malos usos. Con un simple botón dan envidia a los compañeros de trabajo mandándoles una imagen de sus vacaciones en Boston,  comparten ecografías de su primer retoño de forma instantánea o quizás simplemente ahorran en su factura de teléfono pues sustituye a las llamadas y mensajes. Lo que algunos no saben es que el verdadero Whatsapp lleva inventado miles de años…

Se trata de una aplicación totalmente gratuita que desarrolló el mismo diseñador que nos hizo a ti y a mí. No entiende de modelos, es compatible desde con los más longevos a los más recientes. Se puede usar 24 horas al día sin peligro de que se cuelgue la red o se pierda el Wi-Fi. Es 100% segura y confidencial. Con ella puedes compartir imágenes, documentos, vivencias … pero también lo que piensas y tus sentimientos. Incluso tiene la opción de ‘conversaciones múltiples’ para que hables junto con tus amig@s. Es una APP que se adquiere sin necesidad de entrar en iTunes, sólo hace falta pinchar en tu corazón. Cuando la usas recargas la batería de tu vida. A los que se conectan a ella con constancia les genera adicción. La puedes usar en cualquier país del globo terráqueo y en cualquier idioma. Lleva creada miles de años... y se llama oración.

¿Te atreverás a descargártela?

Misioneros por el mundo: Ecuador

Ser catequista… ser Cristo


Antes o después casi todo el mundo pasa por la experiencia de dar catequesis. Habitualmente todo empieza porque un párroco o alguien que se encarga de la formación de un puñado de chavales necesita ayuda para enseñar a los chicos. Es típico que uno se decida porque se lo piden abiertamente, y en un espíritu de generosidad, se lance al ruedo. En algunos otros casos surge por la inquietud personal o gusto hacia el hecho de trabajar con gente joven, o muy joven. Sea como fuere, no nos engañemos, la figura del catequista está, a menudo, muy manoseada y poco valorada. No porque en la Iglesia se menosprecie (¡que se lo digan a un párroco!), sino porque los mismos catequistas no se lo toman demasiado en serio. No digo que todos, ¡Dios me libre! He conocido catequistas fantásticos. Pero damas y caballeros, ya se sabe las coñas que circulan sobre los monaguillos y los catequistas. Digamos simplemente que el chascarrillo hace referencia a la poca integridad de muchos catequistas.

Lo admito, no tengo pruebas documentales de lo que digo. Tan sólo me muevo por rumores, experiencias personales y sensaciones que percibes por gente que has conocido. También quizás por lo que gente me ha comentado al respecto en su experiencia. A lo mejor soy yo que sólo he visto la cara fea de muchos catequistas. Sólo Dios sabe. Lo que tengo meridianamente tan claro como la inocencia de Contador es que la figura del catequista debe ennoblecerse de nuevo, debe recuperar unas dosis de dignificación que ha ido perdiendo progresivamente. Me explico, a ver si soy capaz.

Dar catequesis… ¿qué es? Existe una especie de consenso internacional que apunta a que dar catequesis es = dar chapa. Es la mentalidad de que la catequesis es una clase de religión: me preparo una explicación de los Mandamientos así “mal que bien” y pa’lante.  Explico cosas que tienen que ver poco conmigo, que son externas a lo que de verdad me importa o configura mi verdadero yo. Me pongo mi ropa dominguera y me transformo en el yo “católico”-bueno-cara de no rompo un plato. Mi labor comprende desde que entro en la sala hasta que salgo de ella. Lo que ocurre en el interior no trasciende. Para los chavales quizás sí, aunque yo no lo sepa. A mi plin (bueno va, quizás le dedique un rato mayor de atención para preparar la sopa de letras sobre los sacramentos). Luego, en mi vida real… ¿Mandaqué? ¿Jesuquién? Oye tío, relaja que estamos a lunes. Lo que predico se queda dentro de clase. Yo no vivo lo que predico. Pero cuidado, que soy mil de bueno con los efectos especiales que hago con la boca cuando explico la Creación, mis niños se quedan to’ locos.

Sí, he sido exagerado. No he conocido a nadie que llegue a tal extremo. Pero casi. Me duele en el alma cada vez que alguien que actualmente no tiene fe, me dice: “¿mis catequistas?… los peores: tenían unos rollos, unas movidas… ejemplos de nada”. Esto sí puedo dar fe de haberlo oído. También he visto catequistas que no viven ni por asomo muchas cosas de las que dicen. Pero claro, si la mentalidad es la de que el objetivo es que cuando les pregunte el señor vicario que les confirma sepan contestar a las intrincadas preguntas sobre el Espíritu Santo, apaga y vámonos.

¿Quién es el catequista? Todo cristiano por el bautismo está llamado a ser otro Cristo, a que Cristo llegue a los demás a través suyo, a quedar transfigurado en el Señor. El catequista, de una forma muy especial, está llamado a ser Cristo para sus chicos. No es el profe de religión. No transmite conocimientos sin más: transmite experiencia vivida de relación con el Señor. Ayuda a que los niños (o jóvenes) se acerquen a Jesús; les entrega las herramientas para que puedan tener un encuentro personal con Dios Padre. El resto son memadas y trucos de magia. Para toda esta tarea, no enseña con la palabra (que también, no pienses que no se debe preparar las catequesis), sino con la vida. Con su ejemplo, con su testimonio existencial. El modelo de catequista, amigos, es Cristo. Su vida fue una gran catequesis (entre otras cosas). El ejemplo de cómo debe ser persona de forma plena, está en Jesús. Pero también el ejemplo de cómo ser pastor de rebaño: Cristo enseñaba, efectivamente, pero lo que a la gente le sorprendía, y por lo que le seguían, era por la autoridad con la que enseñaba. Autoridad entendida no con que llevase una vara para pegar a los alumnos cada vez que fallaban la respuesta. Por autoridad se entiende que su vida respaldaba lo que decía. Tenía autoridad porque vivía lo predicado, porque sus obras y su forma de ser era la verdadera catequesis hecha acto. Hablaba, pero sobre todo obraba. Y era tal la admiración que causaba, que irresistiblemente le seguían. Era verdadero pastor que apacienta a sus ovejas.

Ser catequista no es fácil
Lo sé. Yo también soy un puñetero desastre. También me cuesta rezar, y el despertador ya no me toma en serio. A veces se me olvida el cumpleaños de alguno de mis muchachos, o me cuesta encontrar un hueco para prepararme la próxima reunión. Pero estoy en paz: Jesús cuenta con ello, porque cuenta conmigo. Ser catequista no es fácil, pero es precioso. Trasciende la clasecita de por qué matar a mis padres no es del todo positivo para mi formación personal. Es dar lo mejor de sí, es volcarse a tope con tu rebaño. Es buscar más a Dios en tu vida, todos los días, para poder darlo a conocer después a tus chavales. Sinceramente, en estos años de catequesis, creo que he crecido más que ellos. En definitiva, ser catequista es parte de tu vocación, es una misión divina. No es hacer un favor a alguien sin más. O pones todo tu corazón y cabeza en esa labor, o mejor que cuelgues las botas ipso facto.

Ser catequista, además, es clave para el futuro de la Iglesia. El catequista es el que enseña a los jóvenes cómo hacerse adultos en la fe. Eso no se hace tan sólo con teoría, sino con vida compartida: catequesis, excursiones, campamentos, cenas… ¡qué narices (…) todo lo que haces con ellos es una catequesis de vida, que es lo que cuenta!

Algo que puede ayudar a no hundirse ante la magnitud de la tarea es el saberse elegido por Dios. Dios te quiso a ti, y no a otro, para enseñar a estos muchachos el camino del amor a Dios. Si tú no lo haces, nadie lo hará por ti. Que el Señor haya apostado tan fuerte por ti, siendo omnisapiente como es, le deja a uno más tranquilo, le enorgullece, le llena de ilusión el corazón.

Al menos yo así lo vivo. Si a alguien le sirve, bendito sea el Señor.

Mensaje de un hijo a sus Padres

Renovación Carismática: “Conocer la Iglesia ha sido tener vida en abundancia”


Para empezar me gustaría decir que la Renovación Carismática no es un movimiento como tal. La Renovación Carismática es "una corriente de gracia" que renueva en la sociedad actual los dones y carismas de la primera comunidad cristiana.

La conocí porque me invitaron unos amigos a ir un día a un grupo. Me llamaba la atención, había oído hablar de ella, y para ser sincero fui a ese grupo con algún que otro prejuicio, me habían dicho que los carismáticos eran unos exaltados, levantaban las manos, cantaban y bailaban muy efusivamente, algunos se ponían a hablar cosas extrañas, etc.  Como siempre nos pasa, nos dejamos llevar fácilmente por aquello que nos cuentan sin haberlo vivido antes personalmente. Puedo decir que me gustó mucho más de lo que me esperaba, desde entonces me sentí muy llamado a continuar profundizando y creciendo dentro de esta realidad de la Iglesia.

Lo que más me ha aportado en mi vida espiritual es el descubrir la importancia de la alabanza a Dios mediante la música de una manera nueva y la presencia de la Persona del Espíritu Santo que actúa en la Iglesia con sus dones y carismas. La Persona del Espíritu Santo sigue siendo muy desconocida entre los cristianos.

¿De qué va todo esto?
No tiene fundador, pues no es un movimiento. Es Dios mismo quien ha querido suscitar esta corriente de gracia en estos tiempos. La historia de la Renovación Carismática Católica está unida al concilio Vaticano II y al papel que en él se asigna a los laicos dentro de la Iglesia. Para comprender la Renovación en el Espíritu, hay que asomarse a la experiencia de los Apóstoles en Pentecostés. El Cenáculo es el lugar donde los cristianos se dejan transformar por la oración, en torno a María, para acoger al Espíritu.

El 18 de febrero de 1.967, treinta estudiantes y profesores de la universidad de Duquesne en Pensylvania, hacían un retiro espiritual para profundizar en la fuerza del Espíritu. De pronto recibieron una efusión del Espíritu Santo, la iniciativa como siempre es de Dios. Se empezaron a manifestar entre ellos los dones y carismas que vemos que se daban en algunas de las primeras comunidades cristianas como nos lo atestigua San Pablo en la carta a los Corintios.

Dice San Pablo en 1 Co 12,4-11: Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común, porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad.

Lo que sucedió en ese grupo de estudiantes y profesores es lo que cuenta aquí el Apóstol, la iniciativa es del Espíritu Santo que distribuye sus dones y carismas como quiere. En ese grupo a unos se les dio el carisma de profetizar, a otros el de la diversidad de lenguas, etc. El Espíritu Santo a partir de ese 1967 ha querido suscitar esta corriente de renovación en la Iglesia. De pronto comenzaron a aparecer grupos de oración que nadie planeaba, ni convocaba, se multiplicaron como pequeñas luces en un estadio. Era la libertad del Espíritu que estallaba por todas partes: "la libertad de los hijos de Dios". Con vitalidad sorprendente, la Renovación Carismática se ha difundido por todo el mundo, alcanzando en la Iglesia Católica la cifra de 72 millones.

Ahora la Renovación Carismática la forman grupos de todas las edades y condiciones -casados, solteros, religiosos, jóvenes y mayores- que desean vivir la buena noticia del Evangelio dando al mundo un testimonio de luz y esperanza.

Nunca hay que olvidar lo que nos dice el Catecismo en el nº 799: Extraordinarios o sencillos y humildes, los carismas son gracias del Espíritu Santo, que tienen directa o indirectamente, una utilidad eclesial; los carismas están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo.

Los carismas no son superpoderes, son gracias que el Espíritu Santo otorga para la edificación de la Iglesia. Cuando se manifiestan en un grupo de la Renovación Carismática sólo se dan con ese fin, para la edificación de todos. Sería muy largo hablar aquí en qué consiste cada carisma. En la Renovación se da formación para profundizar más en ellos. Realmente los carismas no son lo más importante, lo que importa es la caridad, el ir creciendo en el amor a Dios y al prójimo.

Paso ahora a describir lo que se hace normalmente en un grupo de la Renovación. Se suele reunir el grupo cada semana. Se comienza con alabanza a Dios, con música, cantos y momentos de silencio. Se trata de alabar, adorar al único digno de adoración y para ello nos servimos de la música, el cuerpo es también muy importante para expresar la alabanza a Dios, ya sea bailando, de rodillas, con las manos extendidas o sentados. Canciones de todo tipo, se invoca mucho al Espíritu Santo. Luego se lee la Palabra de Dios y se comenta en el grupo. A continuación uno da la enseñanza sobre un tema de formación o vida espiritual. Sigue un rato de alabanza y música. Se finaliza con testimonios, avisos y un canto final. Cada semana el grupo se reúne en un día fijo, en una de esas semanas se celebra la Eucaristía, aunque esto depende de cada grupo. El grupo de la Renovación lo forman cristianos que están de por sí comprometidos en sus parroquias o en otras realidades de la Iglesia y que se juntan semanalmente para orar juntos mediante la alabanza a Dios, la lectura de la Palabra y la vida fraterna.

En cada grupo existen distintos servicios que se ejercen entre los miembros, librería, música, liturgia, intercesión, acogida, etc. En cada grupo hay unos responsables que son llamados servidores y que se encargan de coordinar la marcha del grupo.

Para los que empiezan la Renovación Carismática los llamados "Seminarios de vida en el Espíritu" para evangelizar con la fuerza del primer anuncio. El Espíritu se derrama con poder y nacen en los que los hacen conversiones radicales, vocaciones al sacerdocio, a la vida contemplativa. Compromisos con la sociedad, con los pobres, los presos, los enfermos. A lo largo de siete semanas, la trayectoria va del encuentro personal con Jesús, al descubrimiento de la Comunidad, para terminar con el compromiso ante la sociedad. Al final es imposible dejar de proclamar que Cristo vive hoy; que está a nuestro lado, que es nuestra vida.

Durante el año se organizan asambleas diocesanas, regionales y nacionales, son encuentros más grandes entre distintos grupos de la Renovación ya sea a nivel diocesano, por provincias o a nivel nacional.

La Iglesia y yo
Estuve varios años en el movimiento de cursillos de cristiandad. Más tarde conocí la Renovación y me sentí llamado a seguir creciendo en la fe en esa espiritualidad. Actualmente soy seminarista de 5º curso de Alcalá, preparándome para ser sacerdote si Dios quiere. Siendo seminarista colaboramos en distintas parroquias cada año con catequesis, grupos de jóvenes, visita a enfermos, etc. Participamos también en las oraciones y peregrinaciones de la diócesis. Ahora en el seminario no acudo a mi grupo de la Renovación porque tenemos otras tareas en el seminario, pero en verano suelo ir a la asamblea nacional donde se reúnen carismáticos de toda España en un encuentro multitudinario de tres días.

Para mí conocer la Iglesia ha sido tener vida y vida en abundancia, tener por tanto a Jesucristo, que es la razón de mi existir y lo mejor que me ha ocurrido. Es saberte parte de la gran familia de los hijos de Dios, en Ella aprendí y aprendo a caminar en comunidad, a crecer en el conocimiento de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. En Ella doy gracias por todos los regalos que Dios nos concede, regalos como son la multitud de movimientos y carismas que Dios nos da para la edificación del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Una gran riqueza que aun se presenta como algo por descubrir entre los cristianos, vosotros en Grupo Circular estáis ayudando a dar a conocer esta enorme y maravillosa riqueza.

En la Renovación aprendí a descubrir la primacía de Dios en todo lo que vivimos, todo es presencia y gracia, Dios está continuamente acompañándonos y ayudándonos en este peregrinar de nuestra vida. En mi grupo crecí en el amor a la Biblia, a la Eucaristía, a la oración, a la alabanza y adoración, a la vida comunitaria y fraterna, a María.

Ahora que camino hacia el sacerdocio sólo puedo dar gracias a Dios por todo lo que me regala cada día. Lo he tenido todo, una buena carrera, un buen trabajo, amigos, un futuro prometedor, etc., pero sólo puedo decirte a ti, que estás leyendo estas líneas, que no hay nadie como Él, nada llena la vida como Él, la verdadera felicidad está en seguir el camino que Él quiera para ti sea cual sea. En definitiva buscar hacer su voluntad en todo, así serás libre y feliz. Vivir en comunión con Él.


Francisco Rodríguez González

Origen de la Renovación Carismática

¿Realmente quieres?


El bueno de S. Agustín
Si decimos que S. Agustín era un genio no decimos nada nuevo. Eso está por descontado. Si por algo destacó, además de por el hecho mismo de ser santo (que no es poca cosa), fue por su gran actividad intelectual. Pero también por su ejemplo de vida y conversión al Señor tras muchos años buscando la verdad. Y no sólo buscando la verdad; entre reflexión y reflexión, como él reconoce, vivió de muchos vicios, llegando a ser un verdadero esclavo de muchos de ellos. Sobre todo, quedó anclado en el ámbito de la lujuria, pecado que le acompañó muchos años y le presentó un terrible campo de lucha personal. Todo esto queda muy bien relatado en su famoso libro Confesiones, escrito en torno al año 400. Estos días estoy con él, ya que llevaba mucho tiempo queriendo echarle el guante, y me ha sorprendido con una idea sencilla que quiero compartir con vosotros.

La fuerza del deseo comprometido
Relatando sus fuertes luchas contra la tentación sexual, así como sus habituales caídas, S. Agustín nos recuerda algo elemental, y que posiblemente hemos perdido de vista. Sus consideraciones brotan de su lucha contra el apetito sexual, pero puede extrapolarse a cualquier combate interno contra un vicio que tengas. Mira a ver si puede ayudarte. El santo norteafricano explica que algo que le llamaba la atención era su incapacidad para trasladar un deseo a la realidad, es decir; quería superar su adicción, pero cada poco caía. Esto nos suena muy familiar. Agustín, reflexivo donde los haya, no comprendía por qué no era capaz de dominarse a sí mismo, por qué no era dueño de su voluntad en toda circunstancia, y por ende, de sus actos. Vivía una contradicción para la que no encontraba salida: quiero y no puedo. Entonces, cuenta cómo llegó a la conclusión que el fallo no eran sus fuerzas (pocas), sino su deseo. Examinando su corazón, no deseaba profundamente abandonar su vida de esclavo. Durante un tiempo, unos días, sí, podía tolerar y aceptar alejarse de las mujeres en el plano sexual, pero en lo más hondo de su ser se negaba a dejarlo para siempre. PARA SIEMPRE. Estas palabras son fuertes, no cabe duda. Intelectualmente, moralmente, conocía lo que tenía que hacer, y lo deseaba en buena medida. Pero subrepticiamente no estaba dispuesto a asumir las consecuencias últimas de su decisión. Eliminar el vicio para toda su vida sonaba fantástico, y lo deseaba racionalmente, pero no todo su ser. No quería aglutinar las fuerzas para afrontar que nunca jamás volvería a degustar los sinsabores de una vida sexual alejada de la verdad de su corazón y su felicidad. Era una agradable cadena, que aunque buscaba romper, siempre se decía a sí mismo “mañana empiezo”. Es un “quiero” pero “para luego”, algo que sabes que debes hacer pero no quieres reunir las fuerzas y el compromiso necesario, porque conoces perfectamente que será duro. Una vez más, el compromiso a asumir por un “para siempre” es duro, nos cuesta. Cuando S. Agustín dio con esta clave, por fin pudo luchar de verdad por terminar con algo que lo estaba matando vitalmente. Plantéate hasta qué punto no te pasa a ti eso también. A mí también me pasa con muchas cosas, y por ello el relato del santo me ha ayudado enormemente.

Por tanto…
Esto no debe hacernos creer que la vida cristiana es puro voluntarismo. Nada más lejos de la verdad, y menos en el caso de S. Agustín. Las fuerzas para superar nuestras esclavitudes vienen de Lo Alto siempre, es una cuestión de pedir al Señor. Pero al mismo tiempo, la clave para recibir su gracia es abrirse y ponerse en las Manos de Dios, y Él no puede actuar en contra nuestra: si nosotros no tenemos el firme compromiso de negarnos a nosotros mismos para nuestra obtener nuestra libertad, Él, respetando nuestra actitud, no interviene. Espera. Espera tu “sí” para poder acudir a ayudarte. Por esto, debes estar dispuesto a darlo todo, y a partir de ahí vendrá la ayuda de Dios, la que verdaderamente te empujará hacia la salida. Y claro, también puedes pedir, a su vez, que el Señor te de la fuerza suficiente para comprometerte. En definitiva, como decía un amigo mío, pon todos los medios humanos necesarios como si no existieran los divinos, y los divinos como si no existieran los humanos. Pedir y abrir el corazón a la espera de la gracia de Cristo resucitado.

Juan Pablo II y la Virgen María

El Papa responde en TV


Primera pregunta: El dolor del inocente
- Me llamo Elena, soy japonesa y tengo siete años. Tengo mucho miedo porque la casa en la que me sentía segura ha temblado muchísimo, y porque muchos niños de mi edad han muerto. No puedo ir a jugar al parque. Quiero preguntarle: ¿por qué tengo que pasar tanto miedo? ¿por qué los niños tienen que sufrir tanta tristeza? Le pido al Papa, que habla con Dios, que me lo explique.
- Querida Elena, te saludo con todo el corazón. También yo me pregunto: ¿por qué es así? ¿por qué vosotros tenéis que sufrir tanto mientras otros viven cómodamente? Y no tenemos respuesta, pero sabemos que Jesús ha sufrido como vosotros, inocentes, que Dios verdadero se muestra en Jesús, está a vuestro lado. Esto me parece muy importante, a pesar de que no tenemos respuestas, si la tristeza sigue: Dios está a vuestro lado y tenéis que estar seguros de que esto os ayudará. Y un día podremos comprender por qué ha sucedido esto. En este momento me parece importante que sepáis que ´Dios me ama´, aunque parezca que no me conoce. No, me ama, está a mi lado, y tenéis que estar seguros de que en el mundo, en el universo, hay tantas personas que están a vuestro lado, que piensan en vosotros, que hacen todo lo que pueden por vosotros, para ayudaros. Y ser conscientes de que, un día, yo comprenderé que este sufrimiento no era una cosa vacía, no era inútil, sino que detrás del sufrimiento hay un proyecto bueno, un proyecto de amor. No es una casualidad. Siéntete segura, estamos a tu lado, al lado de todos los niños japoneses que sufren, queremos ayudaros con la oración, con nuestros actos y debéis estar seguros de que Dios os ayuda. Y de este modo rezamos juntos para que la luz os llegue a vosotros cuanto antes.

Segunda pregunta
La segunda pregunta para el Santo Padre fue formulada por una madre italiana que se llama María Teresa y que tiene con un hijo en estado vegetativo.
- Santidad, el alma de mi hijo, Francesco, en estado vegetativo desde el día de Pascua del 2009, ¿ha abandonado su cuerpo, visto que está totalmente inconsciente, o está todavía en él?
- Ciertamente el alma está todavía presente en el cuerpo. La situación es un poco como la de una guitarra que tiene las cuerdas rotas y que no se puede tocar. Así también el instrumento del cuerpo es frágil, vulnerable, y el alma no puede tocar, por decirlo en algún modo, pero sigue presente. Estoy también seguro de que esta alma escondida siente con profundidad vuestro amor, a pesar de que no comprende los detalles, las palabras, etc., pero siente la presencia del amor. Y por esto esta presencia vuestra, queridos padres, querida mamá, junto a él, horas y horas cada día, es un verdadero acto de amor muy valioso, porque esta presencia entra en la profundidad de esta alma escondida y vuestro acto es un testimonio de fe en Dios, de fe en el hombre, de fe, digamos de compromiso a favor de la vida, de respeto por la vida humana, incluso en las situaciones más trágicas. Por esto os animo a proseguir, sabiendo que hacéis un gran servicio a la humanidad con este signo de confianza, con este signo de respeto de la vida, con este amor por un cuerpo lacerado, un alma que sufre.

Tercera pregunta: Cristianos perseguidos
La tercera pregunta de la entrevista fue formulada desde Irak. Desde Bagdad un grupo de jóvenes cristianos perseguidos le preguntan:
- Saludamos al Santo padre desde Irak. Nosotros, cristianos de Bagdad somos perseguidos como Jesús. Santo Padre, ¿en qué modo podemos ayudar a nuestra comunidad cristiana para que reconsideren el deseo de emigrar a otros países, convenciéndoles de que marcharse no es la única solución?
- Quisiera en primer lugar saludar con todo el corazón a todos los cristianos de Irak, nuestros hermanos, y tengo que decir que rezo cada día por los cristianos de Irak. Son nuestros hermanos que sufren, como también en otras tierras del mundo, y por esto los siento especialmente cercanos a mi corazón y, en la medida de nuestras posibilidades, tenemos que hacer todo lo posible para que puedan resistir a la tentación de emigrar, que –en las condiciones en las que viven- resulta muy comprensible.
Diría que es importante que estemos cerca de vosotros, queridos hermanos de Irak, que queramos ayudaros y cuando vengáis, recibiros realmente como hermanos. Y naturalmente, las instituciones, todos los que tienen una posibilidad de hacer algo por Irak, deben hacerlo. La Santa Sede está en permanente contacto con las distintas comunidades, no solo con las comunidades católicas, sino también con las demás comunidades cristianas, con los hermanos musulmanes, sean chiitas o sunitas. Y queremos hacer un trabajo de reconciliación, de comprensión, también con el gobierno, ayudarle en este difícil camino de recomponer una sociedad desgarrada. Porque este es el problema, que la sociedad está profundamente dividida, lacerada, ya no tienen esta conciencia: "Nosotros somos en la diversidad un pueblo con una historia común, en el que cada uno tiene su sitio". Y tienen que reconstruir esta conciencia que, en la diversidad, tienen una historia común, una común determinación. Y nosotros queremos, en diálogo precisamente con los distintos grupos, ayudar al proceso de reconstrucción y animaros a vosotros, queridos hermanos cristianos de Irak, a tener confianza, a tener paciencia, a tener confianza en Dios, a colaborar en este difícil proceso. Tened la seguridad de nuestra oración.

Cuarta pregunta: "Salam aleikum"
La siguiente pregunta fue hecha por una mujer musulmana de la Costa de Marfil, un país en guerra desde hace años. Saluda en árabe al pontífice: "Que Dios esté en medio de todas las palabras que nos diremos y que Dios esté contigo".
- Querido Santo Padre, aquí en Costa de Marfil hemos vivido siempre en armonía entre cristianos y musulmanes. A menudo, las familias están formadas por miembros de ambas religiones; existe también una diversidad de etnias, pero nunca hemos tenido problemas. Ahora todo ha cambiado: la crisis que vivimos, causada por la política, está sembrando divisiones. ¡Cuántos inocentes han perdido la vida! ¡Cuántos prófugos, cuántas madres y cuántos niños traumatizados! Los mensajeros han exhortado a la paz, los profetas han exhortado a la paz. Jesús es un hombre de paz. Usted, en cuanto embajador de Jesús, ¿qué aconsejaría a nuestro país?
- Quiero contestar al saludo: que Dios esté también contigo, y siempre te ayude. Y tengo que decir que he recibido cartas desgarradoras de la Costa de Marfil, donde veo toda la tristeza, la profundidad del sufrimiento, y me quedo triste porque podemos hacer tan poco. Siempre podemos hacer una cosa: orar con vosotros, y en la medida de lo posible, hacer obras de caridad, y sobre todo queremos colaborar, según nuestras posibilidades, en los contactos políticos, humanos.
He encargado al cardenal Tuckson, que es presidente de nuestro Consejo de Justicia y Paz, que vaya a Costa de Marfil e intente mediar, hablar con los diversos grupos, con las distintas personas, para facilitar un nuevo comienzo. Y sobre todo queremos hacer oír la voz de Jesús, en el que Vd. también cree como profeta. Él era siempre el hombre de la paz. Se podía pensar que, cuando Dios vino a la tierra, lo haría como un hombre de gran fuerza, que destruiría las potencias adversarias, que sería un hombre de una fuerte violencia como instrumento de paz. Nada de esto: vino débil, vino solo con la fuerza del amor, totalmente sin violencia hasta ir a la cruz. Y esto nos muestra el verdadero rostro de Dios, y que la violencia no viene nunca de Dios, nunca ayuda a producir cosas buenas, sino que es un medio destructivo y no es el camino para salir de las dificultades.
Es una fuerte voz contra todo tipo de violencia. Invito fuertemente a todas las partes a renunciar a la violencia, a buscar las vías de la paz. Para la recomposición de vuestro pueblo no podéis usar medios violentos, aunque penséis tener razón. La única vía es la renuncia a la violencia, recomenzar el diálogo, los intentos de encontrar juntos la paz, una nueva atención de los unos hacia los otros, la nueva disponibilidad a abrirse el uno al otro. Y este, querida señora, es el verdadero mensaje de Jesús: buscad la paz con los medios de la paz y abandonad la violencia. Rezamos por vosotros para que todos los componentes de vuestra sociedad sientan esta voz de Jesús y así vuelva la paz y la comunión.

Quinta pregunta: La muerte y la resurrección de Jesús
- Santidad: ¿Qué hizo Jesús en el lapso de tiempo entre la muerte y la resurrección? Y, ya que en el Credo se dice que Jesús después de la muerte descendió a los infiernos: ¿Podemos pensar que es algo que nos pasará también a nosotros, después de la muerte, antes de ascender al Cielo?
- En primer lugar, este descenso del alma de Jesús no debe imaginarse como un viaje geográfico, local, de un continente a otro. Es un viaje del alma. Hay que tener en cuenta que siempre el alma de Jesús siempre toca al Padre, está siempre en contacto con el Padre, pero al mismo tiempo, esta alma humana se extiende hasta los últimos confines del ser humano. En este sentido, baja a las profundidades, va hacia los perdidos, se dirige a todos aquellos que no han alcanzado la meta de sus vidas, y trasciende así los continentes del pasado. Esta palabra del descenso del Señor a los infiernos significa, sobre todo, que Jesús alcanza también el pasado, que la eficacia de la redención no comienza en el año cero o en el año treinta, sino que llega al pasado, abarca el pasado, a todas las personas de todos los tiempos.
Dicen los Padres, con una imagen muy hermosa, que Jesús toma de la mano a Adán y Eva, es decir, a la humanidad, y la encamina hacia adelante, hacia las alturas. Y así crea el acceso a Dios, porque el hombre, por sí mismo, no puede elevarse a la altura de Dios. Jesús mismo, siendo un hombre, tomando de las manos al hombre, abre el acceso. ¿Qué acceso? La realidad que llamamos cielo. Así, este descenso a los infiernos, es decir, en las profundidades del ser humano, en las profundidades del pasado de la humanidad, es una parte esencial de la misión de Jesús, de su misión de Redentor y no se aplica a nosotros. Nuestra vida es diferente, el Señor ya nos ha redimido y nos presentamos al Juez, después de nuestra muerte, bajo la mirada de Jesús, y esta mirada en parte será purificadora: creo que todos nosotros, en mayor o menor medida, necesitaremos ser purificados. La mirada de Jesús nos purifica y además nos hace capaces de vivir con Dios, de vivir con los santos, sobre todo de vivir en comunión con nuestros seres queridos que nos han precedido.

Sexta pregunta: El cuerpo glorioso
- Santidad, cuando las mujeres llegan al sepulcro, el domingo después de la muerte de Jesús, no reconocen al Maestro, lo confunden con otro. Lo mismo les pasa a los Apóstoles: Jesús tiene que enseñarles las heridas, partir el pan para que le reconozcan precisamente por sus gestos. El suyo es un cuerpo real de carne y hueso, pero también un cuerpo glorioso. El hecho de que su cuerpo resucitado no tenga las mismas características que antes, ¿qué significa? ¿Y qué significa, exactamente, "cuerpo glorioso"? ¿Y la resurrección, será también así para nosotros?
- Naturalmente, no podemos definir el cuerpo glorioso porqué está más allá de nuestra experiencia. Sólo podemos interpretar algunos de los signos que Jesús nos dio para entender, al menos un poco, hacia dónde apunta esta realidad. El primer signo: el sepulcro está vacío. Es decir, Jesús no abandonó su cuerpo a la corrupción, nos ha enseñado que también la materia está destinada a la eternidad, que resucitó realmente, que no ha quedado perdido. Jesús asumió también la materia, por lo que la materia está también destinada a la eternidad. Pero asumió esta materia en una nueva forma de vida, este es el segundo punto: Jesús no muere más, es decir: está más allá de las leyes de la biología, de la física, porque los sometidos a ellas mueren.
Por lo tanto, hay una condición nueva, diversa, que no conocemos, pero que se revela en lo sucedido a Jesús, y esa es la gran promesa para todos nosotros de que hay un mundo nuevo, una nueva vida, hacia la que estamos encaminados. Y, estando ya en esa condición, para Jesús es posible que los otros lo toquen, puede dar la mano a sus amigos y comer con ellos, pero, sin embargo, está más allá de las condiciones de la vida biológica, como la que nosotros vivimos. Y sabemos que, por una parte, es un hombre real, no un fantasma, vive una vida real, pero es una vida nueva que ya no está sujeta a la muerte y esa es nuestra gran promesa. Es importante entender esto, al menos por lo que se pueda, con el ejemplo de la Eucaristía: en la Eucaristía, el Señor nos da su cuerpo glorioso, no nos da carne para comer en sentido biológico; se nos da Él mismo; lo nuevo que es Él, entra en nuestro ser hombres y mujeres, en el nuestro, en mi ser persona, como persona y llega a nosotros con su ser, de modo que podemos dejarnos penetrar por su presencia, transformarnos en su presencia.
Es un punto importante, porque así ya estamos en contacto con esta nueva vida, este nuevo tipo de vida, ya que Él ha entrado en mí, y yo he salido de mí y me extiendo hacia una nueva dimensión de vida. Pienso que este aspecto de la promesa, de la realidad que Él se entrega a mí y me hace salir de mí mismo, me eleva, sea la cuestión más importante: no se trata de descifrar cosas que no podemos entender sino de encaminarnos hacia la novedad que comienza, siempre, de nuevo, en la Eucaristía.

Séptima pregunta: María
- Santo Padre, la última pregunta es acerca de María. A los pies de la Cruz, hay un conmovedor diálogo entre Jesús, su madre y Juan, en el que Jesús dice a María "he aquí a tu hijo" y a Juan, "he aquí a tu madre". En su último libro, "Jesús de Nazaret", lo define como "una disposición final de Jesús". ¿Cómo debemos entender estas palabras? ¿Qué significado tenían en aquel momento y que significado tienen hoy en día? Y ya que estamos en tema de confiar. ¿Piensa renovar una consagración a la Virgen en el inicio de este nuevo milenio?
- Estas palabras de Jesús son ante todo un acto muy humano. Vemos a Jesús como un hombre verdadero que lleva a cabo un gesto de verdadero hombre: un acto de amor por su madre confiándola al joven Juan para que esté segura. En aquella época en Oriente una mujer sola se encontraba en una situación imposible. Confía su madre a este joven y a él le confía su madre. Jesús realmente actúa como un hombre con un sentimiento profundamente humano. Me parece muy hermoso, muy importante que antes de cualquier teología veamos aquí la verdadera humanidad, el verdadero humanismo de Jesús. Pero por supuesto este gesto tiene varias dimensiones, no atañe solo a ese momento: concierne a toda la historia.
En Juan, Jesús confía a todos nosotros, a toda la Iglesia, a todos los futuros discípulos a su madre y su madre a nosotros. Y esto se ha cumplido a lo largo de la historia: la humanidad y los cristianos han entendido cada vez más que la madre de Jesús es su madre. Y cada vez más personas se han confiado a su Madre: basta pensar en los grandes santuarios, en esta devoción a María, donde cada vez más la gente siente: "Esta es la Madre". E incluso algunos que casi tienen dificultad para llegar a Jesús en su grandeza del Hijo de Dios, se confían a la Madre sin dificultad. Algunos dicen: "Pero eso no tiene fundamento bíblico". Aquí me gustaría responder con San Gregorio Magno: _"A medida que se lee - dice - crecen las palabras de la Escritura". Es decir, se desarrollan en la realidad, crecen, y cada vez más en la historia se difunde esta Palabra. Todos podemos estar agradecidos porque la Madre es una realidad, a todos nos han dado una madre. Y podemos dirigirnos con mucha confianza a esta madre, que para cada cristiano es su Madre.
Por otro lado la Madre es también expresión de la Iglesia. No podemos ser cristianos solos, con un cristianismo construido según mis ideas. La Madre es imagen de la Iglesia, de la Madre Iglesia y confiándonos a María, también tenemos que confiarnos a la Iglesia, vivir la Iglesia, ser Iglesia con María. Llego ahora al tema de la consagración: los papas - Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II - hicieron un gran acto de consagración a la Virgen María y creo que, como gesto ante la humanidad, ante María misma, fue muy importante. Yo creo que ahora sea importante interiorizar ese acto, dejar que nos penetre, para realizarlo en nosotros mismos. Por eso he visitado algunos de los grandes santuarios marianos del mundo: Lourdes, Fátima, Czestochowa, Altötting..., siempre con el fin de hacer concreto, de interiorizar ese acto de consagración, para que sea realmente un acto nuestro.
Creo que el acto grande, público, ya se ha hecho. Tal vez algún día habrá que repetirlo, pero por el momento me parece más importante vivirlo, realizarlo, entrar en esta consagración para hacerla nuestra verdaderamente. Por ejemplo, en Fátima, me di cuenta de cómo los miles de personas presentes eran conscientes de esa consagración, se habían confiado, encarnándola en sí mismos, para sí mismos. Así esa consagración se hace realidad en la Iglesia viva y así crece también la Iglesia. La entrega a María, el que todos nos dejemos penetrar y formar por esa presencia, el entrar en comunión con María, nos hace Iglesia, nos hace, junto con María, realmente esposa de Cristo. De modo que, por ahora, no tengo intención de una nueva consagración pública, pero si quisiera invitar a todos a incorporarse a esa consagración que ya está hecha, para que la vivamos verdaderamente día tras día y crezca así una Iglesia realmente mariana que es Madre y Esposa e Hija de Jesús.

Juventud y castidad (En Familia - TVE)

Échale un órdago a la vida


“No hay cobertura”, “no llega bien el Wi-Fi”, “he perdido el autobús”, “se ha averiado el metro”, “este refresco está caliente”…  son quejas que nos suelen salir por nuestras boquitas casi a diario. Tenemos de todo y queremos que funcione perfectamente. Nos han educado en este ritmo de vida… un ritmo que merece la pena agitar de vez en cuando abriendo los ojos.

Tuve la suerte de hacer el viaje de fin de carrera a África. Gracias a un misionero del Verbo Divino pudimos vivir en Nairobi (Kenia) y tocar una realidad que no sale en las películas 3D ni en las portadas de los diarios. Grandes diferencias económicas y sociales, suburbios con tanta población como cualquier ciudad europea, largas caminatas para ir al colegio (si es que se tiene esa suerte), carencia de medicinas, decenas de caminos por asfaltar, la omnipresencia de la fe, la fuerza de la naturaleza en su fauna y flora... Un cuadro que a simple vista podría generar una gran ira interior contra todo el mundo virtual con el que vivimos tú y yo a diario. Sin embargo, qué gracia, en sólo 9 días vi más sonrisas que en toda mi vida en un país desarrollado. Qué impacto supone conocer a gente que con menos sabe ser feliz. Personas que valoran el don preciado de la vida, que comparten lo poco que tienen. No es mi intención mitificar, pues – como en todas partes- hay gente buena, otros que lo intentan y un tercer grupo que no lo consigue.  Sin embargo, reconozco que se respiraba algo nuevo en el ambiente, a parte del polvo. Una concienciación de que somos seres finitos, de que la felicidad no se compra ni la dan los bancos, que Dios sigue siendo un padre que cuida de sus hijos y que la Iglesia tiene el encargo de ser el abrazo de ese Ser Supremo a la humanidad. Era fácil ver el rostro de Cristo en los pobres.

La pobreza del “primer mundo”
El efecto del viaje se pasa rápido. Nos acostumbramos fácilmente a lo cómodo. El diablo ve oportunidades nuevas y quiere atacarnos por frentes desconocidos para nosotros con su único objetivo: destruirnos. “Estoy harto de esta existencia… este mundo no tiene remedio… no existe esperanza… todo lo que veo es malo… todo lo que hago no merece la pena, no cambia nada… quiero huir del mal llamado primer mundo”. El maligno enreda y quita la paz mezclando temas para confundirnos. No todos tenemos la llamada a salir de nuestra tierra y entregarnos a una misión en países en vías de desarrollo. Pero sí es verdad que todos, sin distinción, estamos llamados a ser misioneros en la parcela de Tierra donde nos ha tocado vivir.

Decía Madre Teresa: “La pobreza en Occidente es de una clase distinta; no se trata solo de un problema de soledad, sino también de espiritualidad.  Hay hambre de amor y también hambre de Dios”. ¡Mira en tu vida! Cuánto tiempo hace que no pasas una tarde sin prisas con tus abuelos o tus padres;  te has fijado que tu compañero de clase o de trabajo anda últimamente cabizbajo; sabes que ese familiar tuyo está teniendo muchos problemas que le ahogan; recuerdas a ese colega que hace tanto que no llamas, ese que lleva un par de años en el paro con mujer y dos hijos… podríamos  alargar la lista personalmente en cualquier rato tranquilo de oración.  ¿ Y sabes qué? Dios te está llamando en todos esos “necesitados” que tienes bien cerca.  Jesús necesita tus manos para seguir curando y ayudando.  Esta misión también forma parte de tu vocación cristiana sea cual sea tu condición. No hace falta que hagas el pino con las orejas. Es tan sencillo como salir de uno mismo y preguntarle a Dios qué espera de ti hoy. Él te chivará todo. La próxima vez que te cruces con “tus pobres”, mírales a la cara sabiendo que para ti ellos son Jesucristo. Jesús es ese pobre de tu clase, de tu familia, el enfermo, aquel que padece, el que no tiene trabajo, el olvidado. Él te está esperando ahí para encontrarse contigo. Es más fácil amar a los que están lejos y vemos poco que a los que tenemos cerca. Si puedes hacer voluntariado o participar de las misiones, hazlo. Pero nunca olvides que Dios te espera en tus hermanos de vida cotidiana.

“Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuánto te vimos hambriento y te dimos de comer,  o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te acogimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti?’ Y el Rey os dirá: ‘Os aseguro que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’. Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me acogisteis, anduve desnudo y no me vestisteis, estuve enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis’. Entonces dirán también éstos: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’ Y él entonces les responderá: ‘Os aseguro que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo’”
(Mt 25, 37-45)

Márcate un punto por Japón / 日本のセットポイント

23/10/11

"Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen” (Mt 5, 45)


Tensión en la Universidad
Los sucesos de las últimas semanas en la Universidad han llenado, para muchos, de polémica y malestar el quehacer cotidiano del universitario. Para otros, quizás, fue un momento de diversión, una oportunidad de “jugar” a ser comprometidos políticos. Para un último grupo, una ocasión para aprender a amar más. Estas tres actitudes son las que fundamentalmente he podido reconocer en mi facultad, Geografía e Historia de la Complutense.

No hace falta que narre aquí lo que ocurrió con todo lujo de detalles. Especialmente cuando desconozco buena parte de ellos, y me parecería injusto con la verdad que “adapte” la historia a lo que recuerdo, o a lo que me conviniese, como ya han hecho casi todos los medios. Lo que sí que es por todos bien sabido, es lo que sucedió en la capilla de Somosaguas. Condenable, sin duda. Eso está en las antípodas de una democrática libertad de expresión. Pero de esto ya se ha hablado suficiente. Quizás sea más desconocido otro hecho un tanto perverso: a la semana siguiente ciertas personas “reaccionaron” ante los hechos de una forma expeditiva. Se presentaron en mi facultad y se enfrentaron a los grupos y asociaciones que defendían los sucesos de Somosaguas por medio de carteles; algunos, no obstante, ciertamente ofensivos. El resultado no podía ser otro: empujones, gritos y policía. Lo clásico. Paralelamente, se hacía una Misa de desagravio en Somosaguas, y en el Seminario de Madrid, nuestros futuros sacerdotes (si Dios quiere), ofrecían una vela al Santísimo también como desagravio. Finalmente, el martes siguiente se convocó una cacerolada en el hall de mi facultad para pedir el cierre inmediato de la capilla. Por fortuna, no superó el grado de cierta exaltación verbal.

¿Existe militancia cristiana?
A mi humilde entender, uno ante estas cosas puede responder de forma humana, mundana. Con el ojo por ojo y el diente por diente. Con el “a mi no me pisan”. O el, “ésta me la pagan, se van a enterar”. Es la reacción más inmediata que todos podemos experimentar. Y es la que explica que viniera un grupo de gente a la facultad a enfrentarse a golpes con los otros, muchos de ellos titulándose como católicos. Porque se consideran enemigos ideológicos irreconciliables. Sin embargo, esto sólo provoca más tensión y broncas. No es una salida cristiana, ni tan siquiera civilizada. No lleva a nada.

Otra posibilidad, más mesurada, es una especie de militancia democrática: acudir a algún acto a modo de protesta o apoyo a alguien. Dicen que en la Misa de desagravio de Somosaguas hubo cientos de personas. Es una respuesta legítima y buena. El sentido de ofrecer una Eucaristía como desagravio por lo sucedido, es algo bastante encomiable. Sin embargo, no me deja de sorprender la masiva participación en el acto. No recuerdo que hubiera tantos católicos que vayan a Misa los viernes a la Universidad. Y comparado con ese número, descubrí bastantes menos en la capilla de la facultad haciendo vela con el Señor por si decidían entrar, aquella semana de gran tensión. Podría ser que yo sea un mal pensado, pero sospecho que es fácil y habitual encontrarse con muchas personas que acuden a las convocatorias masivas. En cambio, no tantas que están día a día respondiendo en lo cotidiano y concreto, sin necesidad de formar parte de una masa. Sin honores ni reconocimientos.

Ser cristiano tiene bastante poco que ver con violencia, insultos… pero no se queda ahí. Ser cristiano no significa ser respetuoso, simplemente. Va más allá. No es una ética estoica, es que Cristo vive en ti. Por tanto, acudir a las concentraciones masivas está bien, y a menudo es necesario, pero son sólo hitos en un camino mucho más largo y profundo. La vida no nos la jugamos en la manifestación masiva de nuestra fe, sino en la vivencia activa de ella en todo momento y circunstancia. Ser cristiano no es ser militante de una ideología, que me define quiénes son los buenos y los malos, a quienes tengo que escuchar y defender, y contra quiénes me tengo que posicionar. Eso es humano, no es de Dios. De Dios es esto:

“Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo que no resistáis al mal; antes bien al que te abofetee en la mejilla derecha, preséntale también la otra... el que te obligue a andar una milla vete con él dos... Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo, pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen... si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?” (Mt 5, 38-48).

Por tanto, no existen “enemigos ideológicos a los que derrotar”. Existen tan sólo hermanos y prójimo al que amar sin medida y dar la vida. Y ante los que nos persigan, poner la otra mejilla, es decir, perdonar. Como Cristo hizo: “Padre; perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23,34). Por tu misma protección preocúpate poco, de eso se encarga el Señor.

En segundo lugar, y por ende, la única solución o “militancia” cristiana es el amor. Como dijo cierto capellán de la Complutense, si el 10% de la gente que fue a la Misa de Somosaguas estuviera presente en sus ambientes y en su capilla con espíritu verdaderamente cristiano, jamás habría ocurrido el incidente primigenio en tal capilla. Si hubiera defensa de la capilla no acudiendo sólo a lo “macro”, sino activamente todos los días, algo como lo de Somosaguas sería mucho más complicado que ocurriera. Es una cuestión de coherencia de vida: no podemos defender un día al año lo que no vivimos el resto. Por tanto, si quieres defender a la Iglesia, reza a diario. A Cristo, reza a diario. Proteger lo que consideras legítimamente tuyo, reza a diario. Para que la capilla tenga sentido, para que la Iglesia tenga sentido, su mensaje no puede ser sino el del amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo (¡todo el prójimo!) como a uno mismo. Si no hay amor ni perdón, y si el centro no es Cristo-Eucaristía al que sigues a través de la oración y los Sacramentos, sino que son las manifestaciones públicas de militancia sin más, nuestro mensaje, nuestro Evangelio para todo el mundo, pasa a ser otra ideología recalcitrante más.

En síntesis: hay que defender en el espacio público nuestra fe y nuestros derechos. Pero que eso sea lo extraordinario en nuestra vida, y vivido desde el Amor y Perdón del Señor. Que lo ordinario sea seguir y anunciar a Jesucristo, por medio de nuestro diálogo, convivencia y amor con todo el mundo.

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"El aborto me parece horrible"